Sánchez o la quiebra del Grupo Prisa

La potencial insostenibilidad de la deuda del Grupo Prisa (más de 900 millones de euros) obligó a ‘El País’ el pasado domingo a sacar pecho y mostrar musculatura a cuenta de los 250.000 suscriptores con los que cuenta. Sin embargo, la mar de fondo persiste. Y es que Pedro Sánchez ha acorralado al presidente del conglomerado mediático, Joseph Oughourlian, tanto mediáticamente como en clave financiera. Eso sí, el inversor francés de origen armenio que se hizo cargo del Grupo Prisa cuando ya pintaban bastos al calor de la pandemia, recordemos incluso que hubo un empresario asturiano (Blas Herrero) que quería ejercer entonces la compra y que conocía el ámbito de las cadenas de radio, no está dispuesto a rendirse sin más ante La Moncloa. La amenaza de quiebra existe. La pugna entre Sánchez y Oughourlian tiene claves distintas.

Al presidente del Gobierno solo le interesa pasar 2023 como buenamente pueda mientras ‘El País’ y la Cadena Ser le respalden editorialmente. Pero el interés de Oughourlian es radicalmente otro: necesita oxígeno financiero. Hay que pagar las nóminas. No es una empresa cualquiera. Y hay que hacerlo mes a mes, sin falta. Si quieren hacerse una idea, piensen en lo que supone abonar las nóminas de las plantillas (redacción, administración, rotativa…) que estará alrededor de los cien trabajadores tanto en ‘Canarias7’ en El Sebadal como ‘La Provincia’ en la avenida Marítima. No es ninguna broma. Y el mayor accionista del Grupo Prisa (29,84%), que no tiene vínculos en España, no está por tragar omisiones y hechos consumados desde La Moncloa.

Sánchez no lo entiende o directamente no lo quiere entender. Y al aceptar la entrevista la semana pasada con Antonio García Ferreras en el palacio presidencial mandó un mensaje evidente a Joseph Oughourlian: aquí mando yo, vino a decirle. Lo ninguneó. Al exhibir a La Sexta y darle chance, y justo con la todavía abierta crisis de los audios del comisario Villarejo que destapan al presentador de televisión, Sánchez ha ninguneado al mandamás del Grupo Prisa. Y, encima, pensará Oughourlian, no le deja que opere una ampliación de capital en la que entre los Berlusconi. Es decir, Sánchez maniata a Oughourlian. Y este último, como es lógico, no va a aceptar ese juego de supeditación. Un editor siempre debe hacerse respetar. De lo contrario, es el principio del fin del periódico de marras.

El volumen de negocio del Grupo Prisa que interesa es el pastel publicitario de la Cadena Ser. No se trata de ‘El País’. El factor tiempo juega en contra de Oughourlian, no de Sánchez. Al líder del PSOE lo que le preocupa es que transcurra el año lo más tranquilo posible y que La Sexta y los medios de comunicación del Grupo Prisa pugnen entre sí. Sánchez se lava las manos. Pero esto no lo aceptará Oughourlian que, a fin de cuentas, es un inversor. Ni es un empresario al uso del gremio (el editor clásico) ni es un político. Estamos ante dos visiones opuestas (o, mejor dicho, una visión ante un silencio presidencial) sobre cómo afrontar la necesidad de liquidez del Grupo Prisa. Sánchez no quiere hacerse cargo. Se desentiende.