
Dedicado a mi buen amigo el escultor teldense Fran Celis -Francisco Celis Alemán-, autor del homenaje escultórico a la traída del agua de Lomo Magullo, obra realizada en piedra de Arucas en el año 2021 y que luce espléndida frente al centro educativo Padre Collado. En recuerdo a la ascensión a la montaña de Los Barros y al encuentro con nuestro yo interior y el de la montaña.
Destaca la limpieza en general de la montaña, pero si algún residuo se encuentra en este cono volcánico se encuentra en la cima. Es la zona de descanso, de recuperar líquidos, de comer algo y uno recuerda la montaña e Malfú, Cuatro Puertas y otros lugares de afluencia masiva con pequeños residuos abundantes, aunque dispersos, pero en este caso es preciso ser muy observador para encontrar algún resto y en tal caso es de recibo introducirlo en una bolsa que siempre debemos llevar en la mochila y retirarlo de la montaña. Dos latas de cerveza vacías, disimiladas en el interior de unos arbustos, media docena de cristales de botella, alguna tachas oxidadas cerca de la base de la cruz y unos varios restos de cartuchos fueron todo lo que encontré en mis paseos por la cima y que, tras depositarlos en una bolsa plástica incorporé, separados a mi regreso en los contenedores existentes en la carretera, al pie de la montaña, pues no olvidemos que aquí se encuentran algunas viviendas pertenecientes al pequeño núcleo urbano de La Breña y, próximos a ellas, disponen de contenedores específicos para residuos orgánicos, papel y plástico. Los pedazos de vidrio, junto a una botella de cerveza recogida cerca de la era, me acompañaron hasta Lomo Magullo, núcleo donde sí cuentas con contenedores de vidrio.
Camino sobre la cima, cresteando hacia el nordeste. Se percibe una senda apenas marcada pero que claramente se dirige ladera abajo en busca de las retamas blancas. Discurre sobre una suave ladera de picón cubierta de trebolina, muy agradable al paso. A los lados muchos cerrajones (Sonchus acaulis) e hinojos (Foeniculum vulgare)
Una aguililla se mece en las corrientes térmicas sobre la montaña. Sea ésta u otra, la presencia de uno o dos ratoneros (Buteo buteo insularum) ha sido constante en todas mis visitas.
Observo sobre el suelo de escorias compactadas algunas tederas, ratoneras, balillos y bejeques (Aeonium percarneum) al pie de la cruz.
En la cara norte del cono, entre un campo de vinagreras, soberbios ejemplares de Aeonium manriqueorun y Sonchus acaulis prosperan por toda la ladera.
Un gran ejemplar de acebuche -unos ocho metros de diámetro de copa y dos metros de altura-, se encuentra en el llano de la ladera oeste, que se descuelga en vertiginosa pendiente sobre el barranco de la Solanilla. Es en esta pared, sin camino de bajada, donde observamos con enorme prudencia la presencia de diversos acebuches amparados en los riscos y que se desarrollan sobre el vacío del barranco.Le acompañan en las riscaderas bejeques, balillos, cardo canario, tuneras y pitas, pero también son los hábitat de la paloma bravía, de los cernícalos y dejándose caer hasta los llanos de La Colomba y los Arenales, de las perdices.
La presencia de este soberbio ejemplar de acebuche supone una buena barrera para el viento. A su lado prosperan grandes ejemplares de balillos. Es éste, a media ladera, un modo cómodo de rodear la montaña por su cara norte, aunque al final la presencia de múltiples tuneras indias nos cerrará el paso, dificultándolo sobremanera y obligándonos a recuperar la senda transitada en la peregrinación anual a la cruz.
Observo tanto en la loma de Arenales como en las zonas identificadas como Paulino y Los Barros, laderas de la montaña que descienden suaves en busca del barranquillo de La Breña, un abancalamiento y restos de muros que hablan de un pasado de cultivos. Esto lo confirma la existencia de cuevas y aljibes al lado del barranco, de sendas y caminos que facilitan la subida a la montaña por esta cara norteña.
Hacia el norte se encuentra Valsequillo. Vista desde aquí, montaña Las Palmas nos desvela los secretos de su cara oeste, la que en su discurrir entre cultivos define los lindes municipales de Telde y Valsequillo. El circo de montañas cumbreras envuelve los Barros y el pinar que las cubre se encuentra desde aquí, más cerca. No se ven las cumbres y las antenas como desde montaña Las Palmas porque cambia la perspectiva y el ángulo de visión de la orografía cumbrera.
