Recorremos hoy por la Urbanización Playa del Hombre, donde vamos en busca de la calle Mariano José de Larra, encontrando su inicio en la calle Lope de Vega, desde la cual, con orientación Naciente-Poniente y, tras recorrer unos 250 metros, aproximadamente, va a finalizar en la calle Tirso de Molina. Por el Norte linda con la calle Pío Baroja y por el Sur lo hace con la calle Lope de Vega.
Esta nominación aparece por primera vez en documentos censales referidos al 31 de diciembre de 1970, desconociéndose con exactitud la fecha de su aprobación, ya que, carecemos de documentación fehacientes al respecto.
En cualquier caso, desde entonces figura en el Callejero del distrito 6º, sección 12ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
Sinopsis de la nominación:
Mariano José de Larra nació el 24 de marzo de 1809 en Madrid, en la calle de Segovia, donde estaba situada la antigua Casa de la Moneda. En ella trabajaba su abuelo. Sus padres fueron Mariano de Larra y Langelot y su segunda esposa, María de los Dolores Sánchez de Castro. El padre, que era médico, se distinguió como afrancesado, ocupando el puesto de cirujano militar en el ejército josefino, durante la Guerra de la Independencia, por lo que en 1813, cuando el futuro autor tenía cuatro años, su familia tuvo que abandonar el país siguiendo al rey José I Bonaparte y exiliarse, primero en Burdeos y después en París. Gracias a la amnistía decretada por Fernando VII, la familia pudo regresar a España en 1818 y se estableció en Madrid, donde el padre se convirtió en médico personal del infante don Francisco de Paula, uno de los hermanos del rey Fernando.
Larra prosiguió en Madrid los estudios comenzados en Francia, y fue siguiendo a su padre en los destinos que iba ocupando en distintos puntos de España (Corella, 1822–1823; Cáceres, 1823–1824; Aranda de Duero, 1824 en adelante). En 1824 se instaló en Valladolid para estudiar en la Universidad. Aunque no se presentó a ningún examen ese curso, en octubre de 1825 aprobó todas las asignaturas.
Es considerado, junto con Espronceda, Bécquer y Rosalía de Castro, la más alta cota del Romanticismo literario español. Periodista, crítico satírico y literario, y escritor costumbrista, publica en prensa más de doscientos artículos a lo largo de tan sólo ocho años. Impulsa así el desarrollo del género ensayístico. Escribe bajo los seudónimos Fígaro, Duende, Bachiller y El Pobrecito Hablador. De acuerdo con Iris M. Zavala, Larra representa el «romanticismo democrático en acción». Lejos de la complacencia en las efusiones del sentimiento, Fígaro sitúa España en el centro de su obra crítica y satírica. Su obra ha de entenderse en el contexto de las Cortes recién nacidas tras la década ominosa (1823–1833), y de la primera guerra carlista (1833–1840).
Prosigue sus estudios y en 1827 ingresa en los Voluntarios Realistas, cuerpo paramilitar formado por fervientes absolutistas, significados por su participación en la represión contra los liberales. Al tiempo empieza a escribir poesía, fundamentalmente odas y sátiras.
Sin embargo, será el periodismo satírico lo que saque a la luz a Larra. Con diecinueve años, en 1828 Larra publica un folleto mensual llamado El duende satírico del día. Será una serie de cinco cuadernos en la línea de las revistas de ensayos inauguradas en Inglaterra a comienzos del XVIII con The Spectator, de Addison y Steeles, y que en España representan El duende especulativo de la vida civil, El Pensador y El Censor, dedicados a la crítica de la sociedad de su tiempo. Larra firmaría con el seudónimo el Duende.
Larra no está sólo, sino que forma parte de un grupo de jóvenes inquietos y disconformes que se reúnen en un café de la calle del Príncipe en Madrid. La tertulia es bautizada como «El Parnasillo», y la frecuentan Ventura de la Vega, Juan González de la Pezuela, Miguel Ortiz, Juan Bautista Alonso o Bretón de los Herreros.
