TELDEACTUALIDAD
Telde.-
Es viernes, el termómetro marca 28 grados con el mediodía ya sobrepasado y a las faldas de la horadada Montaña Las Palmas apenas corre una ligera brisa de aire. De una pequeña construcción albeada ubicada en uno de los cruces del Camino al Valle de Los Reyes emana un olor embriagador, el que produce la última vendimia de Isaac Florido,y llama también la atención del visitante la presencia de una decena de cubos repletos de restos de uvas exprimidas hasta más no poder.
El histórico dirigente vecinal del barrio es muy conocido en Telde por su faceta reivindicativa y por el taller mecánico que regenta desde mediados de los 70 para acá, pero también disfruta de un hobby que lo mantiene ocupado y embelesado de una década para acá. Él es uno de los nuevos bodegueros de esta atalaya de las medianías teldenses, y con su firma Viña Hinojo, su esfuerzo y una discreta inversión ha logrado hacerse un pequeño hueco en el sector vitivinícola local.
Inmerso estos días en la frenética producción de sus caldos, Florido exhibe tal capacidad de adaptación al entorno que bien te puede cambiar el aceite del coche unos metros más abajo de su bodega que endulzarte el paladar con lo mejor que le ofrecen sus vides sin quitarse el mono de trabajo.
Es la suya una afición que no le viene precisamente de lejos. “Me quedan cinco años para jubilarme y me gustaría dedicarme a esto. El taller, si puedo, lo arrendo”, proclama a las puertas de sus instalaciones. El fallecimiento de un cuñado sin descendencia le llevó a hacerse cargo de unos terrenos que ya acogían por aquel entonces un buen reguero de parras. Sería sobre el año 2003 cuando se vio con la responsabilidad de sacar para adelante una finca con más de 1.500 plantas. Pero él no se amedrentó; es más, aquello le despertó un gusanillo que llevaba dormitando en su interior desde hacía mucho tiempo. Y eso, a su vez, le llevó a reactivar otra de sus parcelas, de 3.000 metros cuadrados. Pareciera por esta descripción que anda ahora más entretenido con la poda, la prensa y los depósitos que con el cambio de una correa de distribución atascada. Y así es.
Orígenes de la mano de Luis Molina
La inquietud se le despertó inicialmente de la mano del enólogo Luis Molina, quien participó en una escuela taller en la finca del Viso y ofreció nociones básicas de este guineo en unos cursos que ya destilaban aromas irresistibles. Montaña Las Palmas siempre había sido tierra de uvas, de vides, de parras, toneles y despalilladoras. Eso, que se tradujo en la presencia de una veintena de productores, comenzó a venirse abajo con la década de los 60 y el cambio de ciclo en la economía local. Ante esta panorama, y alentado por su pasión por el arte de fabricar este peculiar néctar de los dioses, Florido se animó a arengar al personal del barrio a comienzos de la pasada década, logrando que varios de ellos recuperasen el cultivo tradicional y hasta encontrasen el momento adecuado para su lucimiento en una cata de vinos a ciegas que siempre coincidía con las fiestas de la Cruz y de la que en varias ocasiones, sin pretenderlo, salió casi a hombros.
“Esas catas tan multitudinarias dejaron de celebrarse hace tres o cuatro años, pero yo confío en que pronto vuelvan a aparecer”, subraya. De hecho, hoy día hacen falta más de dos manos para hacer recuento de quienes miran de reojo a las uvas del pago con ojos golosos. “La mía puede que sea la más grande, pero por aquí hay pequeñas bodegas que pueden sacarte al año entre 1.000 y 200 litros, con mucha ecología y nada de química de por medio”.
La altitud, la riqueza de los terrenos y los cambios de temperatura que se dan habitualmente ayudan a obrar el milagro. Este año la recolecta de la fruta se ha atrasado unos días por distintos fenómenos meteorológicos. “Y es que no ha habido un verano fuerte”, según comenta. De los 8.000 metros cuadrados que tiene repletos de verde saca hasta cuatro variedades de uva, con el listán negro y la negramoll a la cabeza. Si se cumplen sus previsiones, y en eso tendrán que echarle una mano sus conocimientos y aparatos, de aquí a unos cuantos meses podrá empezar a sacar al mercado casi 6.000 litros de vino. La mayoría, tinto; algo de blanco. Y también de dulce, pero este último más bien a modo testimonial.
Una pequeña industria con reconocimiento propio
El vergel de Florido no se asemeja ni al negro paisaje de La Geria ni a la inmensidad de las bodegas jerezanas, pero no deja de tener su encanto. Para poner en marcha su pequeña industria, que cuenta con todas las autorizaciones pertinentes y se encuentra en el número 11 del camino al Valle de los Reyes, calcula que ha invertido cerca de 60.000 euros, aunque mucha de la maquinaria que emplea ha sido adquirida de segunda mano. Una suma a ojo de buen cubero arroja el siguiente aljibe: 14.000 litros de cabida en 11 tanques, una prensa hidráulica revestida de listones de madera, una despalilladora, una embotelladora, una etiquetadora y una encorchadora...con algún que otro aparejo que se queda fuera del improvisado listado. Este año además luce Isaac mejor sonrisa en su rostro porque ha conseguido una denominación de origen propio para sus caldos, la de Gran Canaria, cuando hasta ahora se hallaban englobados dentro de la categoría de vinos tranquilos. Así ha sido desde que en el año 2003 plantó sus primeras parras.
