Hoy paseamos, en esta fresca mañana, por el barrio de Montaña Las Palmas, donde vamos en busca de la calle Levantada, cuyo inicio lo encontramos en la calle Desvío, desde donde con orientación Sur-Norte y, tras recorrer unos 100 metros, aproximadamente, va a finalizar en un lugar sin salida, en plena falda de la Montaña Las Palmas, con proyección hacia el Camino de El Viso.
Al Poniente tiene la calle Desvío y al Naciente la calle Chascona.
Esta nominación fue aprobada por el Ayuntamiento Pleno en sesión celebrada el día 29 de enero de 1996, pasando desde entonces a formar parte del Callejero correspondiente al distrito 3º, sección 3ª del Censo Municipal de Habitantes y Edificios.
Es ésta una zona de edificaciones de viviendas rurales y como tal la tipología urbanística es irregular, existen edificaciones adosadas y otras que guardan separación entre medianerías.
Generalmente se da la circunstancia de que es la zona típica de la vivienda autoconstruida y fuera totalmente de ordenación urbana, dentro del Plan General de Ordenación Urbana, en el que se crea la figura de la Vivienda Rural tipificada anteriormente.
En esta zona las nominaciones fueron adoptadas en la misma sesión plenaria y todas ellas guardan analogía entre sí, refiriéndose a las diversas mañas de la lucha canaria en su mayoría.
Sinopsis de la nominación
Levantada, es el nombre con el que se conoce dentro de la Lucha Canaria, a una maña que consistente, como su nombre indica, en suspender al contrario, levantándole del suelo por el muslo o por los calzones y, desequilibrándolo, dar con él en tierra, arrojándole por detrás de la cabeza, por el hombro o doblándolo hacia atrás.
Es un lance en que el atacante gira un poco hacia la derecha, atrae y levanta al contrario tirando de las perneras del pantalón y luego tira hacia arriba y hacia la derecha con su mano izquierda, al tiempo que con la derecha tira hacia abajo, para derribarlo
La levantada toma el nombre de cadera, cuando la elevación se hace con el brazo izquierdo y a la vez se ayuda con la cadera. Está compuesta de tres tiempos: en el primero se ciñe fuertemente con el brazo derecho la espalda del adversario, haciéndole un movimiento de torsión de derecha a izquierda y se endereza con el cuerpo. En el segundo, se levanta cuanto se pueda con el brazo izquierdo y avanzando la cadera de ese lado se procura montarlo en ella, y ya en esta posición se deja caer al contrario. En el tercero se gira rápidamente de izquierda a derecha y levantando la pierna izquierda se da al contrario una violenta sacudida para despedirle, apoyándole a la vez la mano derecha en la pierna izquierda, todo lo más bajo que sea posible. Esta es la cadera más corriente; pero también se echa sobre la derecha, siendo los movimientos que se ejecutan inversos a los que quedan descritos.
La contra de esta mañana se suele realizar mediante la ejecución de “el garabato”, aprovechando que el contrincante se encuentra lo más cerca posible, enderezando el cuerpo, se mete la pierna derecha por entre las del contrario y enganchándosela en la izquierda, se corre la mano de la espalda a la cintura y se le dobla con violencia hacia atrás.
En otros casos se ejecuta lo inverso, o séase, tan pronto se traba la pierna al contrincante se le echa encima como si fuera a caer con él de espaldas, pero imprimiéndole un giro de izquierda a derecha, y cuando se logra desequilibrarlo, con una rápida torsión se varía la posición de los cuerpos de modo que en la caída se le lleve debajo
La lucha canaria es una de las manifestaciones culturales que más contribuyen a la identificación de nuestro pueblo y como tal, se constituye en una manifestación o conjunto cultural de nuestras islas, en el sentido más amplio, en verdadero deporte y hacemos especial hincapié o énfasis en ello, porque entendemos el deporte como recreación, como pasatiempo, placer o diversión; como ejercicio físico intensivo, sin fin utilitario inmediato, practicando con la intención de conservar o aumentar la agilidad, la soltura, la fuerza y la belleza en las formas; vencer dificultades y superar al adversario pero no para someterlo, doblegarlo o humillarlo sino para demostrar y poner de manifiesto unas mejores aptitudes.
La lucha, en un sentido general, es uno de los deportes más primitivos que el hombre ha practicado, como lo confirman las escenas esculpidas en los relieves sepulcrales de Beni Hassan en Egipto, demostrativas de que la lucha se ejecutó y fue conocida en el año 3000 antes de Jesucristo. También existe una escultura de lucha del siglo XIII en la fachada de una casa de Chatrés, con la particularidad de que los contendientes aparecen vestidos con unas batas.
