
Las leyes siempre vienen después, cuando el problema amenaza con enquistarse o provocar consecuencias todavía mayores. Por este motivo, el gobierno español, ya sea porque estamos en precampaña electoral, o porque se ha dado cuenta de que es uno de los mayores problemas que preocupa la ciudadanía, se ha dado prisa en sacar una ley de la vivienda.
Pero en Canarias, como casi siempre, esta ley ha llegado demasiado tarde. Para un territorio fragmentado, vapuleado y turistificado, las medidas que propone el gobierno, (frenar los precios del alquiler o leyes para regular los desahucios, entre otras) llegan, definitivamente, tarde.
Y es que el problema habitacional en Canarias no es de ahora sino de hace mucho tiempo cuando se apostó por un modelo soberano de turismo y playa. El sonsonete del “vivimos del turismo” ha resonado durante mucho tiempo en nuestros oídos como un mantra repetido por empresarios hoteleros y gobernantes, consignas repetidas en todos los medios y a todas horas para hacernos entender, por si no lo habíamos comprendido, que vivimos por y para el turismo. Malvivimos, podríamos decir con más acierto, viendo en qué circunstancia vive la ciudadanía canaria.
Y no por falta de voces expertas, que han explicado hasta la saciedad, el peligro del aumento irracional del turismo masivo y descontrolado en un territorio fragmentado y pequeño como el nuestro: la aculturación en sus habitantes, la degradación del medio ambiente, el aumento de coches, la destrucción del paisaje… sino sobre todo porque debemos compartimos los recursos públicos, sanitarios, transportes, etc…organizados a la medida de los dos millones de canarios y canarias con los otros dos millones de turistas que nos visitan cada año.
Mi hermana me cuenta desesperada que la guagua de Puerto del Carmen a Arrecife, que en circunstancia normales no debería tardar más de quince a veinte minutos, ha debido esperar más una hora y media porque el transporte público es escaso y pasan las guaguas llenas de turistas y claro, el chofer, no para, porque también los turistas viajan en guagua.
Un compañero docente enviado a una sustitución en Fuerteventura se queja desesperado de que no encuentra vivienda para alquilar, lleva dos semanas trabajando y viviendo en un hotel. Está pensando renunciar a la plaza.
Mi amiga, que con los ahorros de toda una vida se compró un pequeño apartamento en el sur para retirarse cuando se jubilara en unos años, aún no se ha recuperado del disgusto de no poder utilizar su pequeño apartamento en un futuro como vivienda habitual porque existía una ley, aprobado por el Gobierno de Canarias y a quien nadie le dio importancia en su época, que impide a los canarios vivir en los apartamentos turísticos. En cambio, cualquier alemán, inglés o sueco puede hacer uso de ella e incluso vivir en allí la mitad del año.
En mi barrio, sin ir más lejos, la mitad de las casas están vacías, porque los turistas, propietarios de las mismas, la utilizan solo unos meses al año.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo el turismo nos afecta e interfiere en nuestra vida diaria. Y esto no es turismo fobia como dice Manuel Domínguez, sino una cruda realidad que hace tiempo venimos padeciendo.
El ansia devoradora de algunos empresarios y la connivencia de los gobernantes ha convertido a Canarias en un lugar prácticamente imposible de vivir y dónde encontrar una vivienda a la medida del sueldo de un trabajador medio o una playa donde no se haya plantado un hotel.
Como si no fuera poco, últimamente a la Consejería de Turismo, le ha dado por hacer campaña sobre el turismo digital, que trabajen los extranjeros telemáticamente, que aquí hay sol y playa, que vivan aquí y que tributen en su tierra. De locos.
Ahora en campaña electoral no son pocos los partidos de corte nacionalista que quieren llevar una ley de vivienda pública, o esgrimen la necesidad poner impuestos al sol, ecotasas, o demás medidas para paliar este grave problema como lo han hecho ciudades como Barcelona o países como Portugal, donde se ha limitado la compra de terrenos por parte de extranjeros.
Estaría bien que alguien recordara que tenemos unos presupuestos anuales en base a la población canaria, pero no para los casi los 2 millones de turistas que nos visitan cada año.
A los canarios se les condena a residir en guetos, a los jóvenes a vivir con los padres y no ser autónomos porque la carestía de la vivienda lo hace impensable, mientras las medidas del gobierno se hacen esperar. Sino que se lo digan a los palmeros que, tras la explosión del volcán, fueron obligados a vivir en contenedores, que ya tienen herrumbre.
Canarias es un paraíso, dicen, habría que preguntarse seriamente, para quién.

























Alexis Batista | Miércoles, 26 de Abril de 2023 a las 19:40:42 horas
Gran Canaria optó por construir apartamentos muchos apartamentos, que llenan con turistas del "todo incluído". El negocio es de los touroperadores y no de los canarios. YO NO VIVO del turismo. Sí, a la vvda vacacional.
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