En nuestro paseo de hoy, a primera hora del día y, sintiendo en la cara la frescura que el aire trae con motivo de la humedad ambiental, nos vamos al barrio de Higuera Canaria donde, una vez pasada la Plaza del Pintor Salvador Santana, encontramos el inicio de la calle Minerva en la misma Carretera GC-80, que va desde Telde a Santa Brígida.
Desde allí parte con un trazado de Sur a Norte y en un recorrido de unos 580 metros, aproximadamente, a va a desembocar a la calle Bentaguaire, ya en pleno barrio de Caserones Altos, después de cruzar el cauce del Barranco de La Higuera Canaria.
Por el Poniente tiene la calle Afrodita y por el Naciente linda con la Plaza del Pintor Salvador Santana, en el barrio de La Higuera Canaria, mientras que en el barrio de Caserones Altos, tiene por el Naciente la calle Ciprés y por el Poniente la calle Guadiana.
Esta nominación aparece por primera vez en documentos censales referidos al 31 de diciembre de 1970 y desde entonces ha pasado a formar parte del callejero del distrito III, sección II del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
Sinopsis de la nominación:
En la mitología romana Minerva es la diosa de la sabiduría, las artes, las técnicas de la guerra, además de la protectora de Roma y la patrona de los artesanos. Se corresponde con Atenea en la mitología griega.
El nombre «Minerva» probablemente fuera importado de los etruscos, que la llamaban Menrva. Los romanos habrían confundido fácilmente su nombre extranjero con la palabra latina mens, ‘mente’, dado que uno de sus aspectos como diosa correspondía no sólo a la guerra sino también al intelecto.
Minerva era hija de Júpiter, quien tras haber devorado a Metis, la Prudencia, sintió un gran dolor de cabeza. Recurrió a Vulcano, quien le abrió la cabeza de un hachazo, surgiendo de ella Minerva, armada y en una edad que le permitió ayudar a su padre en la Gigantomaquia (guerra contra los Gigantes), donde se distinguió por su valentía.
Una de las características más famosas de la historia de Minerva es su desacuerdo con Neptuno para dar su nombre a la ciudad de Atenas. Doce grandes dioses, elegidos como árbitros, decidieron que quien produjera la cosa más útil para la ciudad le daría su nombre. Neptuno, de un golpe de tridente, hizo que la tierra diese un caballo y Minerva hizo crecer un olivar, lo que le dio la victoria.
En la Guerra de Troya Minerva se mostró favorable con los aqueos después de que Paris la humillase al preferir la belleza de Venus sobre la de Juno (esposa de Zeus-Júpiter) y la suya propia. La casta Minerva siguió siendo virgen, lo que no le impidió disputar el premio en el Juicio de Paris. Con el fin de triunfar sobre sus rivales, ofreció a su juez el conocimiento y la virtud. Sus ofertas fueron inútiles y concibió un gran despecho.
A veces conduce a Ulises en sus viajes, a veces se digna enseñar a las hijas de Pandora al arte de destacar en los trabajos que convienen a las mujeres, a representar flores y combates en obras de tapicería, incluso es ella la que embellece de sus manos el abrigo de Juno. En una ocasión se enfrentó a Aracne para comprobar cuál de las dos tejía más rápido. Para demostrarlo, Minerva le propuso una labor: una tela magnífica. Cuando Minerva vio la superioridad de Aracne, fue víctima de tantos celos que decidió convertirla en una araña (según cuenta Ovidio en Las metamorfosis), hecho por el que se conoce a Minerva como una diosa cruel. Esta escena fue representada por Velázquez en su lienzo Las hilanderas, actualmente en el Museo del Prado (Madrid).
Finalmente, es Minerva quien hace construir la nave de los argonautas según su dibujo, y quien coloca en su proa la madera que habla, cortada en el bosque de Dódona, la cual dirigía su rumbo, les informaba de los peligros y les indicaba los medios de evitarlos. Bajo esta metáfora es fácil reconocer el timón de la nave.
Ovidio llamaba a Minerva la «diosa de las mil obras». Fue adorada por toda Italia, aunque sólo en Roma adoptó un carácter belicoso.
