TELDEACTUALIDAD
Telde.- La maestra teldense Ana María Florido, articulista de TELDEACTUALIDAD, ofrece una nueva colaboración literaria que le hace reflexionar sobre la novela de ficción histórica Un mundo sin fin, obra del escritor inglés Kent Follet y publicada el 9 de octubre de 2007. Se trata de la segunda parte de la conocida obra Los pilares de la Tierra.
Un placer: la lectura
Un mundo sin fin (Los pilares de la tierra II) de Ken Follett
Por Ana María Florido
El Mundo sin Fin es la secuela de Los Pilares de la Tierra. El segundo libro está ambientado en la misma ciudad, Kingsbridge, pero tiene lugar doscientos años después.
Dieciséis años después de la publicación de Los pilares de la Tierra, Ken Follet vuelve al fascinante mundo de Kingsbridge para presentar a sus lectores una magnífica saga épica marcada por el amor, la guerra y la peste. Los pilares de la Tierra narra los acontecimientos de la ciudad inglesa de Kingsbridge entre 1135 y 1174. Con Un mundo sin fin regresamos a Kingsbridge, pero 153 años después.
El primer día de noviembre de 1327 cuatro niños escapan de la catedral de Kingsbridge para jugar en un bosque prohibido. Son, Gwenda, hija de un ladrón, Caris, una niña excepcional que quiere ser doctora y los hermanos Merthin y Ralph, el primero un genio con la cabeza llena de inventos y el segundo un tirano, cruel y vengativo. Allí en el bosque serán testigos de una pelea entre un caballero y dos soldados. Los soldados mueren y el caballero entierra un documento antes de ingresar en el monasterio de Kingsbridge para convertirse en monje el resto de su vida.
El contenido de este documento secreto jugará un papel importante en varios momentos de la novela. Como adultos las vidas de estos cuatro niños se verán entrelazadas por la ambición, el amor, el odio y la venganza. Vivirán momentos de gran prosperidad y también de hambruna; años de guerra y años de peste. Caris, es la hija de un mercader de lana. De pequeña quería ser doctora, profesión prohibida a las mujeres en la Edad Media. Sin embargo, Caris no acepta ni esta ni ninguna otra prohibición.
“Caris se quedó mirando la puerta cerrada. La vida de una mujer era una casa con las puertas cerradas: no podía formarse como aprendiz ni podía estudiar en la universidad; no podía ser sacerdote ni médico, ni tampoco disparar con un arco o luchar con una espada; y encima no podía casarse sin verse sometida a la tiranía del marido” pag 336. Cap. 24.
Estudia con una curandera y mantiene constantes enfrentamientos con la iglesia. Su lucha por la independencia y su determinación a no someterse a ningún hombre pone constantemente en conflicto su amor por Merthin.
Merthin, por su lado, comienza como aprendiz de carpintero y su gran talento le convierte en el mejor arquitecto de Kingsbridge. No acepta las restricciones y limitaciones de los que mandan en la ciudad. Cuando ve que no puede casarse con Caris ni realizar sus proyectos soñados decide viajar a Italia. Ralph, hermano de Jack, tiene un carácter violento, cruel y vengativo.
El título original de la novela, World Without End, son las últimas palabras de la versión inglesa (en inglés británico) de la popular oración cristiana Gloria al Padre. Al final del capítulo 64 pág 848 de la novela puede verse la oración completa, rezada por los monjes de Kingsbridge en la celda de St.-John-in-the-Forest: “Como era en un principio, / ahora y siempre/ por los siglos de los siglos,/ amén”.
En el original inglés podremos comprobar que acaban la oración con estas mismas palabras: World without end. Por esta razón, Por los siglos de los siglos hubiera sido un título más apropiado para la traducción española, y tendría bastante más sentido en el contexto de la novela; no obstante, en todas las demás lenguas se ha optado también por una traducción literal del título.
Lo más curioso del caso es que Follett, al copiar esta oración, comete un anacronismo, dado que esta versión en inglés de la oración Gloria Patri aparece por primera vez a principios en el siglo XVII, en la traducción bíblica oficial King James del rey Jacobo I. Además, unos monjes nunca la habrían rezado en inglés en el s. XIV (en el capítulo 15 vemos también cómo inician el rezo de Tercia entonando en inglés la invocación propia de la liturgia de las horas: "Dios mío, ven en mi auxilio"), y menos aún los tan cuidadosos monjes benedictinos: en aquellos tiempos únicamente se rezaba en latín.
Es imposible abordar la crítica de “Un mundo sin fin” sin hablar, aunque sea de refilón, de su estupenda antecesora, “Los pilares de la Tierra (1989) y ello aunque la primera resulte claramente dañada por ello pues, siento decirlo, “Un mundo sin fin” no es, ni de lejos, tan buena como “Los pilares de la Tierra” aunque no llegue a ser una mala novela. Es el inconveniente de enfrentarse a una obra difícil de superar tanto en la trama como en el desarrollo, una novela ideada y pulida durante mucho tiempo y que se benefició del deseo del autor de convencer a todos de su capacidad como escritor.
