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Miércoles, 17 de Diciembre de 2025

Actualizada Miércoles, 17 de Diciembre de 2025 a las 08:48:07 horas

 Ronald Ramírez, con sus hijos Ronald y Mario el día de su adiós al bar/C7. Ronald Ramírez, con sus hijos Ronald y Mario el día de su adiós al bar/C7.

Adiós a Ronald, un hombre íntegro

Despedida. El último gerente del mítico Bar Buenaventura muere a los 69 años. Hijo de un dirigente comunista, fue preso político por sus ideales en la dictadura

direojed Domingo, 11 de Octubre de 2020 Tiempo de lectura:

TELDEACTUALIDAD

Telde.- Hay personas y vidas que dejan huella, y para eso no hace falta que figuren en los anales de historia. La dejan por sus hechos, o por su trayectoria, más o menos pública, pero también por algo mucho menos grandilocuente, y, quizás, más determinante: por una forma de ser y de estar ante los demás y ante la vida.

 

Posiblemente esta última sea una de las lecciones que sin pretenderlo dejó Ronald Ramírez Martel a todo aquel que le conoció. Ahora que ya no está, que ya descansó de las penurias vitales, la cualidad que más le atribuyen los que lo trataron es la integridad. Era un hombre de principios, y vivió en coherencia con ellos.

 

Nacido en 1951, falleció a última hora del pasado miércoles tras una larga enfermedad a la que nunca le perdió la cara. La historia del activismo prodemocrático de este país, sus amigos y sus compañeros del Partido Comunista de España en los años grises de la Dictadura saben que fue un luchador por la democracia, por cuya defensa recibió más de un golpe y hasta probó el sabor amargo de tener que dejar su país.

 

Pero para los muchos teldenses que desconocían su contribución a la libertad que hoy nadie discute, Ronald fue sobre todo la última cara amable del cafetín más señero de la ciudad, el mítico Bar Buenaventura, en Los Llanos, cerrado desde 2016, cuando la jubilación llamó a su puerta.

 

Deja huella no solo por su propia trayectoria de vida, con un claro compromiso por los ideales de izquierdas, sino por su forma de ser y de estar ante los demás y ante la vida, coherente con sus principios. Un buen tipo

Sin embargo, y pese a que por su discreción, que era marca de la casa, pocos supieran de sus andanzas frente a los grises, las paredes de ese emblemático negocio, que echó el cierre cuando ya acariciaba los 70 años, lo ligaban simbólicamente a aquel pasado y a sus ideales.

 

Porque los que se sentaban a deleitarse con el inconfundible café del Buenaventura, o daban cuenta de sus inimitables bocadillos de vueltas o de pescado empanado, no eran seguro conscientes de que los curiosos azulejos de las paredes, decorados con personajes vestidos de típico, o la barra, o las lámparas de madera que colgaban del techo, habían sido el fruto de una amistad cimentada precisamente entre rejas y en pleno franquismo por dos presos políticos. Uno, el padre de Ronald, Buenaventura Ramírez Hernández, fundador del bar y dirigente comunista durante la II República, y otro, el artista Felo Monzón, también de izquierdas y artífice de tan singular decoración.

 

De su padre heredó ese compromiso y esos ideales, como sus hermanos Arístides y Pola, y los defendió con todas sus consecuencias, hasta el punto de que, haciendo honor también al legado de su progenitor, dio con sus huesos en la cárcel de Barranco Seco, allá por los años 70 del siglo XX, y entró en la lista de los miles de presos políticos contra el franquismo. Pero de su padre también heredó, puede que un poco a disgusto de ambos, el nombre, o parte de él. Porque aunque todos le conocían por Ronald, en su DNI figuraba Ventura. Ronald era el nombre que quiso ponerle su padre y que la pacata y santurrona legislación franquista se lo impidió. Por eso, porque se resistía a vivir de rodillas, se llamó siempre como quisieron él y su padre, y luego se sacudió la espina al llamar así a uno de sus dos hijos, Ronald Ramírez Alemán, compañero redactor en Canarias7. Su otro hijo se llama Mario.

 

Los dos comprobaron esta semana la ola de cariño que despertó en la ciudad el último adiós a su padre, una corriente de homenaje colectivo que dejó testimonios oficiales de pésame por parte de significativos políticos locales. Desde el alcalde, Héctor Suárez, que en Twitter calificó a Ronald de «discreto anfitrión de uno de los espacios donde se tornaban históricas tertulias sociales y políticas», hasta el diputado en el Parlamento de Canarias y presidente del Grupo Parlamentario Nacionalista Canario, Pablo Rodríquez, que recordó la amistad y camaradería que unieron a Ronald y a su padre, Juan Rodríguez Betancor, también fallecido; o la vicealcaldesa, Carmen Hernández, que subrayó que «supo unir al calor de un buen café a personas de distintas ideologías». Prueba de ello es que tras su muerte partidos tan distintos como el PSOE, el PP y Ciuca también dejaron constancia pública de su pésame.

 

A poco que uno conozca el talante de Ronald Ramírez, de profundas convicciones democráticas, no extraña tanta unanimidad entre tanta diversidad ideológica para con alguien que no solo nunca renegó de sus ideas, sino que vivió conforme a ellas. Y es que en su bar, en tiempos de su padre y también en los que lo dirigió Ronald, todo el mundo, pensara como pensara, se sintió en casa. En su barra se echó un café Manuel Fraga, ya como presidente de Alianza Popular. Y el ex alcalde de Telde, Francisco Santiago, era otro de sus asiduos.

 

Casualidades del destino, al final Ronald y su bar, el Buenaventura, echaron el cierre a la misma edad, a los 69 años. Así pues, hoy Los Llanos está doblemente huérfano. Descanse en paz

 


Fuente: Texto de Gaumet Florido/Canarias7.

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