
Este domingo, 28 de mayo, los y las teldenses tiene una oportunidad. Por supuesto que la ciudadanía hace bien en reclamar mayor poder de decisión, pero su voto en estas elecciones autonómicas y locales tiene una fuerza y una influencia en su propia calidad de vida que tal vez muchas personas no calibran. Su decisión no es baladí en ningún caso.
Una parte de los impuestos que pagan, el estado de sus parques, de sus vías, la limpieza y la recogida de residuos, el estado de los colegios, el desarrollo de infraestructuras estratégicas o la ayuda que preste el Ayuntamiento a las familias con pocos recursos son solo algunas de las cosas que se ven afectadas por la papeleta que finalmente introduzcan en la urna.
Telde lo sabe bien. La ciudad ha intercalado tramos de su reciente historia -en los que avanzaba decididamente, con un desarrollo notable y un progreso reconocido dentro y fuera del municipio-, con otras etapas antagónicas en la que cayó en la ignominia, con su honor lastimado por la corrupción protagonizada por el PP y Ciuca, junto con políticas de estas formaciones que, amén del cierre o recorte de servicios, despidos y la quiebra económica del Ayuntamiento, degradaron la vida sociopolítica del municipio. Esto está en la hemeroteca, aunque a los que hemos vivido y trabajado en Telde toda nuestra vida no nos hace falta mirarla, pues ese nefasto recuerdo aun no se ha desvanecido del todo. Tenemos bien presente aquello de que un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.
“Hemos sacado la cabeza del pozo y ahora estamos en disposición de despegar, de recuperar la calidad de los servicios públicos que los teldenses reclamamos y merecemos”
En Telde queda mucho por hacer y por mejorar, no hay duda. Decir otra cosa sería estar alejados de la realidad, del sentir de los que aquí vivimos. Pero el que conozca el devenir de la ciudad en los últimos años se hará una idea rápida y cierta de una secuencia que no es tan compleja: del desprestigio y la bancarrota se pasó, a partir de 2015, a recuperar la credibilidad y el buen nombre y al saneamiento económico y la mejora de los servicios públicos. ¿Cómo? Recabando financiación de otras administraciones para reactivar las infraestructuras cuando no había dinero, con superávits presupuestarios sucesivos desde 2015, y pagando la enorme deuda heredada que estigmatizó a la ciudad. El esfuerzo de los hombres y mujeres teldenses nos permitió liquidar ese pasivo más de una década antes de lo previsto, pues en 2012 el Gobierno de entonces solicitó múltiples créditos bancarios y aparejó a ellos un severo plan de ajustes –un duro listado de recortes- y firmó su conclusión en 2032. Pero no, Telde se reveló y la seriedad y el rigor en la gestión provocaron que en diciembre de 2020 nos liberásemos de esa condena. Quien paga, descansa.
Así que a partir de 2021 hemos comenzado la verdadera recuperación de los servicios. Con el plan de asfaltado más ambicioso en décadas, con una inversión rotunda para mejorar el estado de los colegios, con la apertura de las escuelas infantiles, o con la renovación de la mitad de los parques infantiles, entre otras muchas cosas. También los datos económicos reflejan el cambio. La credibilidad del Consistorio y la seguridad jurídica han atraído la inversión de grandes empresas, lo que ha ayudado a una clara mejora en las cifras de empleo. Y sobre todo, hemos recuperado nuestro orgullo de ciudad, nuestro honor.
Pero, insisto, queda camino por hacer. El avance de Telde no se puede parar ahora. Cualquier análisis sosegado y mínimamente objetivo puede concluir que lo que se abandonó y recortó drásticamente durante mucho tiempo no se recupera en unos pocos años. Hemos sacado la cabeza y ahora estamos en disposición de despegar, de recuperar la calidad de los servicios públicos que las y los teldenses reclamamos y merecemos: una mejor limpieza de nuestras calles; unos parques y jardines que vuelvan a ser referencia (acabamos de licitar el nuevo contrato, como mayor presupuesto y con un aumento claro de operarios y maquinaria); que el asfalto llegue a toda la ciudad; que se complete la renovación de todos los parques infantiles; que las instalaciones deportivas y el fomento de la actividad física recuperen el brío de antaño; que la Cultura prosiga la senda que ahora transita y que impregne aún más la vida teldense; que se siga trabajando de la mano de las áreas industriales y de la zona comercial para continuar contribuyendo a la generación de economía y, por tanto, a la creación de empleo; que se refuerce la buena labor que desde los Servicios Sociales se ha hecho en estos años, y que podamos seguir rehabilitando viviendas y empezarlas a construir directamente; que el Plan de Jinámar renueve sus fuerzas para quedarse diez años más; que nuestro rico patrimonio histórico reviva; que el paseo marítimo se embellezca. Y tantas y tantas cosas, pero sobre todo una: que nuestro autoconcepto como pueblo sea cada vez más robusto, más ajustado a nuestro verdadero valor.
Para culminar el trabajo de estos años necesitamos estabilidad. Son muchas las personas que me están haciendo llegar su apoyo y su cariño. Creo que no imaginan cuánto ánimo me insuflan para seguir peleando por la mejora de la ciudad. Muchas veces me preguntan por qué no somos como Gáldar o Agüimes, dos ejemplos –liderados ambos también por Nueva Canarias- de como la honestidad, el esfuerzo y la buena gestión mejoran claramente la vida de las personas. Y les contesto siempre igual: si queremos ser como Agüimes o Gáldar necesitamos una mayoría amplia, estable y continuada en el Salón de Plenos, como la hay en esos municipios, un apoyo rotundo de la mayoría social.
Esa mayoría amplia nos permitiría trabajar con mayor tranquilidad y a velocidad crucero. Culminar la verdadera recuperación de la primera ciudad fundada en Canarias, que ya ha salido del pozo donde la metieron y mira su presente y su futuro sin cadenas y con toda la fuerza de quien se siente libre. Los y las teldenses caminamos ahora con la cabeza alta, lo que nos corresponde por población y por historia. Es el momento de que Telde despegue. Que nada ni nadie nos pare.

























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