Dejando aparte el tópico de que “nunca segundas partes fueron buenas”, “Un mundo sin fin” se levanta con un esquema argumental muy similar al de su antecesora: un hecho misterioso que sirve de hilo soterrado a lo largo de la trama para, finalmente, ser decisivo en el desarrollo final (hecho que en “Un mundo sin fin” se revela bastante inane, soso, después de casi mil páginas esperando una aclaración).
Por lo demás, al igual que sucedía en “Los pilares de la Tierra”, a partir de un hecho externo a los protagonistas pero de gran trascendencia (en el caso de “Los pilares de la Tierra” la conspiración contra Tomás Becket y en el caso de “Un mundo sin fin” la desaparición de la peste, júzguese el impacto narrativo de uno y otro) se va llevando a cabo un ajuste de cuentas con los “malos” que acaba con el triunfo, después de muchísimas dificultades, de los buenos.
Puede que, dicho así, suene algo simplista pero no debemos olvidarnos que estamos ante un best-seller escrito con vocación de tal y que las tramas y sus desarrollos no son extremadamente complicados en este tipo de lecturas pero ese es precisamente su objetivo: entretener e introducirnos en mundos extraños que nunca antes habíamos visto de forma semejante.
Ese era el gran acierto de “Los pilares de la Tierra” y, por eso mismo, ese es el gran error de “Un mundo sin fin”: toma el mismo escenario, Kingsbridge, en una época aún medieval (de 1327 a 1361), con personajes casi idénticos (el constructor, la chica independiente que se queda sola frente al mundo, el o los monjes pérfidos, el noble obtuso y malvado, etc.) cuyas pequeñas variaciones en la forma no logran que olvidemos el fondo de su predecesora y, para colmo, algunos de los protagonistas y secundarios descienden directamente de los personajes de la novela anterior. Me imagino que la conexión está buscada a conciencia por eso de las asociaciones (si la primera obra me gustó, esta que es muy parecida me gustará también) lo cual se suele catalogar como de “ir a tiro hecho”.
Y ese es un lastre que el libro acarrea a lo largo de sus mil y pico páginas. Lástima porque Follett sabe tratar a sus personajes con una soltura que ya quisieran muchos, dotándolos de plena vida (quizás en esta segunda parte abusa un poco de las escenas de sexo y describe situaciones sobre la homosexualidad penalizadas con la muerte en esa época).
Las soluciones constructivas dadas por Follett en “Un mundo sin fin” son mucho más escasas que en “Los pilares de la Tierra ” y se refieren de forma principal al puente de Kingsbridge (cuyas soluciones de asentamiento de pilares en el agua y direccionalidad de la fuerza de la corriente no tienen demasiado que ver directamente con la construcción de las catedrales), el levantamiento de la torre y el derrumbe de las cúpulas de la propia catedral: sobre el derrumbe de cúpulas y bóvedas no deberíamos olvidar que Follet ya conocía el tema pues lo había abordado en “Los pilares de la Tierra.
Volviendo de nuevo al libro, decir que, si tratamos de olvidar a su predecesora, disfrutaremos de una entretenida aventura medieval, bien ambientada, en la que los malos van a ser siempre los malos y los buenos van a ser a veces demasiado buenos (ese espíritu de sacrificio que destila la protagonista, Caris, a veces resulta irritante). Algunos aspectos nuevos no tratados como la cuestión de la medicina en la Edad Media (con la división entre los doctores legos universitarios y la medicina popular) y, sobre todo, la aparición de la temible y terrible Peste Negra, dan lugar a los mejores momentos de la novela.
Follet apenas ha pasado de puntillas por la aparición del pre-renacimiento en Italia cuando tenía al protagonista en la misma Florencia y, en vez de hacer que valore los modelos más clásicos de los italianos, siga apegado al estilo gótico que, por otra parte, va a ser el estilo nacional inglés hasta el siglo XX…
La historia engancha, prolija en sucesos y haciendo al lector tomar partido constante. Sin embargo, hay un error en el libro, y es la falta de escrúpulo del autor sobre la mentalidad de la época. El autor juega con la psicología del lector y los malos son malos por el simple hecho de tener la mentalidad de su época. Los buenos ( y perdón por usar una terminología tan simple) lo son porque se acercan más a la mentalidad de nuestra época, de hecho son un trasunto de nuestra mentalidad frente a la medieval.
Luego está el característico barniz cultural, con sus explicaciones sobre la construcción, sobre los modos de vida y sobre los artilugios propios de la época (batanes, telares, molinos...). Y aquí Follett es un maestro porque sabe cómo meter sus explicaciones sin resultar arduo.
Por último, me gustaría hablar sobre el buen manejo de los espacios por parte del autor, el monasterio, la catedral, el campo de batalla e incluso la desolación que la peste deja en los campos y pueblos son lo mejor del libro.
Bibliografía: Un mundo sin fin. La continuación de Los pilares de la Tierra. Plaza and Janes; Fantasymundo; El Criticón lector.
Ana María Florido Ramos es maestra y vecina de Telde.
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