La entrevista el domingo por la noche a Maruja Torres por Jordi Évole, ambos en Roma por unos días, fue reaperturar las esencias del periodismo industrial que, hasta antes de la pandemia, al menos renqueaba. El periodismo es intermediación, entre el poder y la realidad social con respecto a la opinión pública. El periodismo es fundamental para la pervivencia de la democracia. Pero el periodismo, a fin de cuentas, debe ser sostenible. A nadie le gusta perder dinero.
Maruja Torres, en el programa ‘Lo de Évole’, emitido en La Sexta, nos recordó que hasta hace no mucho existían las redacciones de los periódicos; no enflaquecidas. Un enclave ajetreado en su cotidianeidad pero colmado de pasión al tiempo que marcaba el ritmo. Porque, como en cualquier trabajo u oficio, hace falta un ritmo, por frenético que sea aparentemente. El reportaje, la crónica, la entrevista, la columna… son piezas esenciales en cualquier cabecera y, sin embargo, hoy parecen animales en peligro de extinción, especialmente para los más jóvenes.
A lo largo de la entrevista, Maruja Torres irradia una convicción profunda: trabajar en ‘El País’ fue una de las mejores cosas que le ha pasado en la vida. Y es que este rotativo, el denominado intelectual orgánico de la Transición, era el lugar más deseado en el que publicar. Pero no solo, esta cabecera como tantas otras ofrecía entonces la posibilidad de desarrollar una carrera profesional. Hoy, por el contrario, impera la precariedad.
Que un periódico te enviase como corresponsal, como fue el caso de ella, a cualquier punto del mundo para que conocieras en primera persona un conflicto o país y se lo contases a tus lectores (los del periódico) era un privilegio. Las cuentas de resultados de la empresa editora lo permitían y en Madrid, o donde fuese, esperaban con ganas que llegase la información elaborada por el corresponsal de turno. Eso era un proceso típico de la intermediación, hoy prácticamente inexistente.
Con todo, hay cosas positivas en el imperio periodístico que nos asiste en el presente: oportunidades. La instantaneidad permite que te lean sobre la marcha en cualquier lugar remoto del mundo. Y también este modelo atesora extremos positivos y negativos, como aquel que describió Maruja Torres ante Jordi Évole. A ver qué depara el futuro. Al menos, ahora puedes publicar sin estar sujeto a otras hipotecas propias de cualquier modelo de negocio o presiones del poder político y económico. No es la democratización total añorada (como tampoco lo son las redes sociales, no nos engañemos) pero el panorama se ha equilibrado significativamente. Y eso es de agradecer. Pero nunca confundamos que los géneros periodísticos precisan de conocimiento y que nada tiene que ver con la legión de personas que, legítimamente, influyen desde YouTube y demás plataformas. Eso es otra cosa. O eso quiero creer.
























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