Hay ocasiones en que una ventana al pasado puede abrir una puerta al futuro, aunque parezca un contrasentido. Algo así le pasó a Gabriel Díaz, un joven de 22 años de Telde que, trabajando en equipo para recuperar un jardín del siglo XVIII, ha descubierto un oficio al que, quién sabe, puede dedicar su vida. Este chico es uno de los 15, entre hombres y mujeres, todos menores de 30 años, que conforman el alumnado del Proyecto de Formación en Alternancia con el Empleo (PFAE) Magarza, un programa que impulsó Desarrollo Local y que financió el Servicio Canario de Empleo (SCE) con 311.326 euros. Al tiempo que se formaban en jardinería, hacían sus prácticas limpiando y rehabilitando el jardín histórico, de estilo romántico, de la Casa Ruiz de Vergara o Casa Condal, un vetusto inmueble propiedad del Ayuntamiento que data del siglo XVII. El jardín es algo posterior.
La covid –relata el periodista Gaumet Florido en un reportaje del diario Canarias7, sacó a Gabriel del mercado laboral. Hasta ahora solo había trabajado como peón de albañil y en la hostelería, pero participar en este proyecto, que duró once meses, de septiembre de 2020 a julio de 2021, le ha permitido conectar con un mundo hasta ahora desconocido para él. Primero, descubrir esta casona de San Juan, una asignatura pendiente para muchos teldenses. Y segundo, adentrarse en el mundo de las plantas y su cuidado. «Me ha interesado bastante», afirma con la palmera canaria más alta de Telde a sus espaldas, un ejemplar que otea este jardín desde sus 32 metros de serena altivez. «Hemos hecho un trabajo excepcional, quiero continuar en esto».
Lo que peor llevó fueron las mediciones. Y es que, como explica Carlos Castellano, director de este PFAE, la formación en Magarza es eminentemente práctica y hasta las matemáticas las ejercitaron en el propio jardín. «Midieron los estanques, averiguando su superficie y su volumen, los desniveles de las acequias, calcularon la cantidad de grava que hacía falta para cubrir los senderos, con cuántos baldes y cuántas carruchas». Pero en Magarza, como en muchos PFAE, no solo se forman en un oficio, en este caso concreto, en jardinería, sino que de paso realizan obras en pro de la comunidad y de servicio público, que aquí consistieron en la rehabilitación y mejora de un jardín único, catalogado como Bien de Interés Cultural.
Hoy luce presentable y limpio, con la vegetación recuperada y árboles casi secos que han vuelto a dar frutos. El alumnado ha limpiado, ha recuperado parterres, ha renovado toda la red de riego, y ha identificado y clasificado la flora, con ejemplares exóticos y muy singulares, como un zapote blanco, un clavero o un mamey cubano. Hubo incluso fases en la que su trabajo se pareció bastante al de un arqueólogo, porque se propusieron dar con el jardín antiguo y lo consiguieron. Está a 70 centímetros bajo tierra, bajo tres niveles de estratos entre los que descubrieron hasta cuatro acequias. Una vez dieron con el original, han intentado reconstruirlo con piezas nuevas de cantería. «Lo hemos trazado para que se vea lo que hay debajo», apunta Castellano, que sabe bien de lo que habla. Este arquitecto superior y técnico superior en paisajismo y medio rural tiene además un posgrado por la Universidad de Madrid en jardines históricos. Sabe que en otra parte del jardín, donde ahora están las palmeras washingtonias, había un laberinto de setos. «Hay referencias a que era de romero, pero no hemos logrado averiguar qué diseño tenía». El que sí se conservaba, a duras penas, era un seto de mirto en la zona de los estanques. Ahora ha ganado forma, verdor y densidad.
Esta cualificación del equipo docente, en el que también figura Ariadna Becerra como coordinadora, garantiza el éxito de la apuesta que tradicionalmente ha hecho Desarrollo Local en Telde por recurrir a este tipo de proyectos de formación para recuperar bienes históricos. La edil del área, Lidia Mejías, recuerda que gracias a intervenciones similares se logró rehabilitar la Máquina del Azúcar o el Matadero Municipal. «Y de paso, reforzamos el sentimiento de pertenencia a su ciudad de chicos y chicas que seguro que no conocían este patrimonio», subraya la concejal. Juan Martel, que lleva las riendas de Cultura, de quien depende la gestión de esta casona y su jardín, insiste en esa idea, en la de trabajar en equipo entre concejalías. Apunta que la rehabilitación de este jardín será la guinda que complemente el proyecto de rehabilitación de la Casa Condal, que pronto saldrá a licitación, por 300.000 euros.
Pero con este PFAE no basta. Hacen falta más fases. Ya se prepara otra, por si hay suerte y el SCE la aprueba. Si sale, se centrará en dos objetivos: consolidar el trazado de parterres antiguos, rehaciéndolos con materiales nuevos, y recuperar los recorridos de agua que tuvo el jardín. Así van dando pasos para conseguir que más pronto que tarde, ya con todo su esplendor, sea visitable. Y, de paso, apunta Martel, se haga justicia histórica con un exedil, Ildefonso Jiménez, que se desvivió durante años para rescatar la Casa Condal y su jardín.
Fuente: Canarias7 / Texto: Gaumet Florido.
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