Existen grabados y relatos, realizados por los primeros cronistas venidos a la conquista de la isla, en los que se especifica la nobleza de este deporte autóctono.
Hemos conocido verdaderos artistas en la ejecución de luchadas y se nos viene a la mente el teldense Agustín Mayor, quien con frecuencia amagaba con una falsa levantada, a la cual renunciaba al momento y cuando el adversario quería poner su pie en tierra, este se lo barría con un limpio ganchillo, acostándole en el aire. Era la forma elegante de observar como un hombre de no excesiva corpulencia pero con bastante poder en sus brazos, vencía a verdaderos colosos, era un luchador muy elegante en sus ejecuciones.
Toponimia del lugar
Recordamos el lugar en la década de 1960, como un páramo de muy pocas viviendas con sus correspondientes corrales de cabras y el obligado gallinero, pequeñas cadenas de cultivos de maíz y hortalizas, los caminos polvorientos de tierra amarillenta y apiconada, delimitados por hileras de pitas o tuneras, entre las cuales observábamos como se escondían los lagartos o los conejos.
Fue una de las zonas a las que se trasladó parte de la población que a finales del siglo XVIII residía en las inmediaciones del Casco Urbano, población que se vio abogada a realizar una diáspora, huyendo de las epidemias del cólera morbo y la peste porcina, por la falta de medidas higiénico-sanitarias que existía en el mismo.
Los grandes cultivos habían sido diezmados por sendas plagas de langosta africana y la incidencia negativa de una extremada sequía, fueron el caldo de cultivo para que a mediados del siglo XIX hiciera su aparición la llamada “hambre canina”, falleciendo gran parte de la población.
Estas circunstancias hacen emigrar un importante número de personas a las afueras, constituyéndose pequeños núcleos diseminados que posteriormente dan vida y forma a los diferentes barrios que hoy conocemos, cual es el caso de Montaña Las Palmas. Esa población sobrevive con pequeños cultivos de cereales y hortalizas y una ganadería muy escueta, ambos para sustento propio y cuando más para el trueque con otros vecinos.
El paisaje no se ha cuidado en absoluto, se ha permitido la construcción de edificios de todo tipo y color, la anarquía continúa viva, por desgracia para aquellos que nos sentimos hijos de esta tierra, lo que es debido a la obra y gracia de los políticos de estas ultimas cuatro décadas, ya que, han colaborado con total ausencia de autoridad en una feria de despropósitos que rayan la tolerancia o cuando menos la complicidad con las infracciones urbanísticas y ecológicas, lo que nos hace dudar del amor que puedan sentir por nuestro municipio hasta el punto de ostentar la autoridad representativa, aunque alardeen de ello.
El paso del tiempo ha dejado un ejemplo claro y muy duro, ese corte que a modo de cicatriz presenta la Montaña Las Palmas, al haberse permitido la explotación de una industria extractiva de “lapilis o picón” en la década de 1950, robando a la madre naturaleza los productos que desde su interior salieron a la superficie en una de esas tantas erupciones volcánicas de finales del período cuaternario.
Otra circunstancia bien distinta es la desaparición de la colonia de palmeras canariensis que debió existir en la falda poniente de la montaña y que dio en su momento el nombre al lugar como “Montaña Las Palmas”. En este caso no sabemos cuales fueron las causas o motivos de tal masacre, si la explotación del suelo o el desalojo del mismo en labores de rochado para el posterior cultivo, cosa ésta última que dudamos por la constitución caliza y arenosa del mismo, de baja calidad agrícola. Aunque no nos extraña que alguno pretenda culpar al famoso “picudo rojo”, si bien, era desconocido por aquel entonces, no se había traído de Marruecos para la explotación turística del sur de la isla, como hace unas décadas.
Efemérides
Un día tal como ayer, hace ahora mismo 372 años, es decir el 18 de junio de 1642, tiene lugar en la Ciudad de Telde, el sepelio de García Tello Osorio, donde había fallecido el día anterior. Tello Osorio había nacido en nuestra ciudad en la segunda mitad del siglo XVI y fue racionero de la Catedral de Canarias, a la que hizo importantes donaciones, como una imagen del Niño Jesús y otra de San Juan Bautista, que se conservaban dentro de una urna en la capilla lateral dedicada a San José. A su muerte dejó un importante patrimonio bien testamentado. La vivienda de García Tello, en Las Palmas de Gran Canaria, posteriormente paso a ser propiedad de los herederos de la casa Manrique.
