TELDEACTUALIDAD
Telde.- Unir Telde y navidades en un mismo pensamiento suele traducirse en la recreación mental de una imagen instaurada como todo un clásico en la ciudad. El belén canario de San Gregorio lleva ya 48 años deleitando la vista a los grancanarios que siempre, a caballo entre diciembre y enero, se asoma a la plaza de Los Llanos. Detrás de esta fantástica alegoría se encuentra un hombretón de 182 centímetros de altura llamado José Sánchez Rodríguez.
Muchos lo conocen por esta faceta artística pero, como todo el mundo, él también tuvo una infancia y una juventud no tan aireadas por los periódicos. TELDEACTUALIDAD propone, en su sección Rostros de Telde, un viaje hasta su pasado para hacer con él un reportaje que hasta ahora ningún otro medio se había planteado. Y no será por falta de oportunidades.
En la España de la huelga general revolucionaria vino nuestro protagonista al mundo. Fue el 26 de octubre de 1934, por lo que hace poco ha cumplido 85 primaveras. Las lleva con una salud envidiable hasta para un cuarentón. Se le pasa revista desde la coronilla hasta el dedo gordo del pie derecho, que esta tarde está revoltoso, y sólo reporta leves daños en las venas, con una 'mijilla' de diabetes que le mantiene actualmente en frío idilio con las agujas y la insulina. “Por lo demás, estoy como un niño chico. Que yo las tres últimas analíticas las tengo perfectas”.
El encuentro con este medio tiene lugar cuando diciembre no ha cerrado su primer día. Son las cinco y media de la tarde y en Los Llanos ya hace frío. Ha empezado el mes, pero no la obra por la que es ampliamente reconocido: su querido belén. Y eso le tiene un tanto nervioso. “Todavía me deben poner una hilera de bloques delante de esta tarima; nunca se había retrasado tanto el Ayuntamiento con esto”, se lamenta. Redirigir la charla cuesta, pero es lógico y comprensible. Se le ve hombre recto y preocupado por lo que entiende es su responsabilidad.
Nació en la calle Fernando Estévez, “que fue discípulo de Luján Pérez”, agrega con orgullo. “Allí nací y allí quiero morir”. Compartió espacio vital con tres hermanos, dos varones y una hembra, una madre ama de casa y ocupada en sus menesteres y un padre que se ganó las perras chicas, y también las gordas, acarreando fruta de aquí para allá a lomos de un burro que debió tener bastante jeito y martirio en la vida del contertulio, pues en la hora larga de interrogatorio, a la vera de lo que en unas semanas será todo un placer para la vista, el pobre animal es mentado por lo menos ocho veces y sin capacidad alguna de defensa por ausencia justificada.
“Mis primeros recuerdos son con 8 ó 10 años, saliendo y entrando de fincas de frutas con mi padre, comprando y vendiendo por ahí con él. Naranjas, recuerdo muchas naranjas. Ah, y una pausa que tuve con 15 años para probar en un taller de mecánica, pero pronto mi padre me volvió a reclamar”.
Un burro que se ganó el jornal a pulso
¿Y no fue entonces a la escuela? “Sí, que fui, muchacho”, aclara, “pero para aprender las cuatro reglas y poco más. Lo de mi familia era la fruta y cargar al burro. Ir a Marzagán, a Ingenio, a Vegueta y a Agüimes. En este último sitio los 'moros' nos compraban plátanos y cestas de pírgamo enteras. Nos las quitaban de las manos. Mi madre también hacía lo suyo. Se quedaba despierta hasta las tres de la mañana para ayudar a cargar al burro (otra vez el burro) y así poco a poco fuimos escapando y haciendo vida en una casa que fue levantada con sus manos (las del padre, se entiende) frente a la tienda de Miguelito Cabrera padre y Miguelito Cabrera hijo”, relata sin quitar la vista del tablero que lo mantiene desalado y con incluso el temor a verse colocando veroles y tabaibas en días de guardar: sábados, domingos y festivos.