Los romanos celebraban sus fiestas del 19 al 23 de marzo, durante el día que se llamaba, en plural neutro, Quinquatria, es el quinto tras los idus de marzo, el decimonoveno, la fiesta de los artesanos. Una versión menor, las Minusculae Quinquatrus, se celebraba en los idus de junio, 13 de junio, por los flautistas, que eran particularmente útiles para la religión. Minerva era adorada en el monte Capitolino como parte, junto con Juno y Júpiter, de la Tríada Capitolina. En la Roma actual puede visitarse la Piazza della Minerva cerca del Panteón.
En 207 a. C. se constituyó un gremio de poetas y actores para reunirse y hacer ofrendas votivas en el templo de Minerva en el monte Aventino. Entre sus miembros se contaba Livio Andrónico. El santuario de Minerva en el Aventino siguió siendo un importante centro para las artes durante la mayor parte de la república romana media.
En la Vida de Pericles de Plutarco, Minerva se aparece a Pericles en un sueño y le ordena un tratamiento concreto para un ciudadano de Atenas herido. El tratamiento curó al hombre y se erigió una estatua de latón en honor de la diosa.
En sus estatuas e imágenes se le da una belleza simple, descuidada, modesta, de expresión grave e impresionante nobleza, fuerza y majestad. Suele llevar un casco en la cabeza, una pica en una mano, un escudo en la otra y la égida sobre el pecho. Generalmente aparece sentada, pero cuando está de pie tiene la actitud resuelta de una guerrera, de aire meditativo y la mirada fija en altas concepciones.
Los animales consagrados a Minerva eran el mochuelo, el dragón y la hormiga o escarabajo. Se le dedicaban grandes sacrificios, de forma que en las grandes Panateneas cada tribu del Ática le dedicaba un buey, cuya carne se distribuía a continuación entre el pueblo. En ocasiones también la serpiente que se le relaciona con su astucia y la sutileza de su belleza con la sagacidad que este animal representa.
Toponimia del lugar:
La zona donde se ubica este vial se ha mantenido prácticamente igual que se encontraba en los inicios del siglo XX, si bien se han construido nuevos edificios, concretamente tres módulos de viviendas adosadas. No obstante, en la mayoría de los casos, el estilo arquitectónico y la vejez de los materiales empleados en la misma nos hablan de edificaciones antiguas, o al menos de más de medio siglo de edificadas.
Según narra el doctor Don Pedro Hernández Benítez, en su libro titulado Telde, fechado en el año 1958,... “Higuera Canaria es una toponímia que se refiere a la existencia de una gran higuera en el lugar, la cual al parecer fue plantada por los aborígenes y que permaneció durante mucho tiempo en el sitio, superando el período de la conquista”.
No sabemos con exactitud la verdad de esta última narrativa, no sabemos si es historia lo que nos cuenta el autor, pero como tenemos motivos sobrados para dudar de su imparcialidad ante los hechos que se pudieran catalogar de históricos y los que pudieran surgir como hijos de la leyenda (que no es historia), máxime en ciertos momentos en los que entra a calificar y descalificar personajes que menciona en dicho libro, erigiéndose en el templo donde cohabitan idílicamente la conciencia y la opinión de su lector, preferimos reservarnos nuestra opinión sancionadora.
Lo que es más cierto, es que tras el fracaso del ciclo agrario de la vid y la producción de vinos, la economía en las islas cae en picado debido a diversos condicionantes.
Uno puede ser que desde mediados del siglo XVIII los ataques de los piratas ingleses, holandeses y berberiscos a las naves que se dedican a la exportación de las cosechas hacia el Continente Americano, inciden directamente sobre la rentabilidad de este comercio.
Posteriormente las islas son azoladas por sendas plagas de langostas africanas que arrasan los campos en varias ocasiones, hasta llegar al fracaso total de la industria vitícola, tras la cual se inicia el cultivo del nopal para la cría de la cochinilla a fin de lograr los tintes naturales, pero que tiene una corta vida al lograrse en los laboratorios la fabricación de los tintes sintéticos de más bajo coste.
Estos reveses unidos a las epidemias de cólera morbo, el hambre canina o la fiebre amarilla, motivan a la población de los diferentes municipios a dispersarse ha zonas exteriores fuera de los núcleos poblados, donde por el exceso de construcciones, la concentración poblacional y las deficientes medidas higiénico sanitarias, se propiciaba el idóneo caldo de cultivo de las referidas enfermedades.
