Normal es que en invierno llueva y haga frío. Lo que no es normal es que los empleados de las entidades bancarias vean a personas mayores esperando la apertura, de pie en la calle, lloviendo y sin tener donde guarecerse. Perfectamente pueden dejarles entrar, con las mascarillas bien puestas, guardando las distancias de seguridad,.. y se les empieza a atender cuando corresponda, pero bajo techo.
Hoy a las 8 de la mañana había una docena de personas, a las puertas de Caixabank (antes Caja Insular) de San Gregorio. Aunque estaba lloviendo tuvieron que esperar hasta las 8 y media pues nadie les invitó a pasar. Sí, perfectamente les debieron dejar entrar y esperar dentro. Máxime cuando eran mayores (uno en silla de ruedas, una señora con un bastón,...).
De vuelta a mi casa, toqué en la cristalera y les dije que les abrieran la puerta, pues estaba lloviendo bastante. Desde dentro, el director señaló su reloj y me indicó que no era la hora.
Este tipo de abusos o falta de caridad no los soporto y les explico el porqué. Mi hermano, el mayor, ya fallecido, fue de los 200 primeros empleados de la Caja Insular de Ahorros de Canarias. Soltero, vivía con nuestros padres y fue designado a las oficinas de la Plaza Cairasco (LPGC). Varias de las veces que salía de Agüimes para ir al cine de la capital, observó que los viejecitos hacían noche en la acera de la sucursal bancaria esperando a que por la mañana abrieran y cobrar su pensión.
Seguramente porque era soltero y nadie le esperaba, también por humanidad, salía de la última función de cine y se iba a la sucursal bancaria y de madrugada les pagaba su pensión. Nos decía que 'no podía mirar para otro lado' viendo el sacrificio de aquellos ancianos.
Nadie duda de que las cosas cambian, pero no siempre a mejor. Un poco más de humanidad nos vendría a todos muy bien.
Y tres cuartos de lo mismo ocurre en las oficinas del INEM (Paro) en esa misma calle de Juan Diego de la Fuente. Detrás de la verja de entrada hay una zona cubierta de más de cien (100) metros, a través de la cual se accede a las oficinas.
Pues bien, ya puede llover a cántaros que el segurita, detrás de la puerta, los ve mojándose y no deja entrar a nadie para guarecerse de la lluvia, sin entrar en las oficinas.
Suelen ser más sensibles y hasta piden nuestra solidaridad en sus reivindicaciones.
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