Una luz insensible, vacía, ronca, distante,
pone a la de un débil candil en un aprieto;
porque, sí, da crédito al disonante alfabeto
pensado por un apocalíptico comediante.
No palpita el caballo su muerte aberrante
porque reconforta al yerto como amuleto
trasmutando al abuelo, al padre y al nieto
en una estatua descuartizada, importante,
que no da la razón al mezquino sustento:
por no condonar las verdades al instante,
por transformarlas al acariciar su aliento:
En verdad llorada ante un niño sin acento.
En verdad preñada de dolor agonizante.
En verdad exiliada de un hogar ardiendo.
Minicuento: El pintor y sus colores
Una espátula, varios pinceles, una nutrida paleta de colores y un gran lienzo en blanco era todo su equipaje en un mundo donde la oscuridad pretendía apagar a todo aquel color que quería expresarse en plena libertad; por eso, cuando Picasso se sentó y contempló el horror que la oscuridad predicaba pensó en ganarle la partida por entre los infinitos matices que se iluminan entre el negro y el blanco. La oscuridad luchó, gritó y hasta se retorció; pero al final no pudo con la verdad expresada por la mano de un hombre libre.
Pensamiento: Cuando un pintor es valiente, su arte incomoda al dirigente.
Medita.
Nota del autor: Poema, minicuento y frase inspirados en el retrato de Pablo Picasso, obra del pintor grancanario Antonio Manuel Cerpa Pérez extraído de la serie Retratados de una exposición conjunta con el pintor Felipe Juan en la que se retrata la personalidad de distintos personajes históricos nacionales y extranjeros.
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