Conviene recordarlo: el Gobierno es de coalición. Y este, contando con dos socios, no dispone de por sí de mayoría absoluta. Es elemental pero la legislatura ha avanzado y algunos se han olvidado de esto. Y lo que es peor, léase Pedro Sánchez, ha intentado sustituir a los socios habituales del Ejecutivo de izquierdas mediante la denominada geometría variable que pasa, en todo caso, por Ciudadanos. Esta vía no tiene sentido, lleva a anular a Sánchez y a Yolanda Díaz. Lo ocurrido a cuenta de la convalidación del decreto ley de la reforma laboral es categórico: Sánchez sintió el abismo. Y la gallega estuvo a punto de quedar noqueada electoralmente.
El bipartidismo de antaño no retornará. Las mayorías sociales que auparon a La Moncloa tanto a Felipe González como a José Luis Rodríguez Zapatero no se repetirán. Ese mundo se esfumó a partir de 2014. Pero el PSOE sigue sin asumirlo. El dilema es el siguiente para Ferraz: apoyarse en ERC, EH Bildu, BNG… lleva a renunciar a la posición de partido dinástico y sistémico del 78. Pero el PSOE no está para hipotecarse a la democracia borbónica. El tablero político es el que es. Y una gran coalición a la alemana entre socialistas y populares tampoco es la solución sino más bien un síntoma más de la decadencia de la arquitectura del 78 que no ofrece la estabilidad que sí dio durante décadas.
La crisis del sistema del 78 es la del PSOE. Y la crisis del PSOE es la del sistema del 78. Se retroalimentan. Y cuanto más tarde el centroizquierda en despojarse del rol que ha ejercido hasta ahora, que está bien pero está agotado, más difícil tendrá sobrevivir con el tiempo como proyecto político con vocación de poder. ¿Se imaginan qué hubiera pasado si el decreto ley hubiese decaído y justo a las puertas de las elecciones en Castilla y León? La crisis sería monumental. Se jugó con fuego sin necesidad.
Dicho esto, es evidente que se ha traspasado un punto de inflexión en la legislatura. ¿Y ahora qué? Esa es la pregunta pertinente que solo Sánchez podrá aclarar más temprano que tarde. Si el PSOE no cuenta con el PNV y las izquierdas plurinacionales, la derrota parlamentaria acabará por hacerse patente. Y en este entendimiento tiene mucho que decir Unidas Podemos pues si implica plantarse frente a Sánchez, debe hacerlo. Es más, Pablo Iglesias probablemente hubiera detenido la aprobación de la reforma laboral sin tenerla amarrada con los vascos y catalanes. Los segundos en los que se ven en la Cámara Baja los rostros de Sánchez, Díaz y Nadia Calviño asistiendo a la celebración del PP y la ultraderecha, constituyen un poema. Seguir haciendo política sin digerir esta experiencia conlleva, a todas luces, repetir el error. Ha sido la derogación parcial de la reforma laboral de Mariano Rajoy de 2012 la que ha supuesto la batalla parlamentaria, mañana será otra cuestión. Pero los escaños que disponen unos y otros son los que son. Los representantes de Navarra Suma estuvieron a poco de dinamitar el primer Gobierno de coalición de izquierdas desde la Segunda República. Si Sánchez se decanta por Ciudadanos, su mandato está llamado a finiquitarse más temprano que tarde.




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