Una voz canaria en el senado español

El pasado día 6 de marzo, a dos días de la que ha sido una de las mayores manifestaciones por la dignidad y la igualdad en derechos para la mujer, en la comisión de control en el Senado, donde compareció el presidente Rajoy, fue una de esas sesiones donde cobra sentido la Cámara baja, tan denostada por ineficaz.

Donde en algunas ocasiones se habla hasta de política y no de remiendos de leyes o intervenciones donde parece que los que van a dar cuenta van a un lugar donde no les espera una dialéctica constructiva, sino un pasatiempos político.

Pues en esa jornada en el senado se hizo grande una senadora que le rebatió los argumentos a Rajoy con la coherencia que da la experiencia de vivir lo que otros nunca han vivido ni soñado.

Que un señor que vacaciona en Gran Canaria desde hace años, que tiene propiedades y que ha pasado por los mejores alojamientos, no caiga en la cuenta de las cientos de mujeres que le han hecho la habitación en esos lugares. Ni por asomo pensó el presidente que le iban a salir de manera tan contundente, coherente y eficaz como cuando la senadora de Nueva Canarias abrió el debate con el presidente abrumándolo con su pensamiento critico, esto es, la mirada hacia sus madres y abuelas, la experiencia personal y la realidad, como resultado, el varapalo a Rajoy y el eco en toda la prensa estatal.

Rajoy desautorizaba así a dos miembros importantes de su partido, con cargos oficiales, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes y la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina. Suponemos que las señorías tendrán en casa lo que se ha dado en llamar eufemísticamente, ayuda domestica, porque la política no deja tiempo para ocuparse de otras cosas que tienen a la mujer como epicentro de las nefastas condiciones en las que trabajan.

La senadora, de un pueblo de Gran Canaria donde se amontonan las personas que trabajan en el sector de servicios, con unos sueldos muy por debajo de las riquezas que crean, con la espalada doblada de tanto friegue y doblado de sábanas.

Y estas mujeres son la descendencia de otra forma moderna de es explotación, porque antes fueron recogedoras de tomates, pimientos, pepinos o lo que sea de sol a sol con los niños pequeños de pecho, en una cesta junto a la madre que no para de desfrutar la mata. Viviendo en las llamadas cuartearías, donde se vivía en cuarenta metros cuadrados en condiciones difíciles por imposibles.

María José López Santana ha hecho decente la labor política; la ha dignificado con el argumento de la experiencia y de haberlo vivido en la calle, de haber estudiado con becas, de ayudar en la casa, de ocuparse de tantas cosas que decidió dar un paso y luchar por lo que se considera un abuso eviscerado en una parte de la población canaria.

Y esta es una de las ocasiones donde la política tiene nombre y no es la democracia platónica, en la que los pensadores o intelectuales, los príncipes, hacen las leyes y rigen el destino de todo un pueblo, que no tiene capacidad, por ignaro, de la realidad más evidente.

Con esta intervención se ha puesto de manifiesto, que se tiene que tomar conciencia -lo que antes se llamaba conciencia de clase- y de llevar la política con mayúsculas hacia el debate constrictivo e inclusivo, porque no hay mejor expresión que la que se convierte en razón incuestionable: por vivida, por razonada y por coherencia con lo experimentado en la comunidad con una praxis demostrada.