Dos hormigas, cansadas de tanto trabajar, se apartaron de los caminos usados por sus compañeras, y ellas mismas, para transportar la comida hasta el hormiguero: Ciudad donde viven estos interesantes insectos.
—¡Me arrepiento el haber nacido obrera! —Se quejó una.
—Yo también, querida amiga, yo también —añadió la otra raspando con una de sus patitas el suelo de goma pisado.
A salvo sobre aquella manguera de agua escogida para exponer sus quejas, pasado un cierto tiempo, las dos decidieron no volver a sus tareas habituales, el desertar, cuando de repente la manguera se elevó en el aire hacia el cielo azul.
—¡El humano va a regar el jardín! —Gritaron al unisonó, aterrorizadas, mientras caían al suelo.
Tan rápido como pudieron alcanzaron el hormiguero y cerraron la puerta de entrada impidiendo con ello que todas las hormigas que se encontraban en su interior, en especial las recién nacidas, perecieran ahogadas.
Moraleja: Todos somos importantes en esta sociedad.
Pensamiento: Hay seres humanos que hacen daño sin querer; pero existen algunos que por envidia, odio u ambición son capaces de llegar a desearle o matar hasta a su propio padre o madre.
¡Qué Dios los perdone!
Medita.
Nota del autor: Fábula y frase inspiradas en el dibujo.


























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