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Jueves, 04 de Diciembre de 2025

Actualizada Jueves, 04 de Diciembre de 2025 a las 13:25:09 horas

Opinión

Vivo en un lugar

Reflexión de José Manuel Espiño Meilán, profesor, ecologista y escritor

JOSÉ MANUEL ESPIÑO MEILÁN Domingo, 11 de Junio de 2023 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 11 de Junio de 2023 a las 18:51:43 horas

Dedicado a la memoria de Adrián Negrín Cruz quien, con su limpia y creadora mirada, nos mostraba la belleza de los paisajes canarios y la vida que dichos espacios alberga.

 

El pasado lunes, cinco de junio, se celebraba el Día Mundial del Mediambiente. Albergo serias dudas sobre si fue un día para celebrar algo. Turismo insostenible, cambio climático, sobreexplotación de recursos, suelos agotados, contaminanación del agua, la tierra y el aire, invasión de especies dañinas, pérdida de biodiversidad…, y así podríamos continuar con una lista interminable de hechos y situaciones que siguen dañando de un modo irreversible el equilibrio del planeta. Lo grave y triste, es que sólo existe una causa reconocida para todos estos males y que, para mayor infortunio, es la única capaz de ponerle remedio: la acción humana. Una discutible gestión en el uso de los bienes esenciales para la vida y un uso ilimitado de todos los recursos de la Tierra, colocan al planeta al límite de su equilibrio, en una situación comprometida.

 

Nada cambió tras la pandemia a favor del planeta y de la vida que alberga. Muy al contrario, supuso un mayor empobrecimiento de las clases sociales más necesitadas y de los países más desfavorecidos, lógico resultado de políticas basadas en la inestabilidad permanente, en la falta de un real y no hipócrita compromiso con esa enorme parte de la población humana que sigue sumida en la miseria y el hambre y en la tibieza y permisividad ante el encarecimiento salvaje de todos los productos -entre ellos los alimentos-, y la decisión tomada por las grandes corporaciones y grupos económicos de no detener la locomotura del despilfarro y el consumo -consumir hasta morir-, a sabiendas de que en el camino trazado se juega la supervivencia de la especie humana.

 

Sólo un dato que habla por sí solo: Cada día vuelan, en los cielos de nuestro planeta, más de cien mil aviones que consumen más de trescientos mil millones de litros de fuel, artífices de que el cielo planetario jamas se encuentre completamente despejado y unos mil quinientos millones de vehículos circulan sobre la tierra, con los efectos consiguientes de contaminación sobre la tierra, el agua y el aire, similares a los producidos por la aviación. Estos preocupantes datos -unidos a los que nos proporcionan las industrias más contaminantes del planeta-, justifican en gran parte el porqué de las  aguas contaminadas en la mayoría de las cuencas hidrográficas, los millones de metros cúbicos de aire perjudicial para la salud humana a lo largo del mundo -esencialmente en las grandes ciudades-, de la enorme cantidad de tierras improductivas o contaminadas por agotamiento del suelo o uso continuado de pesticidas. Quiero unir a todo esto el número, imposible de calcular, por su dimensión y falta de control, de animales de compañía que viven, de un modo voluntario o involuntario cerca del ser humano, de las cuales unas se escaparán -aunque sea una cantidad pequeña del total, será siempre enormemente grande-,o serán liberados en el medio natural, poniendo en jaque a todas y cada una de las especies propias de un lugar -especies endémicas-. Sólo en nuestra isla, la silenciosa labor de la culebra de California y de los gatos domésticos y asilvestados, han puesto en peligro la herpetofauna y la avifauna endémica. Esto es sólo una pincelada del problema global. Es necesario ser muy optimista para que no cunda el desánimo. Claro que hay que luchar, claro que hay que denunciar cada agresión producida, pero los muros a derribar son enormes. Tal vez por eso, el Día Mundial del Mediambiente no fue para mí un día diferente. Y no lo fue porque no debería existir tal fecha sino que todos los días del año deberían serlo, haciendo innecesaria su existencia.

