Herrería Daniel: El arte de forjar en caliente en Telde

Telde esconde todavía en sus calles maravillas típicas del Medievo que sacan a cualquiera de la realidad moderna y acelerada que actualmente sucede. Una de ellas es la Herrería Daniel, un negocio familiar que se asienta en el barrio de El Calero Bajo y que ya se ha convertido en toda una insignia de la ciudad al poseer más de un siglo de historia en el municipio.

Santiago Medina Caballero la sigue manteniendo y cree que es el tercer propietario de la saga familiar que sigue manteniendo la tradición que algún día comenzaron sus antepasados, aunque todavía sigue indagando para averiguar si su bisabuelo también trabajó como herrero, según detalla este domingo Canarias7 en un reportaje de Juan Pérez.

Aprendió de su padre. Siendo el varón más pequeño de sus ocho hermanos, fue el único de los hijos al que el arte de la herrería enamoró. El taller recibe el nombre de su abuelo, Daniel, quien tenía el comercio ancestral en un primer momento en San Bartolomé de Tirajana. Luego la trasladó a Agüímes por un corto periodo de tiempo, hasta que hace 100 años la trajo a Telde, donde el carbón sigue quemándose y el metal forjándose.

Una promesa a su padre

A sus 53 años Santiago no ha perdido su amor y las ganas de seguir mejorando en este oficio tan bonito y a la vez tan sacrificado. Es por ello que todos los sábados sigue abriendo las puertas de la herrería, donde recuerda los momentos y lecciones de vida que le dio su progenitor, a quien prometió seguir manteniendo con vida el negocio familiar en su lecho de muerte.

Su padre precisamente fue quien la llevó hasta El Calero en 1953, donde permanece desde entonces. Más tarde, en 1993, con el fallecimiento de su padre, Santiago solo la trasladaría hasta el número 33 de la calle Padre Claret, en el mismo barrio. Y allí continúa, dando martillazos y encendiendo el horno de piedra para convertir el metal en herramientas y arte.

El teldense le pone cariño a todo lo que hace. Desde hoces, martillos, fechillos y cerraduras, hasta herraduras de la suerte, llaveros de serpiente, dragones y otros tipos de formas artísticas. A pesar de que sigue abriendo todas las semanas, solo lo hace un día. Ahora para él esto es más un hobbie que un trabajo, aunque hubo un tiempo en el que lo intentó.

Un oficio en peligro de extinción

« Ahora las instituciones no ayudan para nada al artesano. Es casi imposible vivir de un trabajo tan sacrificado si te ponen trabas con tantos impuestos desorbitados», exclama con indignación. Ahora se gana la vida trabajando de otra cosa, aunque revela que su sueño hubiese sido vivir de la herrería.

Durante varios años quiso conseguirlo, pero explica que «había veces que tenía que tirar del sueldo de mi mujer para pagar los 300 euros del autónomo. Lo que no sabe el que me los cobra es que para conseguir 300 euros hay que pegar muchos martillazos».

Santiago tiene dos hijos. Los dos han probado en la herrería y según él cree, el mayor es a quien más parece llamarle la atención. No sabe si algún día ellos seguirán con la tradición familiar, solo quiere que sean felices, pero lo que tiene claro es que su deseo es que el ancestral negocio siga funcionando cuando él ya no pueda más.

Para seguir manteniendo viva esta reliquia, Santiago ya ha propuesto al Ayuntamiento organizar visitas turísticas a la herrería y dar experiencias nuevas a los visitantes que quieran conocer el municipio. «Encima muy cerca de aquí tenemos los mejores bocadillos de pata de la isla, sería una visita redonda. Creo que Telde ha tenido muchas cosas interesantes que la gente no ha conocido nunca porque las administraciones públicas no las cuidan ni les dan el valor que se merecen. Cosas como las que yo hago se deben poner en proteger para saber qué hemos sido y cuales son nuestras costumbres», indica.