En los inicios del siglo XX, encontramos ya consolidada esa dispersión en nuestro municipio, que se manifiesta en diversos asentamientos como El Tabaibal, Jinámar, Caserones, Tara, Lomo de Magullo, Los Arenales o la Higuera Canaria, entre otros, los cuales aumentan progresivamente para dar origen a los barrios que hoy conocemos.
Por esta época se realizan muchas obras de infraestructura agraria, prospecciones de aguas, construcción de estanques, almacenes, apertura de carreteras agrícolas, etc.
Es en estos tiempos cuando la Higuera Canaria toma la forma actual y desde entonces se erige en el lugar idóneo para el cultivo de la naranja, gozando de fama y prestigio la calidad de las mismas, en todo el archipiélago.
La toponimia “Caserones”, viene de ser un lugar donde existían muchas casas de piedra y argamasa del poblado primitivo aborigen que allí se ubicaba, según aduce el Dr. Hernández Benítez, en su libro titulado “Telde”.
Aunque esta toponimia se pierde inicialmente a finales del siglo XVIII, se vuelve a retomar posteriormente en el año 1816, cuando aparece citándosele en documentos testamentarios como “Caserones” y “Caserones de Cendro”.
Fue siempre ésta una zona propia para el cultivo de secano, tales como: cereales y hortalizas, cultivos que generalmente se intercalaban en el de los tomateros, manteniendo esta tipología hasta mediados del siglo XX, fecha en la que acaba el esplendor de los ciclos de los cultivos de platanera y el tomatero, pero que se mantiene el de los cereales y hortalizas, aunque en menor medida.
Es a mediados del siglo XX también, cuando el sector de Caserones es diferenciado en dos barrios casi contiguos, Caserones Bajos y Caserones Altos; el primero, con unas edificaciones de tipología bastante diferenciada del segundo y con unos viales muy sinuosos, aprovechando aquellos caminos iniciales que discurrían por el lugar, mientras que en Caserones Altos, los viales son de una relativa reciente apertura, tal vez menos de medio siglo, con las edificaciones alineadas y un estilo constructivo más moderno.
Efemérides:
Un día tal como hoy, hace ahora mismo 1193 años, es decir el 21 de mayo de 822, al fallecer en el Emirato de Córdoba (España, el emir Alhakén I, le sucede su hijo Abderramán II que reinará hasta su muerte en 852, quien fue gran amante de la cultura. Durante su reinado, además de guerrear, fomentará las ciencias, las artes, la agricultura, la industria y atraerá a su ciudad los más ilustres sabios de la época. Se dedicará a embellecer su capital, hasta convertirla en un centro de las artes y las ciencias en Europa Occidental. AbÅ« l-Mutarraf `Abd ar-RahmÄn ibn al-Hakam, conocido como Abderramán II, nació en Toledo, en octubre-noviembre de 792 y falleció en Córdoba, 22 de septiembre de 852, hijo y sucesor de Alhakén I, fue el cuarto emir omeya de Córdoba desde el 25 de mayo de 822 hasta su muerte.
Parece mentira, pero hace ahora mismo 99 años, es decir el 12 de mayo de 1916, el periódico “La Provincia”, publica editoriales en favor de la neutralidad española en la guerra europea, iniciándose una campaña de coacciones al rotativo, promovida por ciudadanos extranjeros residentes en Canarias y que además mantenían relaciones con las potencias aliadas. Esta campaña, fue orquestada a nivel nacional y dirigida a suscriptores y anunciantes, a fin de hacer caer los ingresos económicos del periódico. En Madrid el gobierno conservador presidido por Eduardo Dato, había decidido mayoritariamente mantener a España neutral, porque en su opinión, compartida por la mayoría de la clase dirigente, carecía de motivos y de recursos para entrar en el conflicto.
Contemplando hoy este paisaje que nos ofrece el cauce del barranco de La Higuera Canaria, donde el verdor de los naranjos y limoneros dominan el trazado del mismo, no podemos evitar pensar que hace tan sólo unas cinco décadas, la frondosidad cubría los lomos situados a ambos lados, era una parte primordial de la Vega Mayor de Telde, pero que todo acabó como suele suceder en la historia de la humanidad con las buenas épocas o los ciclos agrarios, como si una dependiera directamente de la otra, por extrañas circunstancias.
