La caída de CC

Cuando hace un año señalé que CC se iba a quedar sin potenciales socios con los que armar una alianza dada la evolución del sistema de partidos y que su futuro pasaba por entenderse con Vox o, si acaso, esperar la llamada del PSOE para ser segundos en el Gobierno autonómico, el ‘clavijismo’ se desató en aspavientos. Ahora, un curso después, hasta los medios de comunicación que respaldaban a Fernando Clavijo siendo presidente (2015-2019) han virado o modulado su línea editorial de un tiempo a esta parte. Las circunstancias mandan, faltaría más, pero cuando asistimos a una crisis sistémica lo propio es saber interpretar la lectura política del momento histórico y surfear las adversidades. De lo contrario, acabas sepultado por el principio de realidad.

Así las cosas, el drama de CC descrito es ahondado con las declaraciones del alcalde de Santa Cruz de Tenerife que comienza a blanquear a Vox. José Manuel Bermúdez, a fin de cuentas, solo reacciona ante el dilema que narré anteriormente y opta por entenderse con la ultraderecha, aunque fuese un acuerdo de mínimos o compartiendo gestión local a modo iniciático. Podría en el presente invocar un pacto de urgencia con el resto del nacionalismo canario o bien llamar a Ángel Víctor Torres para ofrecerle apoyo parlamentario al precio que fuera (es decir, casi gratis) pero acepta que CC se aproxime institucionalmente a la extrema derecha. No olvidemos que Bermúdez está en Tenerife y, por tanto, allí anida ATI. Por consiguiente, Bermúdez se alinea con Clavijo y Ana Oramas. Nada nuevo bajo el sol.

En política, por mucho que los dirigentes traten de ocultar lo que se vaticina con declaraciones grandilocuentes o simples deseos, las inercias institucionales acaban por plasmar la voluntad popular amén del sistema electoral. Incluso, hasta ayer por la mañana Oramas en su pregunta en la sesión de control a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, augurios apocalípticos mediante, tuvo que contenerse en la réplica al jefe del Ejecutivo y cumplir con su cometido sin ir más allá. El horizonte de CC es el que es y no tiene margen de maniobra.

Es más, antes o después CC corre el riesgo de experimentar una división. Dicho en plata, a medida que se acerque 2023 (sobre todo, cuando se tercie encarar los pactos posibles tras la cita con las urnas) y CC quede atada a la ultraderecha habrá sectores que no podrán seguir mirando hacia otro lado. Con el neofascismo, y encima en Canarias, no puede irse a ningún lugar de provecho. Clavijo ha tomado mando en plaza en la organización porque los partidos no son los de antaño y fruto de la sobreprofesionalización cierran filas con quien sea (aunque perdiese el poder en 2019) por aquello del miedo a no repetir en las listas. De hecho, tan mal está CC que consiente a Vidina Espino que ha protagonizado esta legislatura un clamoroso caso de transfuguismo que degrada el parlamentarismo y las esencias de la democracia representativa. CC y Vox, supuesto nacionalismo canario de la mano de neoespañolismo mesetario, es garantía de fracaso absoluto. Al menos, fuera de Tenerife donde ATI no existe. Oramas, que rechazó investir a Sánchez, y Clavijo, que otrora expulsó del Gobierno a los consejeros socialistas, son los únicos que podrán sentirse cómodos yendo con la extrema derecha nostálgica del imperio castellano.