
La transformación que están viviendo los medios de comunicación es de vértigo. Se abre un nuevo mundo donde aparecen oportunidades y aspectos positivos (por ejemplo, que esta columna pueda ser leída al instante al otro lado del Atlántico y que corra a primera hora de la mañana siendo compartida por diferentes grupos de WhatsApp y listas de difusión) y otros que no lo son y ahondan en la confusión (los recortes en las redacciones y la no distinción entre la verdad y la mentira, entre tantas otras repercusiones). Aún no sabemos el desenlace de todo esto y toca esperar.
Ahora bien, el aroma del periodismo de antaño tiene algo valioso que hoy admiramos desde la nostalgia y el rechazo a que desaparezca: una pieza informativa bien elaborada, una entrevista ejecutada por un redactor con frescura o ironía, los suplementos culturales… Ese otro cosmos en el que reina la intermediación y donde un profesional ejerce su oficio para bien de la opinión pública. Porque el periodista, como el representante político, son intermediadores. Cuestión distinta es la crisis de la intermediación (muy real) que padecemos en el presente y que zarandean a las democracias.
La noche del jueves despidió la temporada el programa ‘La noche en 24 horas’ dirigido por el gallego Xabier Fortes y que nos retrotrae a ese universo de entrevistas interesantes y tertulias donde aflora el pluralismo ideológico. De hecho, uno de los grandes problemas que tienen hoy los medios de comunicación de titularidad privada es que, con frecuencia, su pluralismo editorial ha sido reducido considerablemente al calor de la crisis. Quizá por eso sea en RTVE donde sobresalgan con más facilidad esos oasis de aquel periodismo; como también es el caso de Josep Cuní que capitanea el informativo nocturno de RNE.
Dice esto alguien que en el coche acostumbra a poner la radio. Y que en ocasiones se reconcilia con el mundo cuando por la mañana o al mediodía sintoniza, entre otras cadenas, RNE y escucha los informativos hechos en Canarias. El patrón clásico: presentador y escaleta de noticias enmarcadas en función de la importancia editorial y la sección (política, sociedad, justicia, agenda cultural, deporte y que no falte el parte meteorológico). En ese instante ese periodismo arroja orden y jerarquiza informativamente lo que será o ha sido la jornada. Algo tan elemental que está desapareciendo en el periodismo actual.
No es lo mismo el precio que el valor. A veces, no van de la mano. Y el periodismo debe ser valioso con independencia de los criterios empresariales. El periodismo en sí nunca fue negocio, salvo en las últimas décadas y hasta la Gran Recesión de 2008. Quizá, por todo ello, y a modo rocambolesco, todavía el periodismo mantenga el afán romántico que nos entronca con los latidos de la vida en sociedad.
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