
Las redes sociales han abierto un nuevo escenario en ese viejo conflicto entre el derecho a la información y el que ha de proteger la intimidad y la buena imagen de las personas.
Cuando las revistas del corazón o los programas televisivos de cotilleos varios revelaban detalles íntimos de personajes de la farándula, a veces ilustrados por fotos y vídeos, y los protagonistas, o afectados, según se mire, montaban en cólera, más de uno zanjaba el debate aludiendo a aquella máxima que rezaba: si una vez abriste la ventana o la puerta, la abriste para siempre; si una vez vendiste tu vida, ya no es solo tuya. Luego los tribunales, dependiendo del caso, daban la razón a unos a otros.
Lo cierto, decía, es que con la implantación del uso masivo de las redes sociales y la irrupción de los y las influencers expone-vidas-personales vuelve a estallar el conflicto, solo que a otra escala. Esta democratización del derecho a la fama colma los sueños de muchos y muchas que deseaban sentirse protagonistas o tener una legión de fans.
Y con ese afán, legítimo, convierten en parte sus vidas en una especie de circo o de espectáculo accesible y gratuito que no solo genera likes, sino que también, y cada vez más, renta en euros. Claro, cuanto más te expones, más quedas sometido al escrutinio público, y eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Algunas de estas estrellas del escaparate digital se enfadan con sus seguidores cuando se sienten criticadas o simplemente incomprendidas. Y lo peor es que a veces son el objeto de ataques despiadados y anónimos. ¿Se los merecen? No. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
Olga María Rivero Santana | Miércoles, 17 de Mayo de 2023 a las 08:16:31 horas
Como bien dice usted, hay "quién vende su vida" , pero hay quiénes hacen un esfuerzo para mantener al margen su profesión de su intimidad y hay quiénes no lo respetan. El "todo vale" para lanzar "exclusivas falsas", creo que de alguna manera se debe regular. La "libertad de exoresión" no puede ser "usada" de cualquier manera, sin unas normas o reglas del juego que garanticen el derecho a la intimidad y al honor de quiénes no quieren exponer sus vidas así.
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