 

 Dos días antes de tal celebración se nos iba un artista de la imagen, un fotógrafo capaz de despertar la sensibilidad de las personas hacia el medio natural que nos rodea, tanto el propio de la naturaleza virgen -aquellos espacios apenas mancillados-, como el cotidiano de las playas, barrancos, calles y plazas ocupadas, transitadas, disfrutadas por los seres humanos, una persona que poseía la virtud de emocionar sin necesidad de palabra alguna, le bastaba con sus imágenes.

 

Conocí a Adrián hace muchos años, tras una cámara de fotos, en uno de sus periplos de senderismo realizados con el colectivo Turcón. Como fotógrafo que era, su discurrir por los senderos se medía en un tiempo distinto y una visión diferente. Ambas circunstancias se traducían al final en una colección de instantáneas peculiares, frescas y llenas de vida, capaces de registrar el espíritu de la ruta y la belleza de la misma.

 

Fue un gran amante de su tierra y ese cariño lo plasmó en miles de fotografías y cientos de vídeos. A través de su página web: “Vivo en un lugar…”, cuyo título quise tomar prestado para rendirle mi homenaje póstumo, las islas se presentan como un universo infinito, donde la geología, la flora y la fauna, la etnografía, la arqueología, el paisaje rural y urbano…, le permitieron una estética visual original y propia, convertida en intangible alimento del espíritu de miles de personas que hicieron suyas, la armonía, el cariño y el valor de unas islas afortunadas que hay que admirar pero que también hay que defender.

 

La foto que abre su blog encierra la belleza  de su corazón al exponer, de un modo magistral, la armonía y el equilibrio que albergaba su interior.

 

Se trata de una ventana geológica definida en su más mínimo detalle. En su interior, una imagen singular, un trío de ases: el tablón del Nublo, el Roque y la Rana. Adrián nos dirige la mirada hacia la majestuosidad de estos roques emblemáticos y en un guiño consciente busca el hermanamiento de este paisaje -palpable aún en su perfecta definición-, con un paisaje más lejano, el que nos oferta la isla de Tenerife y en ella, el majestuoso Teide, un impresionante estratovolcán con sus laderas cubiertas de nieve, destacando en el horizonte. Para soñar con el paraíso incorpora el mar de nubes que singulariza la presencia de nuestros alisios norteños y el cielo limpio que, sobre él, evoca cielos cuajados de estrellas y noches maravillosas.

 

La producción de Adrián ha sido extraordinaria. Dos centenares de vídeos, miles de fotografías que han tenido respuesta en las decenas de miles de visitas, acumuladas a lo largo de los años, resultado de una producción tan generosa.

 

He ahí una buena manera de recordar al autor, a la persona, al amigo. Doscientos vídeos suponen, minuto arriba, minuto abajo, seiscientos minutos de visionado. Unas diez horas de placer visual, en un tiempo, el actual, en que millones de personas pierden cientos de horas en la contemplación de anodinas e interminables series televisivas que nada aportan al conocimiento y mucho a la violencia y la insatisfacción del ser humano. Las creaciones de Adrián no dejan de ser una inmersión profunda en la belleza de la imagen, en la estética del mundo insular.

 

A la música y a las imágenes se une el cariño y el mimo puesto en los títulos da cada uno de ellos. Destaco un par de ellos, no por su calidad pues todos tienen una impronta especial que los hace únicos, sino por la subjetividad de quien esto escribe. El primero es el realizado como homenaja a los cielos de Canarias, titulado: “Llamando a las puertas del cielo”, con fecha de julio del 2019 y musicado con el tema: “Knockin´on Heaven´Dor” de Bob Dylan.

 

El segundo que destaco lo componen tres vídeos separados, cada uno dedicado a una etapa del Camino de Santiago en Gran Canaria. Precisamente ese es el título: “El Camino de Santiago en Gran Canaria". Durante quince minutos, Adrián anima a través de imágenes a todas aquellas personas que visionan su trabajo a realizar el periplo jacobeo, la ruta que, partiendo de Maspalomas, une los dos centros apostólicos: San Bartolomé de Tirajana y Gáldar, acompañados de la música de Edgar Fox y The animal kingdom con su tema “Gran Canaria” y la músca de Taburiente con las canciones: “Mi país” y “Busco mi espacio”.