Hacia el oeste las casas blancas de las Breñas y la red de pequeños barrancos son visibles en su mayoría. Es desde aquí donde observo gran parte de la formación de la red hidrográfica teldense. Es por esta cara por donde se encuentra el camino más transitado, la senda más segura. Es la subida de las promesas y de las visitas anuales a la cruz. Precisamente, muy cerca de la cruz y en direción oeste, un extenso llano está cubierto de incienso. El mismo llano que, cuando regreso a la montaña a finales de enero de este año para realizar una postrera visita, se encuentra cubierto por miles de nuevos brotes de incienso canario (Artemisia thuscula, antes llamada Artemisia canariensis) que pugnan por sobrevivir más allá de esta época de generosas lluvias. Luego otras especies arbustivas surgen en la bajada, camino de Las casas de Las Breñas: tabaibas amargas, vinagreras y esparraguras (Asparagus arboreus). La presencia de tunera india es constante hasta la carretera pero es mucho más notable -hasta imposibilitar cualquier bajada por la ladera orientada al sur-, la plantación masiva de tunera americana. En esta zona, para llevar a cabo la repoblación con tuneras, se desbrozó el terreno eliminando cualquier vestigio de planta autóctona. El monocultivo de esta planta hace que desde la carretera destaque su uniformidad cromática destacando del resto que sí presenta una excelente cobertura de plantas autóctonas. Es en esta cara donde encontramos más ejemplares de tajinaste blanco, mamitas, matos de risco, azaigo de risco, cardo de risco (Carlina canariensis).
En nuestro descenso no sólo las tuneras dificultan una bajada fuera de la senda marcada sino los pitones derribados de antiguas piteras o las hojas de piteras nuevas que se asoman al camino con sus lacerantes púas. El terreno de cenizas soldadas, aparentemente sin tierra alguna, es colonizado por el Aeonium percarneum.
Ya casi culminando el descenso nos encontramos una era. Es una pena que este referente etnográfico se encuentre en la actualidad, cubierto con una capa de cemento.
La salida a las casas de La Breña me facilitó las restantes visitas a la montaña. Por esta senda, sin señales específicas pero sin pérdida posible, el tiempo empleado para alcanzar la cima no supera los diez minutos. De escasa dificultad, es un cono que no deberíamos dejar de visitar si nos gusta el senderismo, pues las panorámicas que se observan son únicas.
Si algo hace singular esta montaña es lo poco alterada que se encuentra en su estructura geológica y la práctica ausencia de casas en el cono. Apenas un pequeño caserío conocido como Los Barros se encuentra al pie de la montaña, en dirección este, situado entre la Loma Arenales y el barranco de Los Pedacillos, así registra la cartografía de GRAFCAN al barranco que discurre al pie de la montaña y por la trasera de Lomo Magullo hasta entregar sus aguas al barranco Real de Telde, a la altura de la confluencia con el barranco de San Miguel.
Pocas casas son, será conveniente que una adecuada vigilancia y rigor en el control urbanístico de éste y muchos otros lugares, permitan una esperanza de futuro pues la presión sobre el territorio es enorme. Si planteamos este deseo con rotundidad es porque sospechamos que no sucede así, pues ha quedado contrastado en barrancos como El Negro, montaña Las Huesas, Diseminado de Las Huesas, fincas de Jerez, Las Medianías, Llanos de Madrid …, que en Telde hay mucha manga ancha, un descorazonador laissez faire a la hora de controlar nuevas construcciones en suelo no permitido, terrenos que se encuentran en zona rústica y espacios naturales y que, por razones que se nos escapan, adolecen de ninguna o muy poca vigilancia.
Seguimos con la montaña. Otro pequeño grupo de casas se encuentra al pie de la misma, junto a la carretera GC-130, en dirección oeste. Cartográficamente este núcleo aparece con la denominación de Las Breñas.
Una lectura panorámica desde la cima nos presenta una visión diferente a la observada desde montaña Las Palmas. Son innegables ciertas similitudes pues las dos atalayas son magníficos miradores situados en entornos muy próximos, pero señalaremos las diferencias más notables.
Desde aquí se ve mucho mejor el arco de montañas que cierra todo este amplio valle. El conjunto de volcanes de Lomo Magullo, las cadenas montañosas de la Cumbre y los conos asociados a Bandama, Tafira, La Atalaya y Jinámar.
