
El espectáculo ha comenzado. Estamos oficialmente en campaña electoral y los carteles de los candidatos y candidatas, decididos a obtener algún puesto en el panorama autonómico, cuelgan sonrientes en los muros y farolas de nuestra ciudad. Durante dos semanas los medios de comunicación nos presentarán a políticos o aspirantes a serlos, repletos de promesas y desesperados por rascar algún buscan voto.
Pero es innegable que cada vez es mayor la desafección de la población hacia los políticos. Desde hace tiempo se ha instalado entre nosotros el sentimiento generalizado de que “todos son los mismos”. Y, sin embargo, nada hay peor para la convivencia y la democracia que esta idea de situar a todos en el mismo lado y pensar que es lo mismo blanco que negro.
Desgraciadamente, la ciudadanía sujeta a esa idea nihilista, dejará de ir a votar ese día. Una parte del electorado que dejará de acudir a las urnas será la juventud. Ni siquiera la emoción de emitir por primera vez su voto los llevará a votar. Esto es preocupante porque lo que supone para un futuro democrático y, me temo que, si nada o nadie lo arregla, en estas elecciones batirán récord.
Habría que recordarles el peligro de no acudir a votar, lo que implica que cedamos nuestro voto, nuestra oportunidad de hacerlo a aquellos que no la perderán y decidirán esta vez por nosotros. Habría que contar, en lugar de tantas palabras huecas, el peligro de dejar en manos de los otros nuestro destino.
Echo de menos una labor pedagógica seria, rigurosa que enseñe y recuerde a estos jóvenes una parte de nuestra historia. Esa que se empeñan en hacernos olvidar, amparados en quienes desean ocultar la realidad de una época reciente. Habrá que recordarles a esos jóvenes que en los cuarenta años de dictadura no existía el derecho al voto, ni los partidos políticos, o que los homosexuales eran encarcelados en campos de concentración como el de Tefía, en Fuerteventura, o que la mujer era considerada un apéndice del hombre, cocinera y esposa, sin autonomía ni derecho ni siquiera para abrir una cuenta corriente en el banco sin el permiso de su marido.
Habría también que recordar a los jóvenes y no tan jóvenes que existieron unos hombres y mujeres que dejaron su vida por sus ideales; simples jornaleros, maestros, carteros, sindicalistas que fueron torturados por el mero hecho de haber estado en una reunión sindical, o por pedir un sueldo digno. Personas inocentes que fueron apresadas y arrojadas a los pozos de nuestras islas, lanzados desde la sima de Jinámar o a la mar fea por las brigadas del amanecer, el brazo ejecutor de la represión falangista.
Hemos olvidado nuestra historia más reciente como si nunca hubiese existido, desconocemos nuestro pasado o tratamos de ocultarlo negando las huellas de la ignominia, abandonando nuestro patrimonio histórico, los lugares donde sufrieron y murieron tanta gente inocente. Mientras, la semilla de quienes, amparados en su credo y su ideología, fueron capaces de arrebatarle la vida a los otros, se refuerza y multiplica.
Habría que recordar la historia de Canarias más reciente, la represión terrible que sumergió a la población en el terror y en la desidia. Pero ese miedo permanece todavía en nuestros genes.
La juventud, por suerte, lo desconoce, pero nosotros deberíamos tener la obligación de recordarles lo que un día fue, precisamente para que no olviden que los derechos de los que disfrutan ahora no son inamovibles ni perennes y que, si no lo impedimos, pueden, ser arrebatados un día.

























Severo Ramirez | Sábado, 13 de Mayo de 2023 a las 18:23:24 horas
Señora Nieves su reflexión en su primera parte la comparto pero está pasando que a nuestros jóvenes los están adoctrinando en el pensamiento y único.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder