La importancia que desde siempre han tenido las fiestas de San Gregorio que se celebran en Los Llanos de Telde, hace que las mismas generen a lo largo del tiempo, un amplio y variado estado de opinión, desde ópticas distintas, de acuerdo con la etapa de vida correspondiente con el opinante , con lo que cada individuo podría añadir, pasajes, anécdotas y situaciones que podrían contribuir al enriquecimiento del conocimiento de este laborioso y, desde siempre , pujante barrio sin duda el más emblemático del municipio.
Si por antonomasia, son las fiestas de un lugar las que en cierto modo revelan el carácter y personalidad del mismo, no es menos cierto que en Los Llanos de San Gregorio, éstas han sido desde siempre gran parte del reflejo de la sociedad teldense.
Tendríamos que trasladarnos al ayer, casi hoy, de estas fiestas donde el definido carácter social, encorsetado entonces, hacía de las mismas motivo de liberación de una sociedad ávida de elementos lúdicos.
Esto nos da ocasión para vislumbrar escenarios y ambientes que han quedado prendidos en la memoria, como testimonio de un pasado que se revive en el recuerdo.
En la añeja plaza de San Gregorio, felizmente recuperada, desde hace años, en su configuración inicial, afloran imágenes fugaces, y cotidianas reuniones a modo de nonatas tertulias, en perfecta confabulación de encuentros entre jóvenes estudiantes y de diferentes profesiones, y personajes mayores muy populares entonces, y de recuerdo imperecedero para todos los que les conocimos, en un constante intercambio de ideas, frases y anecdotario que contribuían a enriquecer nuestros conocimientos en formación, y en un permanente sarcasmo e ironía que era el límite que nos permitíamos y a veces ante la disimulada observancia del guardia de turno. Era el reflejo de la situación social del momento.
La afortunada decisión, desde hace años, de instalar en sus alrededores un monumento al gremio de los betuneros, refleja la importancia que tuvieron durante muchas décadas en su destacamento laboral que era esta plaza y que formaron parte importante del paisaje humano en la misma, en permanente presencia de animación y labor.
No es nuestro propósito aquí, describir todo el amplio y variado tejido comercial que movilizaba la amplia zona que conformaba Los Llanos. Para ello tendríamos que trazar sendas rutas, que tuvieran su centro neurálgico en esta Plaza e ir describiendo, siquiera sólo con el nombre de sus titulares, las distintas actividades, comerciales, profesionales o artesanales que dinamizaban este laborioso barrio, lo que haría muy prolijo este esbozo. Pero en nuestra retina quedó prendida, a modo de ejemplo, en nuestros primeros años la visión que impresionaba ver, por ejemplo, la perfumería Gravi llena de juguetes colgando del techo, económicamente inalcanzables a pesar de nuestras primeras ilusiones, o los olores que desprendían , al pasar por la acera de la perfumería Medina.
Son dos pequeños ejemplos de los innumerables que se podrían evocar de toda una época.
Pero también en nuestro diario camino hacia nuestra casa, situada en el entonces entrañable Cascajo, nos quedaron grabado otros lugares de encuentros como el famoso cafetín de Calderín , de citas en frías madrugadas para degustar el agua de manzanilla o hierba luisa en el que era un verdadero experto, u otros como el de Pepito “el Cubano” situado frente a la parada de coches piratas, y más arriba el del Talayero ya cerca del desaparecido cine Atlántico, de cuya megafonía que como preludio a la diaria película , inundaba todo el amplio ambiente cuasi familiar de entonces , “ más amor amor amor´, amores ....” y cada día más amor..., o a Juanito Segarra con su canción “no te puedo querer”, y el Bar “de la noche” en el entonces llamado Parque de León y Joven, siempre en permanente vigía.
De singular mención el de Buenaventura, lugar de reunión cada tarde de casi todo el claustro de profesores de aquel entrañable Instituto Laboral, en el que nos formamos tantos alumnos de diferentes lugares, desde Valsequillo hasta la zona sur y otros lugares limítrofes, en animadas tertulias donde se alcanzaba un nivel social acorde con este característico lugar desde siempre.
La librería de D. Blas, casi la única que había entonces por este entorno y más arriba la tabaquería de Tomás Gil. Puntos de encuentro de todos los estudiantes donde adquirían el material escolar necesario, y posteriormente la librería situada en los bajos del quiosco de la música,
en la plaza de San Gregorio, también muy visitada por los estudiantes donde igual se adquiría una libreta, como se sellaba una carta para el pariente que estaba en el cuartel.
Atrás quedan aquellas fiestas de San Gregorio, casi siempre itinerantes, en la instalación de casetas y atracciones, ya que cada año cambiaban de lugar de instalación, tal como en la Plaza del Mercado vieja, o también a lo largo de la calle Alférez José Ascanio , el Roque, El Cascajo etc., por necesidad del desarrollo, a la usanza, especialmente la circulación viaria en la calle principal, que era el lugar utilizado para los paseos vespertinos en días de fiestas , entre el entonces llamado parque de León y Joven y el cinema Telde y cine Cervantes, o también por mor del conflicto del Sahara para dar rapidez a las ambulancias que constantemente transportaban los heridos, a los centros sanitarios de la capital, que llegaba de aquellas tierras africanas por el aeropuerto de Gando.
Pero cualquiera que fuera la ubicación del ferial, siempre quedaba como centro de animación la Plaza de San Gregorio donde, con una inusitada iluminación , desde el quiosco de la música con altavoces proyectados en todas direcciones, para que llegara a todos los rincones, se emitía música casi siempre emanada del tocadiscos de la época, y hasta llegamos a contemplar las primeras actuaciones de un niño que se hacía llamar Joselillo Velásquez que ya despertaba admiración, hoy nuestro universal José Vélez. Y todo este ambiente de fiesta envuelto del otoñal olor a castañas asadas de Salvadorito, entre el ruido monótono de las ruletas de juego que rodeaban la Plaza. Y por supuesto la procesión del Santo Patrono, siempre en horas del mediodía que contaba, habitualmente, con una impresionante asistencia de fieles.
Hoy caminando sigo oteando con la mirada con otra expectativa, ya que no voy a divisar las sombras que en otro tiempo tenían sentido y reflejo de un entonces presente trajinoso, y que formaba parte del paisaje humano que hoy se difumina en la memoria caducada.
Lo que ya será irrepetible, es parte del paisaje humano que era segmento importante de la idiosincrasia de este barrio, señal inequívoca del irremisible transcurrir del tiempo.
Y el ayer, cerca de hoy, el que evocamos como testimonio del floreciente devenir de unas fiestas, entre el ambiente entrañable de entonces y la magnificencia con los medios actuales para celebrar las mismas, que nos dicen de la vitalidad de lo que siempre ha sido el barrio de Los Llanos de Jaraquemada como parte fundamental de una ciudad que hoy alcanza la categoría de Grande.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.222