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Martes, 30 de Septiembre de 2025

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Pino Oliva Castro/TA. Pino Oliva Castro/TA.

Pino Oliva Castro: "Tuve la oportunidad de irme al casco de Telde pero preferí quedarme en Jinámar"

El 8 de enero de 1973 se inauguró la primera farmacia de Jinámar. Acaban de cumplirse 50 años de existencia

direojed Martes, 14 de Marzo de 2023 Tiempo de lectura:

La farmacia más antigua del pueblo de Jinámar cumple medio siglo. Muchos la conocen como "la de Paco" o "la de Dieguito", por los muchachos más carismáticos que despachaban en ella, sin embargo, la titular es Pino Oliva Castro.

 

Hija de Juana Castro Hernández y Tomás Oliva Chil, Pino nació en Telde el 12 de octubre de 1947. Es la tercera de nueve hermanos, de los que, en la actualidad, viven cuatro. Finalizó la carrera en Barcelona en el año 1971 y, tras casarse con Claudio Ojeda González, abrió las puertas de la primera farmacia de Jinámar en 1973, apenas un mes antes de dar a luz a su primogénita, Norma, quien, a día de hoy, es colega de profesión.

 

Para celebrar este medio siglo de vida, acudimos al local, ubicado en la carretera principal de Jinámar, y nos entrevistamos con la licenciada.

 

Vamos a empezar por el principio. Cuéntenos dónde realizó sus primeros estudios.

Hasta tercero de Bachiller estudié en el Sagrado Corazón, en Tafira. Ese año, a las monjas les dio por decir que no era femenino hacer ciencias y las quitaron. Mi padre me preguntó si quería estudiar Latín y Griego, le dije que no y, entonces, él mismo se movilizó para cambiarme a Las Teresianas, donde estuve los tres años siguientes.

 

¿Y de ahí, a Farmacia?

No, me fui a Barcelona, pero a estudiar Arquitectura. Éramos 2 ó 3 niñas en la carrera. Le dije a mi padre que no quería seguir. No me gustaba tanto como para estar años estudiándola y, además, veía que las arquitectas trabajaban, pero para arquitectos hombres. Las compañeras del Colegio Mayor vieron que me gustaba la Biología y me animaron a estudiar Farmacia, así que hablé con mi padre. Mis palabras fueron: "Yo no quiero forzar la situación pero, si quieres darme la oportunidad un año, empiezo Farmacia".

 

¿Y le pareció bien?

Al principio me preguntó que para qué servía eso de estudiar Biología. Él sabía que a mí no me gustaba dar clase... Lo que pasa es que en mi familia había sanitarios. A mi hermana mayor, Juana, le gustaba Medicina, pero el novio no le dejaba ir a otras ciudades a estudiar, por lo que se quedaron, tanto ella como mi padre, rascados. Date cuenta de que mi padre venía del Doctor Chil y Naranjo y siempre fue algo que le gustó.

 

¿Por qué decidió poner la farmacia justo en Jinámar?

Mi padre fue el que me dijo que aquí se podía poner una farmacia y, de hecho, fue el que se dirigió al Colegio de Farmacéuticos y me gestionó la documentación, porque yo me encontraba en Barcelona. Como el pueblo contaba con 2.000 habitantes y se hallaba a  un  kilómetro del casco de Telde, reunía las condiciones que se pedían para poder poner la farmacia, así que me dieron el permiso rápido.

 

¿Usted tenía algún tipo de vinculación con Jinámar?

Mi abuelo vivió en la finca de la Condesa porque mi bisabuelo era mayordomo en ella. Posteriormente, mi abuelo se compró una casa en La Pardilla, que era donde estábamos todos, e iba con el caballo por toda esa zona. A su vez, mi padre se dedicaba a la agricultura y a la exportación. Tenía cultivos de tomates, pepinos y esterlicias en Jinámar. Así que sí tenía conexión.

 

¿Cuál fue la primera ubicación?

En esta misma calle, pero más arriba. En el número 67. Era una farmacia pequeñita. El chaflán de lo que ahora es el 24 horas y luego teníamos un poquito más por la entrada. Miguelito, el de la tienda, me alquiló el local.

 

¿Tuvo buena acogida?

Sí. La farmacia funcionó. Había médico en Marzagán: Santiago Cuevas. Fui a hablar con él para comunicarle que iba a abrir y me dijo cuáles eran los antibióticos que solía mandar, para que los tuviera. Venía gente de Jinámar, de Marzagán, de Hornos del Rey... Teníamos un turno alargado, de 8 de la mañana a 10 de la noche.

 

¿Fue difícil abrir estando embarazada?

Abrimos el 8 de enero y en febrero nació mi hija Norma. Además, en ese entonces estaba dando clases en el instituto de Telde. Imagínate. Le dejaba la niña a mi suegra, después de haber pasado la noche llorando. Le decía que me habían dado ganas de tirarla a las plataneras -bromea. Me iba a dar clase y después, por la tarde, venía a la farmacia. Bueno, y mi hija mayor y el siguiente se llevan 15 meses... Gracias a que conté con la ayuda de mi madre y de mi suegra para cuidar a los chiquillos.

 

¿Conserva buenos recuerdos de esa etapa?

Tengo mucha gente de la parte de arriba, de detrás de la farmacia, que fueron amigas. La primera persona que vino a comprar fue Carmela. Le llamaban "la zapatera". Entró con la cuñada y me pidió un bálsamo bebé. Le dije que, como era la primera en venir, se lo regalaba. Su respuesta fue: "Si lo llego a saber, le pido algo más caro". -Se ríe- Era muy graciosa.

 

¿Cuánto tiempo estuvo en ese primer local?