Los cercados de batatas también han echado raíces en su espléndida memoria, vitalmente conservada. Y los tubérculos y los aperos. “Chico, el sacho me conoció a mí como si fuese de la familia”. Se descubre a un José Sánchez inédito: cuesta sustituir la clásica estampa del belenista con los tres reyes magos en la mano por otra más propia de la España de la posguerra.
Del sacho a las turbinas
Una enfermedad del cabeza de familia lo situó de nuevo al frente del guineo, pero en 1961 comenzó la construcción de la fábrica de sulfatos de la Cinsa, en Salinetas, y ahí cambió su vida. Lo destinaron a la planta eléctrica que funcionaba con vapor en la Cícer, Las Canteras, para ir cogiendo rodaje. Para él, el día comenzaba a las cinco de la mañana. “Me convertí en maquinista de turbinas de vapor, y poner en marcha aquello no era tan fácil como uno pueda creer. A veces tardaba hasta una hora en lograrlo”, subraya con sendos aspavientos de manos.
Cuando ya quedó más ducho y resabido en el manejo del invento, se plantó otra vez en Telde. “Recuerdo que la fábrica era alemana y que se montaba con la idea de que aguantase 20 años. Pero duró más, mucho más. El dueño era el Banco Popular y llegó a tener, en su mejor momento, hasta 440 empleados”, calcula.
Probablemente hoy día no exista en el municipio una empresa de ese calibre. Por lo que cuenta y lo que conserva en el tino, José Sánchez se postula como la fuente de información más idónea para hacer un libro sobre el glorioso pasado de la Cinsa. “De allí salí yo como perito y contramaestre tras unos años en los que despachábamos sulfatos amónicos para la agricultura en cantidad”, asevera.
El recuerdo de Toñi Torres
El otro giro radical en su vida se lo proporcionó la hoy fallecida concejala Toñi Torres. “Me dolió mucho su fallecimiento porque a mí me hizo mucho bien. Era vecina mía, y al salir de la fábrica en 1983 me echó un cabo. Me mandó a buscar y me preguntó de qué estaba apuntado yo en el paro. Entonces me ofreció trabajar en un colegio de deficientes... y me quedé blanco porque siempre estos chicos me habían dado respeto, en el buen sentido de la palabra. Me dejó una semana para pensármelo, pero al segundo día ya lo tenía claro: dije que sí y ahora puedo decir que la época más feliz de mi vida fue el tiempo que pasé en Cruz de Jerez”, confiesa con un punto emotivo en su tono de voz.
Cae la noche y la conversación se anima. ¿Qué hacía un contramaestre de turbinas de vapor en un sitio como este? “Pues impartir talleres de marquetería de casas entre los chiquillos”, desvela. La propuesta funcionó; tuvo éxito. Tanto que acabó embarcándose con destino a Fuerteventura para mostrar con algunos de sus discípulos varios de sus trabajos en una feria. “En el centro estuve como 15 años y ahí acabé mi vida laboral, jubilándome un año y medio antes de lo normal y tras tener 39 años cotizados”. Un récord de longevidad laboral que dentro de un par de décadas no será tan fácil de exhibir.
En esta etapa final tiene también buenas palabras para Yoya, “otra excelente persona que me arregló el paro”, y referencias sentidas hacia diversos alumnos, “como una pareja que hacían las casas canarias con el mismo cariño que yo y que incluso llegaron a sacarse unas perrillas vendiéndolas en el mercadillo”.
"Haciendo yo el belén, se me murieron tres alcaldes"
Ya por aquel entonces, y como era de imaginar, el mundo de los nacimientos había quedado inoculado en sus entrañas. Y aquí viene una buena dosis de casualidades o vaya a saber usted cómo definirlo: “A mí se me han muerto tres alcaldes haciendo yo belenes. Apunte ahí: Florido, Amador y Castro”. Y sigue el diálogo.