Vemos de otro lado la contradicción de Minerva según los romanos o Atenea según la cultura helénica, pero que una misma diosa se represente la sabiduría y las artes y por otro lado las técnicas de guerra, no deja de ser una sinrazón o una contraposición entre la vida y la muerte.
En la mitología romana Minerva es la diosa de la sabiduría, las artes, las técnicas de la guerra, además de la protectora de Roma y la patrona de los artesanos. Se corresponde con Atenea en la mitología griega.
Cuando aprecio desdén en las expresiones o actuaciones de los españoles respecto a lo canarios, tildándonos algunos incluso de moros, no dejo de comprender con mucha resignación que puede ser el producto de la incultura o la ignorancia, ya que, en nuestro Archipiélago Canario nunca tuvimos ningún rey musulmán, ni bandera extranjera alguna.
Perdieron los aborígenes su libertad e independencia cuando la Corona de Catilla manda a finales del siglo XV varias expediciones de la peor calaña que tenía por aquellas tierras y en nombre de Dios y para gloria de los Reyes Católicos, destruyen una civilización, asesinan, ultrajan y esclavizan a un pueblo sano y humilde cuya civilización estaba en plena Edad de Piedra y tuvieron que enfrentarse a una de las potencias militares más avanzadas del entonces con armas de acero y de fuego, algo desconocido por los isleños.
Pero se ve que es cosa del mestizaje nacido del cruce de alguna visigoda y un musulmán, quienes sí estuvieron gobernando allí por más de ocho siglos, que lejos de reconocer a quienes le gobernaron y trajeron la cultura más avanzada del entonces como hiciera Abderramán II, le borran de los libros de historia y ensombrecen el engrandecimiento que trajo a la Península Ibérica.
Algo que no tiene parangón es que se gestara una campaña contra un periódico, por defender la neutralidad de la nación en la I Guerra Mundial y que ésta además fuera orquestada por extranjeros residentes en nuestras islas, haciendo un muy mal uso de la hospitalidad de la que siempre hemos destilado para con los foráneos. En barquitos de papel y por la Punta de la Isleta les mandaba para sus respectivas naciones, es fácil que no tengan escapatoria por las corrientes marinas del lugar.
Pero lo que no tiene desperdicio alguno, es que después de decidir el Gobierno de la Nación mantenerse en la neutralidad, el rey Alfonso XIII, manifieste abiertamente su descontento y disposición a entrar en el grupo aliado, acusando de cobardes a los ministros gobernantes. Algo parecido ocurrió con el conde Romanones, quien era partidario también de la participación en la contienda bélica europea.
Ante ello, yo que no entiendo mucho las cosas, menos entiendo que estas dos joyas que no eran víctimas de las carencias de artículos de primera necesidad, que se vivía en el país, con motivo de la inestabilidad política y económica, sumidos además en la crisis de posguerra que llevó a aquellos quijotes a perder sus últimas colonias en las Antillas, Filipinas o en Marruecos, cómo son capaces de manifestarse así, cualquiera que les oye piensa a lo mejor que son de los que estarían prestos para tomar un fusil e ir a primera línea de combate.
Qué fácil es decidir entrar en una contienda militar detrás de una mesa de despacho, a sabiendas de que no vas a dar un tiro ni para salvar tu propia vida. La valentía del monarca se demostraría años más tarde cuando huyendo de la crítica situación que dio paso a la II República, se exila y deja el país en la bancarrota gubernativa.
Sé que se podrían maquillar algunos detalles de estos pensamientos, pero no lo voy a hacer, simplemente porque lo he pensado así y esa es mi impresión, tan respetable como la suya que ahora lee esto, aunque no coincidamos en nada de lo expuesto.
Metemos en nuestra gena las bellas imágenes que el paisaje nos regala, a modo de fotos, junto al recuerdo de lo que hemos mentado en esta crónica y encaminamos nuestros pasos hacia el Naciente, nos vamos a la Playa de Melenara, en el sector de Taliarte, donde visitaremos la calle Miramar, a fin de conocer algo más del lugar y sobre esta toponimia, pero bueno, eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
Sansofé.
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