“Mi idea es ir embotellando poco a poco. Puede que ya lo tenga hecho a finales de año, pero no soy muy amante de dar salida a la producción a través de las grandes superficies ni corriendo. El 80% de la venta la hago aquí, a pie de bodega. A mí lo que me gusta es que la gente venga y visite esto. Que vean cómo se hace el vino y que lo prueben. Y si no les gusta, que seguro que al final les gusta, pues no pasa nada”, relata mientras revisa la temperatura de uno de los depósitos.
“¿Y cómo se hace el vino?”, se le pregunta. “Pues no es fácil. Lleva lo suyo”, resume. Después de la mediación de la madre naturaleza, hay que estrujar los racimos, mandar lo que arrojen hacia el bidón y dejar que fermente, tirar de análisis periódicos de su densidad, prensar el mejunje y continuar con una operación frenética de desfangados y trasiegos varios que uno es incapaz de imaginarse semejante movimiento cuando coge una botella del lineal del supermercado. “La gente le tiene miedo al uso de los metasulfitos”, que se utilizan en la industria enológica como conservante y fungicida, “pero yo entiendo que es un producto obligatorio y que incluso se le echa hasta a los productos ecológicos”, apostilla.
Un paseo por sus parras deja bien claro que la cuadrilla ya arrasó, en el buen sentido de la palabra, el pequeño latifundio no hará más de unas semanas. Apenas cuelgan unos racimos pequeños de uvas negras; y lo más parecido a ellas se encuentran en los cubos localizados a la entrada de la bodega. “Eso es bagazo, que es el residuo de la uva tras ser exprimida y compactada. Lo sacamos de la prensa y se lo llevan para hacer compost con la ayuda de lombrices. Aquí se aprovecha todo, amigo”, apunta.
La parcela está tan mimada de aspecto como la cortinilla de entrada de la serie 'Falcon Crest'. La imagen bien merece un garbeo y algunas consultas más. “No sólo es plantar y echar agua. En febrero hay que podar, también hay que tratar los cultivos con azufre y vigilar que no te entren plagas. Ah, y tener los ojos encima de los conejos, que al principio de la aventura me hicieron más de un estropicio”, resume entre risas. Su afición, por ahora, no lo ha convertido precisamente en millonario. “Este hobby puede ser tan caro como el de jugar al golf o comprarse un yate. Yo empecé por curiosidad y terminé enganchado, pero creo que vale la pena porque te reconforta, te entretiene y es placentero”. De los otros efectos colaterales, los embriagadores, no reporta datos.
Una vida muy activa
Pero si a Isaac Florido se le conoce, y mucho, en Telde es por otra serie de actividades. Vino al mundo en el pago de Tecén, allá donde el municipio del faycanato y Valsequillo se dan la mano. Los estudios que hizo fueron los elementales y con la ayuda de Radio Ecca, ya que con apenas nueve años se vio metido entre fanegadas, en los invernaderos de pepino de los hermanos Rivero en La Rocha y ganando 60 pesetas al mes (0,36 céntimos de euro para aquellos que no recuerden a la moneda patria). “Ya por aquel entonces me tiraba lo de la mecánica, así que pasé por el antiguo garaje de Fleitas y aprendí mucho, como también lo hice en Las Huesas”. Tras posteriores movimientos, Isaac se animó a montar su propia taller de mecánica en Montaña Las Palmas. Dieciocho años tenía cuando dio el paso y abrió sus puertas. “Hoy en día es cierto que el sector no está tan bien por la crisis y porque las posibilidades para comprar un vehículo nuevo son mayores. Aún así, no me quejo porque me ha dado para vivir”, asegura.
En su vertiente asociativa, destaca su reconocida estancia al frente de la asociación vecinal Hespérides, donde desembarcó incluso antes de que arrancase con su negocio. Se mantuvo durante casi dos décadas al frente. En la recta final de sus mandatos nadie le ofrecía el relevo, así que aguantó hasta donde pudo por petición vecinal. Afortunadamente, desde hace casi un lustro ya puede decir que hay quien le sustituya, “aunque sigo echando una mano y asesorando en lo que puedo”. También le ha tocado bregar con una buena 'papa caliente', la de la regularización de las viviendas ilegales del municipio. Presidente de la plataforma pergeñada para defender los intereses de miles de afectados, Isaac no deja de lamentar el tiempo que se ha ido perdiendo en la última década para tratar de buscar una solución al asunto. “Llegan las elecciones y, si hay cambio de gobierno, se para todo. Se preparan los planes generales, pero luego el que llega detrás lo paraliza. Y con ello también se pierden oportunidades, como la de las pistas de pádel en Las Huesas. Y también se conocen datos malísimos sobre la situación económica del Ayuntamiento que no hacen más que desmotivar a uno. Es como una rueda que no tiene fin”.
Ante este tan panorama tan sombrío, Florido levanta de nuevo la vista del suelo, mira hacia sus parras y sus tanques, saca dos copas de vino, unas aceitunas y un poco de pan bizcochado para tratar de ponerle otra cara a la charla. Hoy no ha trasteado con bujías o juntas de culata, pero con otra de sus habilidades, la de la viticultura, le ha conseguido 'dar macho' al asunto.




































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