Todo tuvo un principio, así que se intenta averiguar quién sembró la semilla artística. “En casa el belén lo hacía mi hermano Paco. Yo le ayudaba hasta que un día se cansó y me dejó a mí al cargo. Pero por recuerdos bonitos tendría que contarle cuando una de mis hermanas, que estudiaba en el colegio de la señorita Esperanza, me pidió que le comprase un mote”. ¿Un dichete, un nombrete? “No hombre, no. Un mote era como antiguamente se llamaban a los boletos”, resuelve con una carcajada. “Resulta que tenía una perra encima y se lo compré. ¿Y sabe lo que gané? Pues un belén al que le cogí de chico tanto cariño que lo tenía todo el año encima de noche”.
Se le suplica que acote la franja espacio-temporal y el bueno de Don José Sánchez sentencia: “por ahí andaría yo con siete u ocho años. No más”. Pongamos pues que sobre 1942.
Ese momento podría considerarse como el instante en el que el belenista quedó enamorado de su principal hobby. Una etapa de tal penuria que se veía en la necesidad de cargar con su propio banco a clase “porque ni de eso había. Ahora me refrescas cuando estudiaba en la escuela de Don Cesáreo, en la calle Palmito, y con Nicolás Espino, y entonces ya creo que hablamos de diez años”, barrunta. Pues entonces, 1944.
Tanta visión generó un sueño
Su periplo de ventas agrícolas por la vasta geografía isleña le hizo fijar su atención en la arquitectura canaria. “Yo veía casas antiguas por todos lados, con esos balcones. Por el norte, por el sur... y me quedaba embobado. Y como siempre he sido un enamorado de lo canario me decidí a ir creando algunas en pequeña escala. Tenía en la cabeza la idea de hacer un belén canario, sin copias y sin que nadie me dijese nada de cómo darle forma”.
Los largos y tediosos turnos nocturnos en la Cinsa contribuyeron a incrementar esta afición. “Dedicaba parte de las noches a hacer casas, y aunque una vez me cogió el director y le cayó una bronca a un perito que por allí andaba, he de decir que cada 15 minutos me levantaba y daba las vueltas que tenía que dar por las instalaciones”.
Huelga deducir que, después de su querida casa, fue en la fábrica donde se explayó con sus primeras alegorías. “Gracias al belén fueron muchísimas las mujeres de trabajadores que pudieron conocer la Cinsa por dentro. Era un lugar de peligro por las maquinarias y no era habitual tener visitas”, destaca. Luego llegaría un artículo de Juan del Río Ayala en el desaparecido Eco de Canarias, preguntándose por qué el Cabildo no hacia un nacimiento con motivos autóctonos. “Y ahí se me terminó de encender la bombilla”.
La primera piedra, en 1967
El primer belén de San Gregorio se inauguró en 1967. Un año nefasto para Comisiones Obreras porque el Tribunal Supremo declaró ilegal al sindicato y en el que en Navarra se autorizó la enseñanza del euskera en las escuelas. Además, la liga se la llevaba el Real Madrid y Raphael defendía a España en Eurovisión por segunda vez con su tema Hablemos del amor. Vamos, otra época en toda regla.
La propuesta alegórica de Telde nació con modestia, pero poco a poco se fue consolidando y aumentando, tanto en calidad como en cantidad. Tal fue su éxito que en los años de la transición sufrió una extraña emigración hasta San Juan “por deseo de una concejala de Cultura de la época” y que el propio Juan Rodríguez Betancor se encargó de enmendar al poco devolviendo al nacimiento al lugar donde había nacido, valga la redundancia. “Aquí lo he seguido haciendo todos estos años, y sólo en una ocasión lo monté más abajo, ahí, al lado de La Frater, porque la plaza de San Gregorio estaba en obras”, añade a modo de innecesaria justificación.
José Sánchez atesora en su cabeza momentos tan dulces como cuando instaló una réplica en el Castillo de la Luz y el propio Néstor Álamo lo piropeó por su maestría en la composición. “Levanto mi copa por su autor o algo así vino a decir”.
