¿Se puede calificar de arte algunas de las manifestaciones rupestres que nos legaron los amaziges de Canarias? Si nos atenemos a las definiciones de pintura y arte rupestre, la respuesta no atisba dudas: Sí. ¿Son artísticas todas las inscripciones y grabados que realizaron los primeros pobladores? No. Las inscripciones líbico-bereberes no lo son porque son letras, ni tampoco los dameros ni los numerosos paneles con rayas multiformes salpicados por la geografía del Archipiélago.
Pero las cuevas con pinturas, los grabados circulares y las esculturas de los ídolos sí pueden catalogarse como expresiones artísticas, apuntan los expertos. La Palma es una isla con un amplio catálogo de petroglifos que inspiraron las espirales del escultor Martín Chirino, mientras que Gran Canaria es la única en la que el color está presente en sus manifestaciones rupestres. La joya de la corona del arte prehispánico en Canarias es Cueva Pintada, en Gáldar, un parque arqueológico que ha rescatado el caserío mejor conservado de aquella cultura.
“No hay nada igual en Canarias. Es excepcional. Desde luego, esa composición que posee el friso te interpela y te desarma. Cuando la observo, tengo la impresión de que me dice: léeme”. Quién así se expresa es Carmen Gloria Rodríguez, conservadora del Parque Arqueológico Cueva Pintada. ¿Y qué lees? “Me desarma porque, aunque lo intuimos, todavía no podemos descifrarla”. La complejidad de esta composición artística, como han amplificado bastantes investigadores, es considerada, salvando las distancias, como la Capilla Sixtina del arte rupestre de la sociedad indígena.
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