La conocida Finca de Osorio, ubicada en el municipio de Teror, fue adquirida por el Cabildo Insular a dichos herederos, en el año 1981, conservándose actualmente como espacio natural y desde 1986 dispone de un Aula de la Naturaleza, cuyo objetivo principal se dirige a la educación medioambiental. Cuenta con un albergue para grupos organizados La Finca de Osorio es quizás el recinto natural por excelencia de Teror. Forma parte del mítico Parque Rural de Doramas, del que se tienen noticias desde antes de la conquista, ya que, constituyó uno de los bosques más importantes de la isla, por aquel entonces abundante en brezales, laurisílvas y otras especies endémicas.
Situada a unos dos kilómetros del Centro Histórico de Teror, la Finca de Osorio ocupa una superficie de 207 hectáreas, en las que discurren caminos, montañas, barranco, tierras de cultivo y bosque. Tradicionalmente estas tierras pertenecientes al mayorazgo de los Manrique de Lara se dedicaron a cultivos ordinarios (millo, trigo, papas y frutales), además de poseer una variada riqueza forestal. En su recinto se han conservado restos de bosques de laurisílvas y una amplia extensión está cubierta por castañeros. Entre las diferentes unidades de la finca, y especialmente en la parte de mayordomía, discurren senderos que fueron plantados con árboles procedentes de Europa y de América del Sur, tales como el ombú, la araucaria, el alcornoque y la encina.
Hoy precisamente se cumplen 70 años, de aquel 19 de junio de 1944, día en el que se produce la batalla del Mar de Filipinas. En el marco de la Segunda Guerra Mundial, la Flota Combinada japonesa y la Quinta Flota de los Estas Unidos, se enzarzan en una de las principales batallas aeronavales, cerca de las islas Marianas, la cual finalizará al día siguiente con la victoria estadounidense, siendo un completo desastre para las fuerzas japonesas, que perderán la casi totalidad de su aviación naval embarcada, así como, dos tercios de los portaaviones participantes en estos combates, con lo que la armada aeronaval japonesa ya no podrá en adelante, ser considerada una fuerza capaz de participar en ningún tipo de operación.
Fue esta batalla aeronaval durante la Campaña del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, y que enfrentó a la Armada Imperial Japonesa y a la Armada de los Estados Unidos en el mar de Filipinas, cerca de las islas Marianas, entre el 19 y el 20 de junio de 1944, durante la ocupación por las tropas estadounidenses de la isla de Saipán (batalla de Saipán) para posteriormente invadir la isla de Tinian (batalla de Tinian), dos islas de las islas Marianas del Norte. Esta batalla, que se enmarca en el cuadro de la Operación Forager, finalizó con un completo desastre para las fuerzas japonesas, Ello es así hasta el punto de que los pilotos estadounidenses acuñaron para esta batalla la expresión “The Great Marianas Turkey Shoot” (el tiro al pavo de las Marianas).
Tras la muerte del almirante Yamamoto en abril de 1943, el almirante Mineichi Koga se convirtió en el nuevo comandante en jefe de la Armada Imperial japonesa. La estrategia naval japonesa consistía por entonces en la defensa de un perímetro de seguridad en torno del Japón, que incluía las islas Salomón, las islas Gilbert y las islas Marianas llegando por el norte hasta las islas Aleutianas (territorio de Alaska ocupado por los japoneses). Tras los éxitos del general Douglas MacArthur en la Campaña de Nueva Guinea, así como de las incursiones aéreas estadounidenses sobre la base naval japonesa de Rabaul desde el otoño de 1943, con el consiguiente desgaste para la flota japonesa, parecía evidente que ese perímetro de defensa ya no podía incluir ni las islas Salomón, ni las Gilbert, ni las Marshall.
Generalmente, el ser humano, es muy dado a depreciar los hechos que han sucedido con anterioridad y de paso dejar en un absurdo anonimato a los protagonistas de aquellos, lo hace de forma sistemática, sin comprometerse a valorar la valía de aquellos en el pasado y, la incidencia de los mismos en su actual estatus.
Tal vez este comportamiento sea el reflejo de un afán desmesurado de minimizar el reconocimiento del paso del tiempo y, la consecuencia de aquellos hechos en su propio presente, sin los cuales de igual forma, la situación sería totalmente diferente.
