a estrategia que está siguiendo Israel para responder al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre se le podrían poner muchos calificativos. Estrategia salvaje, desproporcionada, genocida… Cualquiera de estas podría valer para definir esa masacre de civiles inocentes y ese inhumano asedio militar a todo un pueblo.
Pero, en un análisis frío, si obviáramos (que no se puede) tanta sangre derramada, también podríamos decir que la estrategia abanderada por Netanyahu es miope, muy miope. Hoy o mañana o quizás pasado podrá decirle a la población israelí que sí, que le han ganado a los terroristas de Hamás y que han vengado los crueles asesinatos de la turba fanática y cruel del día del Yom Kipur, pero mucho me temo que la sensación de victoria será solo un espejismo.
La violencia solo genera violencia y lo que se está gestando estos días en esa Gaza acosada con miles de familias destruidas para siempre es el caldo de cultivo para garantizar una o dos generaciones más de enfrentamientos y varias décadas más de odio.
De esos edificios hechos añicos por los bombardeos, de esos hijos huérfanos que han visto los cuerpos de sus padres desmembrados en las calles o de esa legítima percepción del palestino de a pie de que la comunidad internacional asiste cómplice a su destrucción brotarán como setas nuevos terroristas. Por eso a Hamás también le interesa que Israel sea tan miope, y tan violento.
Insisto, un Estado no puede ponerse a la altura de un terrorista. Sus armas solo deben ser el imperio de la ley y un escrupuloso respeto a los derechos humanos. A un Estado le debe mover la sed de justicia. No la venganza.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.115