Estuvimos cuatro o cinco años. Nos trasladamos porque abrieron una farmacia en Marzagán, al lado del médico. Estaba indecisa. Tuve la opción de irme al casco de Telde pero, claro, ya le coges cariño al entorno... Se establece una relación familiar... Tenía contacto con la gente de mi alrededor: los Hernández, los Vega, los Rivero... Las mujeres que se quedaron embarazadas al mismo tiempo que yo... Luego empezó a crecer el polígono residencial y me vine para abajo. Entonces empezamos con una guardia de apoyo los fines de semana.

 

La primera farmacia fue conocida como "la de Paco" y a esta segunda la llamaban "la de Dieguito"...

Arriba tuve a Paco Monzón, que estuvo muchos años. Fue un muchacho muy bueno. Y, respecto a Diego, es una persona importante. Se prejubiló hace dos años y cada dos por tres viene y nos trae un queque, se toma un café... De los antiguos quedan José Manuel y Marina, que llevan conmigo 35 y 25 años respectivamente, y también he estado rodeada de farmacéuticos como Cristina, Ana María y Juan Gabriel.

 

¿Aquí se llevaba el famoso "apúntamelo"?

Sí. Tengo un fichero repleto de hojas de talonarios de crédito, pero lo cortamos. La gente empezó a protestar, pero se prohibió adelantar medicamentos. Yo miro las cuentas de los primeros clientes y hay deudas de 100, 200 euros... Hay mucho. Pero ya, ahora, no tengo nada.

 

Ahora han cambiado tanto las cosas que lo que tienen es Instagram.

(Se ríe). Eso lo lleva Nereida, una de las muchachas de aquí. Yo de eso no tengo ni idea. Fíjate, antes, cosa que despachabas, la apuntabas y, después, a la hora de pedirlo a COFARCA (Cooperativa Farmacéutica Canaria), teníamos un aparatito que, metías el código y la cantidad, lo pegabas al teléfono... ¡Era la prehistoria! Ahora me hablas de cortar y pegar y me pierdo.

 

¿Cuáles son las diferencias más notables entre lo que se pedía antes y lo que se pide ahora?

Lo que se puede dispensar sin receta es limitado. Ahora mismo, un antibiótico no puede darse nunca sin receta. En la actualidad hay mucha gente con neumonía, que no hay un antibiótico que encuentre que le haga algo porque, a nivel general, se ha consumido tanto antibiótico, que se han hecho intolerantes. También se controlan los analgésicos más potentes.

 

Hablemos de la pandemia. Los profesionales sanitarios son de los que más tuvieron que trabajar durante el confinamiento. ¿Cómo vivieron ese período?

Trabajamos muchísimo. En la cartera conservo la tarjeta que nos permitía salir de casa para ir a trabajar. En aquel momento no cogimos COVID. Ya el año pasado, sí. Fui la última en caer y me he quedado muy tocada. Agotada.

 

¿Contaron con el material suficiente?

Sí. No tuvimos problema con eso.

 

¿La gente que venía a la farmacia cómo estaba?

Los clientes estaban decaídos por estar encerrados en casa. Tuvimos pérdidas, como los Hernández. Los viejillos eran un encanto. Aquello fue un disgustazo. Hay gente a la que le coges mucho cariño y, cuando te lo cuentan, no te lo crees.

 

En la actualidad, ustedes continúan con ciertas restricciones...

Sí, por ejemplo, tenemos que tener mascarillas. A la gente le cuesta porque ya no se usa ni en la guagua, pero éste es un sitio sanitario. Si la gente viene, lo hace enferma. Se lo tienes que exigir.

 

¿Nota que, tras el confinamiento, le llegan más recetas de medicamentos para la depresión?

En Jinámar hay mucha gente con tratamiento por depresión. Pero no es a raíz de la pandemia, sino desde finales de los 70, con la aparición del polígono residencial. Pero la medicación está limitada porque ahora mismo, una de las cosas gordas que tenemos es el problema del abastecimiento, que dicen que es, incluso, el blíster que no llega de China, aparte de principios activos. Entonces, te da pena decirles "esto no lo hay". Llamas a cooperativas y a Cofares y no lo hay.

 

¿En este medio siglo de existencia, le han entrado a robar en alguna ocasión?

En esta farmacia actual, dos veces y en la de arriba, una. Esa fue graciosa porque yo tenía, creo, que la primera cajonera de Las Palmas, que me la hizo un carpintero de Marzagán, que tenía los cajones verticales y pequeñitos. Pues los que entraron a robar fueron directos a donde estaban la V (posiblemente por el Valium) y a la B (de Bustaid). Era lo que estaba revuelto. En ninguna ocasión ha pasado nada grave. Entraron cuando no había nadie.

 

¿Cómo es la relación actual con la población de Jinámar?

Muy buena. Hay más farmacias, pero la verdad es que no tengo problemas. La gente del polígono es muy amable, colaboramos con las fiestas, tenemos relación con la Asociación de Vecinos desde que empezaron los problemas de querer llevarse al médico de aquí... Y amistades que conservo de cuando tenía la farmacia en la parte de arriba. Además, las personas que vienen tienen como a sus preferidos a la hora de despacharles. Es importante que haya un nivel de cercanía, que mi hija Norma lo continúa.

 

Hace unos meses el Colegio de Farmacéuticos de Las Palmas le hizo un homenaje por los 50 años como colegiada. ¿Qué planes de futuro tiene?

Jubilarme. Actualmente estoy con prejubilación activa. Vengo dos días por semana. Estoy a gusto, pero quiero jubilarme ya, y todavía tengo que esperar 4 años. Mi hija Norma entró conmigo, en una comunidad de bienes, y le gusta. Mi marido me dice que venda la farmacia. A ver, no es una farmacia diez, pero funciona así que..., para ella está.

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