a ciudadanía ya ha dado su veredicto. Votó y decidió en las elecciones autonómicas y municipales del 28M. Y a la vista de los resultados, cada vez se hace más evidente que la gente huye de las mayorías absolutas. Casos como los de Moya, Agüimes, Valleseco, Tejeda, Mogán o Gáldar no son precisamente una tendencia al alza. Basta mirar al mapa electoral de la isla que depararon las urnas tras los comicios de este pasado domingo.
El mandato en muchos casos ha sido claro. Toca pactar. Y es sano, máxime en un momento como el actual y en una sociedad como la nuestra donde algunos reivindican la discrepancia como quien levanta un muro. El diálogo y el acuerdo son la esencia de la democracia. Y son, a mi juicio, el antídoto contra los extremismos y los radicalismos que tanto y tan bien medran en las redes sociales.
La diferencia enriquece y cuando dos o tres o cuatro partidos se sientan a ponerlas sobre una mesa y a buscar fórmulas de consenso que les permitan acercar posturas, en realidad no agachan la cabeza, ni se bajan los pantalones, ni se rinden, como defienden los que viven de la intolerancia, sino que demuestran madurez política y altura democrática. Es justo eso lo que yo reclamo de las organizaciones que tendrán que batirse el cobre en los próximos días para conformar mayorías de gobierno en sus municipios.
Las únicas líneas rojas deberían ser la defensa del interés general y el respeto a los derechos y libertades de las personas, en igualdad de condiciones para todos. Si se dan esos parámetros de partida sobre la mesa y el foco está puesto en las personas, las siglas o las ideologías no han de convertirse en un obstáculo.
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