Me refiero al reconocimiento, examen y catalogación de la historia inmediata y la repercusión de ciertas actuaciones y formas de ser de quienes nos antecedieron, a fin de adquirir la sabiduría y comprensión de un comportamiento mejor encaminado a la coexistencia dentro de nuestra sociedad, en definitiva, aprender de la tradición como un legado que nos ha sido dado con el sacrificio de otros que ahora ya no están y que nos puede dotar de algo muy importante y efectivo, la experiencia del saber vivir.
Este tipo de abandono o no reconocimiento en el momento y en la posteridad de la valía de nuestra gente, supone a todas luces una lesión directa a nuestras señas de identidad, ya que, nuestra actual forma de ser y el estatus en el que nos desenvolvemos, es el fruto de la suma o conjugación de todas ellas.
Mantuve cierta amistad, casi a diario, tomando café a primera hora en el Bar de Buenaventura con un grupo de seis o siete personas (todos ellos mayores que yo), entre las cuales se encontraba José Rodríguez Franco “El Faro de Maspalomas”, todo un coloso de algo más de dos metros de altura, con un poder físico extraordinario y con un carácter noble y humilde, tal vez producto de las vivencias y la superioridad que mostró en la práctica del deporte autóctono de la Lucha Canaria, desde muy joven.
Cuando le conocí era una persona mayor, pero así y todo, su saludo se cogía toda mi mano, la cual apretaba con delicadez (para mí con excesiva fuerza) y luego me saludaba cordial y cariñosamente: “¡Hola pollillo!
Lo admiraba, porque durante muchos años fue invencible en la práctica de dicho deporte en todo el Archipiélago Canario, con una poderosa levantada que luego remataba delicadamente poniendo a su adversario de espaldas a la arena, pero destilaba nobleza y humildad.
Cinco aparte, pueden ser las narraciones verbales que de él y los otros contertulios, de la misma edad aproximadamente, pude escuchar sobre muchos hechos ocurridos en nuestro municipio durante la Guerra Civil o la falsamente mitificada historia de Juan García Suárez, el tristemente famoso “El Corredera”, del cual fue coetáneo. José Rodríguez, instauró una tradición que es el “Levantamiento del arado”, la cual siguió posteriormente su hijo el compañero Santiago Rodríguez y un nieto, ejercicio físico en el que se demuestra una combinación de destreza, fuerza y equilibrio.
Similar puede ser el caso de la importancia que a nivel insular tuvo en su momento, hace casi cuatro siglos, el teldense Don García Tello Osorio, un perfecto desconocido en nuestro municipio e incluso en nuestra isla, de no ser por el nombre de la famosa finca terorense, procedente de su patrimonio, en cuya visita, hace unos tres años, sentí algo especial por este ignorado personaje.
Pude comprobar al consultar documentos en el Museo Canario, sobre la historia de las milicias isleñas que tanto sacrificio entregó en la defensa de las islas en el siglo XVII, contra los ataques de los piratas holandeses, ingleses, franceses o berberiscos, la especial reseña que se hace de los milicianos de Agüimes y Telde, por la valentía, bravura y conocimiento del terreno, así como, la colaboración, con su propio patrimonio, en el sostenimiento de estos últimos por parte del señor Tello Osorio.
Labor minimizada hasta el punto de hundirla en la oscuridad de la ignorancia y enterrarla en unos legajos del archivo, en el mencionado museo, ante lo cual me pregunto sobre dónde ha ido a parar el reconocimiento y el agradecimiento de los canarios hacia personajes de esta valía. Luego pienso, cuán diferente serían las cosas hoy en día, de no haberse dado aquellos hechos y aquellas entregas.
Somos tan poco agradecidos con aquellos personajes que nos han antecedido, que esa falta de interés nos sume desde el desconocimiento, en el mundo oscuro de los errores y, en más de una ocasión, metemos la pata en acciones que ya se han dado en otras épocas y cometemos los mismos errores, por el desconocimiento de las mismas, por no aprovechar la sabiduría transmitida y escrita en el legado de la identidad, que conforma nuestra historia.
Dejamos aquí nuestra intervención de hoy, guardamos en nuestra gena todo lo positivo que hayamos podido tratar y, nos vamos hacia el Naciente, concretamente al barrio de San Juan, donde visitaremos la calle Licenciado Calderín, con el fin de conocer algo más del lugar de su ubicación y sobre este personaje ligado a la historia del municipio, pero bueno… eso será en la próxima ocasión, si Dios quiere, allí nos vemos.
Sansofé
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