Llama poderosamente la atención la profusa red hidrográfica que conforma la cuenca teldense. A mis pies en direcciones sur, suroeste y oeste observo todos los nacimientos, todas las barranqueras y vaguadas que dan lugar a los barrancos de Telde y Valsequillo.
Cañada Honda, Barranquillo de las Ñamerillas, barranquillo del Agua, Cañada de la Umbría, cañada Blanca, tributarios todo ellos del barranco de los Cernícalos y distribuidos entre ambos territorios municipales; Barranquillo de la Solanilla, Barranquillo de la Breña; Barranco del Charquillo, Cañada del Agua, Barranco del Conde, todos ellos afluentes del barranco de los Pedacillos; Cañada de las Haciendas, Barranquillo Casorra, Cañada de los Hinojos, Cañada de Flores, Barranco de Cazorla, barranquillo del Conejo, barranquillo de Lomo Pollo, todos tributarios del barranco de Silva.
En dirección norte los barranquillos del Solajero y de las Hoyas, el barranco del Chorro, la Cañada de las Conejeras, el Barranco del Pedregal y otras pequeñas cañadas y barranquillos que confluyen en el barranco de San Miguel, toda esta red hídrica en el territorio municipal de Valsequillo; la red hidrológica del barranco del Valle de Casares, el enorme vacío que se ve en la distancia generado por el barranco de Las Goteras y, junto al pico de Bandama, El Cabezo, la montaña de La Caldereta, la montaña de Tafira y cerrando la isla por el norte, los conos volcánicos de El Colorado y la montaña del Faro en la Isleta.
Es esta dirección norte la que tomo para seguir una senda bien definida que sobre un sustrato de cenizas volcánicas bajo por Lomo Arenales. A mi paso observo un manchón de retama blanca en flor -estamos hablando del mes de febrero del presente año-. Su aroma envuelve toda la lomada. Salpicadas entre el retamal, se observan ejemplares de retama amarilla, cardos (Carlina sp), sombrerillos, gamonas y siempre la alfombra de trebolina reverdeciendo el manto de picón.
La loma de los Arenales nos permite observaciones muy interesantes. En dirección oeste, los cardones tienen aquí una muy buena representación. Pero me sorprende las formaciones monoespecíficas de algunas plantas en zonas concretas. Si en el cráter me llamó la atención el manto de tabaibas salvajes, aquí los manchones son de retama blanca. En otras zonas la vinagrera convierte el lugar en un exuberante manto verde y en zonas rocosas donde las paredes del cráter ganan en verticalidad, la especie dominante hasta cubrir todo el espacio disponible es la hierba puntera (Aeonium manriqueorum).
Los biólogos sabrán el porqué de esta peculiaridad, si tienen que ver con el sustrato, la orientación, las características del suelo… para mí es un placer observar como la naturaleza, cuando no es manipulada, se expresa de un modo tan bello como diverso y extraordinario.
La pared noroeste del cono se presenta con un desplome peligroso.
En dirección norte dos barrancos surgen de la montaña, uno parte del mismo pico donde estoy y, tras vaciar sus aguas en el cráter de las Tabaibas, discurre montaña abajo, pasando justo al lado del caserío de Los Barros para confluir finalmente en el barranco de La Breña. El otro es una pronunciada barranquera que baja rauda hasta unirse con el barranco de La Breña.
No observo pastoreo en esta montaña, pero sí la presencia de algunos cartuchos que hablan del paso de cazadores en temporada de caza. La montaña tiene conejos. En mi primera visita observé dos gazapos y un conejo muertos en diferentes zonas del cono. Y en visitas posteriores fue habitual verlos zigzagueando por las laderas de pendiente mas suave.
Un aguililla señorea el espacio acunándose en las corrientes térmicas de la montaña. Respiro hondo, es un buen presagio. En todos mis paseos por el cono la sinfonía de pequeñas aves fue una constante. No he identificado muchas pero la variedad en sus trinos delata la presencia de varias especies que frecuentan la vegetación arbustiva de la montaña. Chirrera, mosquitas, canarios de monte, la sinfonía de aves en cualquier parte de la montaña es continua. Hay horas más indicadas -el amanecer y el atardecer-, y zonas como el interior del cráter donde los cantos se transmiten mejor y disfrutan más, pero se observan aves a todas horas y en todos los lugares.