El 13 de agosto de 1829 se casó con Josefa Wetoret Velasco. El matrimonio fue desgraciado y acabaría en separación pocos años después; tuvieron sin embargo tres hijos: Luis Mariano de Larra, que fue un afamado libretista de zarzuelas, entre ellas El barberillo de Lavapiés, y Adela y Baldomera, que tenían cinco y cuatro años, respectivamente, cuando Larra se suicidó, en 1837.
En la noche del 13 de febrero de 1837 Dolores Armijo, acompañada de su cuñada, le visita en su casa (el tercer piso del número 3 de la calle Santa Clara), comunicándole que no había ninguna posibilidad de acuerdo. Apenas habían salido las dos mujeres de la casa, se suicidó de un pistoletazo en la sien derecha. Tenía veintisiete años. Su entierro, el día 15, fue multitudinario. Mientras el cadáver era introducido en un nicho del cementerio madrileño del Norte (situado detrás de la glorieta de Quevedo), el joven poeta vallisoletano José Zorrilla leyó un poema dedicado a Larra que conmocionó a los allí congregados.
En 1908 algunos de los representantes de la generación del 98, Azorín, Unamuno y Baroja, llevan una corona de flores a su tumba, homenaje que significa su redescubrimiento y la identificación del grupo con el pensamiento de Larra y su preocupación por España.
Toponimia del lugar:
La toponímia “Playa del Hombre”, viene desde el principio del siglo XVIII, por vivir en el lugar un hombre a modo ermitaño, durante varias décadas.
Fue una época en la que todo el sector eran terrenos de cultivos de tomateros, entre los cuales cruzaban carreteras de tierra que llegaban a otra que costeaba todo el litoral. Todo era natural, y tanto la flora como la fauna se encontraban en su plenitud.
Luego viene en los inicios del siglo XX el declive del agro canario y medio siglo más tarde se inician los procesos de urbanizaciones de las diferentes fincas, dando lugar al nacimiento de nuevos barrios y urbanizaciones con asentamiento poblacional importante. De la consideración pueblerina se pasa en poco tiempo a la de Ciudad.
Por mor del fracaso en la exportación de los productos agrícolas de la isla, se dejan de plantar los terrenos y la desaparición del agro canario, se nos quiere permitir por dos fuentes nuevas de generación económica, tales como la construcción y el turismo, con el consiguiente sector de servicio que llevan aparejados, pero todo ello a tontas, a locas y a ciega, sin una previsión de sostenibilidad mínima.
En este lugar, allá por los inicios o mediados de la década de 1960, una empresa constructora denominada Alvo y Panorámica, S.L., inicia las labores de apertura de calles y dotación de todos los servicios propios de la urbanización que hoy visitamos. La misma constructora edifica los primeros duplex y los vende, luego aparecen los propietarios particulares que invierten haciendo gala mayoritariamente, de una economía sumergida que propició luego el desencanto en sendas crisis del sector.
Todo ello nos ha llevado en unas décadas a la lamentable situación económica en que nos encontramos y esa dichosa crisis que algunos quieren justificar con la explicación de que es a nivel europeo o mundial, pero que en todos los casos ha sido por falta de sensatez en las inversiones, tanto de propios como de extraños, tanto de los gobiernos reinantes como de los ciudadanos pasotíles, todo el mundo se embarcó en préstamos e hipotecas que luego no se han podido liquidar, conduciendo a la mayoría social a este barrizal donde la economía fluctúa con el soplo de una simple brizna de aire.
De esta época tenemos muy buenos recuerdos del trabajo a destajo, de muchos compañeros delineantes y albañiles, de técnicos como Don Enrique Sánchez García o de inversores como Don Félix Alvo, toda una excelente persona en el trato laboral y personal. Lástima que falleciera tan joven.
