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Miércoles, 05 de Noviembre de 2025

Actualizada Miércoles, 05 de Noviembre de 2025 a las 16:24:45 horas

Rafael Álvarez Gil Rafael Álvarez Gil

El coste electoral

TA ofrece la columna diaria de Rafael Álvarez Gil

direojed Sábado, 09 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:

Pedro Sánchez y Mohamed VI escenificaron las nuevas relaciones amén de sacrificar al pueblo saharaui. En términos domésticos, se evidencia la incongruencia en política exterior en este asunto entre el presidente del Gobierno y un socio del Gabinete y, por si era poco, el Congreso de los Diputados donde cosechó el beneplácito la proposición no de ley (PNL) registrada por ERC, EH Bildu y Unidas Podemos. Sin embargo, Sánchez tomó el avión y se plantó en Rabat. De nada valió el pronunciamiento de la Cámara Baja. Se lo saltó. ¿Y ahora qué?

 

España se rige en la Constitución de 1978 como un sistema parlamentario, no presidencialista. Y se ha roto o, cuando menos, cuestionado la relación de confianza que la Cámara otorgó a Sánchez al investirlo en los primeros días de enero de 2020. Pero este prosigue en su decisión al margen de los representantes que encarnan la soberanía del pueblo. El Derecho Constitucional dice que toca ahora, para evitar confusiones, dirimir la responsabilidad política a través de una moción de censura o una cuestión de confianza. No puede quedar en tierra de nadie pues una PNL puede tornarse en un mero brindis al sol. Pero ni lo uno ni lo otro va a acontecer. El jefe del Ejecutivo sabe que podría perder la cuestión de confianza. La oposición teme incluso que obtuviera luz verde una moción de censura cuando la ultraderecha ya está presente. Por tanto, de esto se vale Sánchez. Eso sí, ¿quién va a acarrear con el coste electoral que todo ello comporta? Ese es el dilema.

 

Sánchez aprieta porque sus socios (de gobierno y parlamentarios) no van a reaccionar institucionalmente. Y así masculla endosarle el coste electoral en las urnas a los demás. Estos, a su vez, cavilan que haciendo ruido político queda en entredicho la figura presidencial. Con todo, alguien (si no ambos) costeará electoralmente el dislate del Sáhara. A Sánchez es como si ya todo le diese igual, va por libre y el que quiera que le secunde. Esto denota un peligro que a saber a qué se debe. ¿Síndrome de La Moncloa?, ¿huida hacia delante porque le es indiferente el desenlace? Ya hay encuestas que otorgan la mayoría absoluta a PP y Vox.

 

Se otea un riesgo de desmovilización de la izquierda social que, por acción u omisión, presiente que corre el riesgo de quedarse sin referentes. El PSOE porque juega a cubrir el espacio que incumbía a Ciudadanos. Unidas Podemos porque se mantiene a la espera de Yolanda Díaz que todavía no ha activado su plataforma. El asunto del Sáhara ha dividido a un Gabinete donde ni uno cesa a los ministros disidentes ni estos dimiten. En la otra orilla ideológica el escenario es aún más grave: el PP sin el neofascismo no alcanza La Moncloa. Adiós a la presunta imagen de moderación de Alberto Núñez Feijóo. Y todo este rebumbio es el que, en última instancia, permite que Sánchez y Mohamed VI hagan y deshagan mientras en El Aaiún se violan los derechos humanos y en los campamentos de Tinduf (Argelia) aguardan a una solución a son de la legalidad internacional desde hace décadas. En fin, la ciudadanía castigará a quien considere en el momento procesal oportuno: la cita con las urnas. Vienen curvas.

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