La segunda visita a la montaña la hice con mi amigo Fran Celis, el joven escultor a quien dedico este artículo, y cuyo nombre completo es Francisco Celis Alemán. Fue muy importante para mí porque aportó una visión de la montaña desde un punto de vista emocional. “La naturaleza es la mejor aula de enseñanza que le podemos ofrecer a nuestros hijos” -manifestó durante la ruta, ante la belleza de la vida y del paisaje presente en la montaña. Y yo, docente de vocación que durante cuatro décadas he experimentado y aprendido con los alumnos el difícil arte de la enseñanza, no hice más que asentir y abrazarle. “El especialista tiene que quitarse sus gafas de especialista para ver un amanecer” -verbalizó y luego continuó: “ Enraizarse en esta montaña, sentir que formas parte de ella, dejar la mente descansar. Sentir. Eso es lo verdaderamente importante” “Enjuiciamos siempre cómo nos relacionamos con el entorno, cómo se relacionan los demás” “Si dejamos de enjuiciar, de clasificar, de tecnificar la vida presente en la montaña, los colores del suelo cambian y el de los seres que lo habitan, de las plantas, de los animales” “La montaña es pureza y pureza es su vegetación” “Yo veo aquí un jardín zen” “Es muy agresivo estar siempre contra el ser humano que ensucia, que rompe, que destroza, al final es una forma de estar contra ti. Debemos abrirnos y transcender, comprender y ser ejemplo desde la benevolencia y la bondad. Sólo así deja de ser una montaña infranqueable”.
Me habló entonces de Mar Romera y yo no tenía ni idea de quien era. Educar en las emociones, educar desde el ejemplo, educar con trascendencia. ”Explicar no sirve para nada, sirve sentir tú. Niños y niñas aprenden sus referentes a nivel emocional” “No les expliques cómo se hace, vívelo tú” “La escucha es la gran herramienta de la educación, porque la enseñanza se debe hacer desde el cerebro del que aprende y no hacerla desde el cerebro del que enseña”.
Luego me nombró otro personaje desconocido para mí y soltó una frase sin desperdicio alguno: “Buscad la belleza. Es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo” No era de él, sino de Ramón Trecet.
Y en esto nos sorprendió la belleza de las inflorescencias de la hierba puntera (Aeonium manriqueorum) y la fragancia embriagadora de las retamas blancas (Retama rhodorhizoides). Inolvidable ascensión a la cima. Un abrazo te envío desde estas líneas, estimado y apreciado amigo Fran, desde estos conos teldenses que sigo ascendiendo, y lo envío de todo corazón a ese taller valenciano donde sigues desarrollando tu creatividad de artista.
Descubrí luego, en una visita posterior con otros grandes amigos: Anselmo, Gilberto y José Ángel otras sendas, otros caminos. Sin duda, la montaña se nos presenta siempre como una tentación continua y cambiante, abierta a abordarla y sentirla, a mimarla y defenderla y es esta una labor que es responsabilidad de todos.
Regresé hace unos días, a punto ya de entregar este artículo para su publicación, y observé el suelo cubierto de Echium bonnetti bonnetti, una herbácea anual endémica canaria y que, al parecer, se conoce con el nombre de viborina canaria, tapizando el suelo de la montaña con la coloración de sus flores azules o azuladas con tonalidades rosáceas.
Estábamos en los últimos días de enero de dos mil veintitrés -curiosamente había realizado mi primera visita a esta montaña justo hacía un año-, días con mucha bruma y pequeñas lluvias sobre los conos volcánicos. Observé como el musgo tapizaba las rocas tornándolas resbaladizas e inestables. Pequeños charcos de agua salpicaban el comienzo del camino. Una vez más, la ascensión a la cima era diferente. Junto a los brotes de nuevos inciensos, pequeñas tederas pugnaban por crecer con la fe puesta en convertirse en arbustos.
A usted, estimado lector, a mí que lo hago cada vez que la visito y a todos los que se acerquen en busca de esa cima que al alcanzarla no es más que un eslabón más, un peldaño nuevo en el camino de la vida, les hago una sentida petición: no albergo duda alguna en que este cono volcánico debe ser protegido y conservado, pero es ésta una labor de todos. Sentirlo, vivirlo, conocerlo y reclamar su cuidado es una obligación personal y colectiva. Actuemos.


























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.96