La designación de Cristóbal Déniz como obispo auxiliar de Canarias es el mejor legado de huella histórica para la posteridad que el papa Francisco deja, en concreto, para esta tierra. Es un hombre conciliador pero, ante todo, instruido. Parte de su formación discurrió en Roma. Pero más allá de las habilidades personales que dispone en la corta distancia, y de ser un buen conversador, dispone por sí mismo de un perfil que se nutre, por un lado, de ser lector y, por el otro, de la conciencia social que le incumbe en su pasión servicial en su mandato terrenal con Dios.
Déniz estuvo presente en el entierro de Camilo Sánchez, el alcalde de Santa Lucía de Tirajana que en su vocación política desgranó la militancia como labor de justicia en la opción preferencial por los pobres. Una militancia, más allá de la canariedad y su amor tirajanero, a favor de los que no tienen de todo (por no decir nada o casi nada) en ambos hemisferios. El valsequillero es sabedor de lo que supone sociopolíticamente el sureste de Gran Canaria, aquel llamado triángulo de la pobreza que solo el municipalismo ya en democracia logró erradicar. Y, desde luego, comprende la teología de la liberación.
Déniz, como fiel obispo, tampoco es que sea un revolucionario. Aunque los caminos de Dios son inescrutables. La prudencia conservadora, de orden, le acompaña en sus análisis. Pero es canario. Y digo esto porque es mucho más que alguien que nació en Canarias. Es canario por su canariedad, es canario porque lo lleva en el alma y le preocupa el pueblo canario.
Fue el quien me obsequió con un ejemplar de 'Psicología del hombre canario' de Manuel Alemán, editado en la década de los años ochenta y pendiente de que el Cabildo de Gran Canaria presidido por Antonio Morales finalice la reedición que se ha propuesto como objetivo. Alemán también pasó por Roma. Y a su vuelta fue protegido por el obispo de entonces para que no fuese víctima de los celos y envidias (que también los hay) del mismo clero en la ínsula ante un personaje tan joven como culto. Alemán era inteligente y muy sensible. Y la lucidez que desprende en el ensayo de marras da buena prueba de ello. Déniz, que fue director del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (2013-2019), reconoce al teólogo así como la apertura del Concilio Vaticano II.
Se estrena el ciclo del segundo obispo nacido en el archipiélago entregado a esta tierra en su episcopado encomendado, el primero fue Manuel José Verdugo y Albiturría (1796-1818), y, ciertamente, le tocará lidiar con un tiempo histórico adverso. A la enorme desigualdad social que arrastra desde hace mucho Canarias se une el fenómeno migratorio ante un continente africano que explota demográficamente y padece el subdesarrollo. Pero no solo eso. Las democracias están en peligro fruto de la amenaza de la extrema derecha. Y a Vox se le está blanqueando. Esto generará múltiples contradicciones en las que Déniz tendrá que desenvolverse. Su talante es diferente al de José Mazuelos. Pero las intrigas y quinielas vaticanistas y los potenciales ascensos es otro cantar, por lo que ya nos gustaría que el valsequillero tenga un prolongado episcopado aquí. Déniz sabe que perfiles como Ramón Echarren, en su momento, encajaron fácilmente entre los isleños. Le deseo suerte, la va a necesitar; Canarias aguarda su contribución renovadora.
























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