Efemérides:
Sucedió un día tal como hoy, hace ahora mismo 276 años, es decir el 5 de febrero de 1739, llega destinado a Gran Canaria el obispo Juan Francisco Guillén, cuyas bulas fueron expedidas por el papa Clemente XII. Estando ya en la isla, organizó una visita a Lanzarote y Fuerteventura y poco antes partir, la ciudad capitalina es atacada por el pirata inglés Charles Windon. Los isleños, organizados en milicias rurales en su mayoría y la exigua soldada, emprendieron una feroz defensa ante el invasor, mientras el obispo montado a caballo recorría las diferentes posiciones alentando a los combatientes. Por esta acción mereció el elogio del rey Felipe V, quien además accedió a liberar a las islas Canarias del impuesto del 10%, obligado a tributar por parte de la ciudadanía.
Hoy se cumplen 103 años, de aquel 5 de febrero de 1912, día en el que se produce la botadura del acorazado "España", el primero de los barcos de guerra construidos tras los daños sufridos por la Armada española en las guerras de Cuba y Filipinas. El acorazado España se comenzó a construir el 5 de diciembre de 1909 y en su botadura, el acto fue presidido por los reyes de España Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg y fue entregado a la Armada el 7 de septiembre de 1913. A bordo del España, se celebró la reunión entre Alfonso XIII y el Presidente de Francia Raymond Poincaré, en la visita que éste, realizó a Cartagena. En junio de 1914 realizó las primeras pruebas de artillería, en las que demostró que era capaz de disparar simultáneamente las 8 piezas de 305 mm por una sola banda en combate de derrotas paralelas, y 6 piezas en caza o en retirada.
Contemplando el batir de las olas contra la costa y pensando las tantas veces que éste se produce en el día, durante los meses, años o siglos, durante todo el tiempo en el que los mares se separaron de la superficie de la tierra, nos damos cuenta de lo ínfimos que somos frente a la propia naturaleza. Jamás el hombre conseguirá, por muchos adelantos que logre en las ciencias o la tecnología, crear algo tan sublime.
Analizamos las controversias que se producen en la vida de Mariano José de Larra y, la disparidad de ser considerado uno de los críticos más sátiros de la sociedad política de aquel entonces frente a la representación más alta del romanticismo literario, romanticismo que le llevaron a acabar trágicamente sus días.
De otro punto de vista, vemos el abandono en el que siguen inmersas nuestras islas por parte de la “madre patria”, respecto a la defensa frente a las agresiones de piratas ingleses, holandeses, franceses o berberiscos, durante más de tres siglos y el imprescindible papel que juegan las milicias rurales, entre las que se destacan en diversos textos la valentía de las de Agüimes y Telde. En medio de todo esto, el arrojo del obispo Juan Francisco Guillén, animando a sus feligreses en la lucha contra el invasor.
Y por último, la construcción de una serie de acorazados, para seguir alardeando quijotescamente de no sé qué, ya que, el país estaba inmerso en la ruina total por la nefasta política y las consecuencias de la I Guerra Mundial, que limitó sobremanera el suministro de alimentos a todo el país, sumido en un arcaico sistema económico basado en una agricultura carente de maquinaria que le llevara a la evolución del cultivo extensivo. A ello se le podría sumar una nula industrialización del país, que nos situaba por debajo incluso de aquellos que habían estado participando en la contienda bélica.
Son etapas y hechos que conforman la historia de la humanidad, de la cual tal vez debiéramos aprender algo, para evitar precisamente pasar de nuevo por las mismas calamidades y los mismos sufrimientos. Cada ola que llega a la orilla es diferente a la anterior, pero cada una de ellas va erosionando la costa poco a poco.
Dejamos hoy aquí nuestro paseo, guardamos en nuestra gena cuanto hayamos podido encontrar de forma positiva y, emprendemos una nueva caminata hacia el Poniente, nos dirigimos al barrio de San Gregorio o Los Llanos, para visitar allí la calle Marino, a fin de saber algo más de esta nominación y del lugar de emplazamiento del vial, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos. Mientras tanto…cuídense.
Sansofé.
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