 

En el último vídeo registrado en su blog, dedicado al Día de Canarias del año 2021, retoma imágenes de la senda trazada en este Camino de Santiago en Gran Canaria, -sin duda alguna un periplo que le conmovió-. Recupera históricos acueductos, bucólicos pastizales, ganados envueltos en la niebla, hermosos palmerales, pueblos y rincones con encanto, para ensamblarlos con increíbles floraciones en campos y pinares vestidos de fiesta primaveral e impresionantes imágenes de otros lugares de la isla que la hacen entrañable y valiosa. Acompaña esta vez sus fotografías con música de los Sabandeños.

 

Gracias Adrián por tu generosidad refrendada en tantas imágenes y en tantos vídeos donde el elemento común destacable es la belleza y el cariño de unos paisajes únicos, la amabilidad de la gente que los habita, la singularidad de sus especies exclusivas.

 

Tu sabías seleccionar la música que debía acompañar cada una de tus creaciones visuales para alcanzar el corazón de cada uno de nosotros. Sus acordes, la musicalidad de sus registros, la idoneidad de los temas escogidos, hermanaba con las imágenes que habías seleccionado consiguiendo un equilibrio tal, una armonía de conjunto, que uno deseaba conocer el sitio descrito, recorrer la isla, compartir la ruta aunque ya, sin dejar la pantalla donde lo estábamos visionando, uno sentía que no era necesario pues conocía perfectamente el lugar gracias al mimo y generosidad puesta por su creador en cada presentación.

 

Imposible disimular la triste emoción que me ha provocado tu partida, el dolor y el profundo sentimiento de pérdida. Tiro de recuerdos y el más vivo a tu lado había sucedido hace varios años, en la plaza de San Francisco. Te había llamado así, de pronto, como lo hacen los amigos de siempre sin necesidad de verse a diario. Recuerdo, como si fuera hoy, las frases que propiciaron el encuentro:

  • ¿Qué tal Adrián?
  • Bien. ¿Y tú, Espiño?
  • Igual. Como siempre caminando y escribiendo. Por eso te llamo. Quiero que la foto de autor de mi último libro me la hagas tú.
  • Sabes que no es el retrato, ni las imágenes de las personas mi fuerte. Son los paisajes y la vida natural que hay en ellos donde mejor me reflejo. No obstante, quedamos, hacemos algunas fotos y tu verás si te gustan.
  • Perfecto.

Y en San Francisco nos citamos, en ese barrio coqueto, donde la vida se pausa y trae la paz el silencio. Sus fotos buscaron mi rostro, sobre un banco, en el paisaje, luego en la fuente y el seto. Adrián buscaba el enfoque, yo me coloqué muy quieto.

 

La cámara registraba imágenes sin desvelo, se trataba del artista, de su profesionalidad y esmero.

 

Y ahora, sobre mi mesa, con un ejemplar abierto, en la solapa encuentro la instantánea de Adrián, mostrando un rostro sereno.

 

¡Qué grande tu corazón, amigo Adrián!

 

Entre esa miríada de estrellas que todos observamos en los cielos de nuestras entrañables islas Canarias, sé que te encuentras tú.

 

Me puede la emoción de tu ausencia, los recuerdos de tu generosidad cuando necesité tus fotos para homenajear a un amigo común: José Luis González Ruano. Precisamente una de ellas -la primera con que se inician las páginas impresas-, la foto de la Vía Láctea  que destaca con absoluta nitidez en las cumbres de Gran Canaria, tras las oscuras siluetas de robustos pinos canarios, tiene el sello inconfundible de tu  mirada.

 

Estoy convencido que su sonrisa de gratitud se habrá encontrado con la tuya, en esa paz eterna, en esa serenidad que se respira tras el encuentro de dos hombres buenos.

 

Adrián, mi buen amigo Adrián, si en esa eternidad encuentras un camino de estrellas que recorrer, de corazón te deseo ¡Buen Camino!

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