Canarias y su nacionalismo

El nacionalismo canario ha tenido históricamente problemas a superar para estructurarse mínimamente, fuese con Secundino Delgado como en la Transición donde, por ejemplo, los poderes mediáticos de entonces establecieron cortapisas variopintas a la Unión del Pueblo Canario (UPC). Las expresiones políticas colectivas son, al fin y al cabo, la plasmación de la suma de las voluntades individuales previas. Y si el canario es sometido, carece de autoestima y observa a lo de fuera como algo siempre mejor (producto todo ello de la herida colonial, de la conquista cuyos efectos son imperdurables) lo mismo le acontece a las formaciones canarias nacionalistas. A diferencia de ellas, y como una derivada más del auge de Vox que es una réplica al ‘procés’, el neoespañolismo mesetario no rehúye en mostrarse tal como es, ufano en las formas y grandilocuente en las máximas de su supuesto fondo teórico que no es más que las reminiscencias de un imperio venido a menos.

Mientras ese neoespañolismo resurge, crece y constituye una amenaza evidente para la plurinacionalidad del Estado, al canario le sucede lo contrario: se difumina, rebaja sus postulados, se aferra a eslóganes para camuflarse en aras de evitar juicios de terceros… Es la inferioridad isleña de toda la vida cuyas esencias fueron expuestas por Manuel Alemán en ‘Psicología del hombre canario’ (1980).

Por tanto, la ultraderecha de Vox (reflejo del nacionalismo neoespañolista) pone en jaque a los nacionalismos periféricos, somete a una regresión al sistema del 78 (aún más si cabe) y advierte su afán por ilegalizar al PNV y otras formaciones similares; y ante todo ello el nacionalismo canario se pliega, se atrinchera en un nacionalismo de parques y jardines y esquiva potenciar su propia identidad.

Y cuando no se vigoriza los ideales profesados, estos decaen y, por ende, hace lo propio la autoestima colectiva e individual del espacio político del nacionalismo isleño. Es, en suma, la eterna interconexión del conquistador y el conquistado, el colonizador y el colonizado… Es la sujeción y sometimiento del nacionalismo canario al marco mental impuesto desde la meseta. Y al que desde aquí viene a suplicarle: no te portes mal conmigo ni seas cruel pues yo, en realidad, escondo mi nacionalismo… Entonces has perdido, ya quedas derrotado ante la opinión pública. Y Vox, desde luego, se frota las manos.

Canarias goza de autogobierno desde la Transición gracias a Catalunya y Euskadi. Quien desde el archipiélago no interiorice esto no asume la Historia de España y sus sucesivas crisis constitucionales. Si en la meseta repulsan a los nacionalismos catalán, vasco y gallego (por cierto, los dos primeros disponen de ecosistemas mediáticos propios) también lo hacen al canario. Es decir, el nacionalismo canario no puede coexistir ajeno a los anteriores como si sus reivindicaciones no fuese con las suyas. Por supuesto, las siglas canarias no son clones de ERC, EH Bildu, PNV, BNG… pero tampoco estas lo son entre sí. ¿Cómo construir nación canaria y conciencia de pueblo si te diluyes? En un periodo de estabilidad sistémica, como lo fue la década de los años noventa, si acaso era posible los ensayos desde Canarias; pero no así ante la descomposición irreversible de la Segunda Restauración borbónica donde el nacionalismo canario, sin complejos, tiene que hacerse valer de cara al futuro.