Enésima cuenta atrás
El viaje al pasado toca a su fin y de nuevo el artista, todo un manitas, se instala en 2015 y en la incertidumbre que le genera el contar con muy pocos días para inaugurar un tinglado que en esta ocasión deberá ser un poco más pequeño al no disponer de su gran estructura metálica.
“Esto me tiene hablando sólo. No sé si nos va a dar tiempo”. Le han dicho que tenga los villancicos y el motor del agua preparado para la noche del 11 de diciembre, así que se le intenta insuflar ánimos recordando que en estos últimos años, con todos los problemas logísticos que ha tenido, siempre ha logrado arrancar a tiempo una sonrisa (y unas moneditas) a los paisanos ávidos de buen gusto. Y ya de paso, aunque no sea el eje principal de esta pieza periodística, se le pide inventario que sacar de su casa para la ocasión. “Pues me parece que pondré 200 casas, estrenando dos réplicas del Casino, una mía y otra de mi sobrino.Ah, y más de 400 figuras”. Inventario hecho.
¿Y el mural, Don José? ¿Qué mural va a poner? “Ay, pues tengo un lío con cuál poner. Igual saco uno de Telde, que tengo dos. Pero no está decidido”. Lo recalca con las farolas de la plaza dando ya algo de calor para el cierre de la entrevista. El belenista se anima, manda despertar a su pierna derecha para incorporarse ante una fugaz sesión de fotos y agrega de improviso: “¿Sabes? Igual hasta lo titulo 'El balcón de los dragos”.
Tiene una rambla desde 2008
Un balcón, como muchos han sido los balcones que ha fabricado en su prolífica vida y como el que ha supuesto esta amena charla a los pies de un sueño aún inacabado. José Sánchez es una persona humilde, sencilla, muy cercana y con un amor hacia lo que hace digno de encomio. El Ayuntamiento de Telde, con Francisco Santiago al frente de la Alcaldía, lo supo reconocer dedicándole en 2008 toda una rambla con su nombre en el sector Picachos-Arauz.
Antes del apretón de mano entre dos viejos amigos, acepta de buen grado someterse al cuestionario con el que esta sección echa el cierre desde hace años. Advierte, eso sí, que igual deja alguna pregunta sin responder. No se sabe si lo apunta a modo de broma, pero a él, por las sonrisas que arranca cada Navidad a miles de teldenses afanados en buscar al 'caganer', se le perdona eso y mucho más.
¿Conoce el periódico digital Teldeactualidad.com?
Sí, por medio de un sobrino.
¿Cuál es su signo del zodiaco?
No lo recuerdo ahora mismo.
Tres cualidades ideales en su pareja.
Que sea cariñosa. Eso es fundamental.
El día más feliz de su vida.
Uno de los más felices es cuando cumplí 60 años. Tuve una gran fiesta.
La última película que vio.
La serie 'Seis hermanas'.
El último libro que ha leido.
Hace años que no leo. Cuando estaba en la fábrica de nitratos sí que leía.
Una canción.
Como la música folclórica canaria no hay nada.
¿El mejor sentimiento del mundo?
El amor. Y que sea duradero.
¿Un restaurante preferido?
He ido a muchos. Me gustaba uno del Puerto, pero ahora no recuerdo su nombre.
¿Un político preferido?
Paco Santiago. Es el que más ha hecho por Telde.
¿Fútbol o telenovelas?
Depende de la telenovela que sea.
¿Un defecto que tenga?
Quizás el que haya muchas comidas que no me gustan.
Un lugar idílico.
Extremadura. Vi una iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe que me encantó.
¿Qué haría si le tocase la lotería?
Compartirla con la familia. Además, si me toca mucho dinero creo que ya no tendría tiempo para gastarlo todo.
Valore la gestión del gobierno local actual.
En principio le veo buenas mañas. Mi calle por ejemplo la están asfaltando después de 20 años.

























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