GAUMET FLORIDO
Viernes por la noche. Baño general de bañera con lavado de cabeza. Cena con papaÌ y mamaÌ y colacao calentito con galletas con todos los hermanos sentados con la tele delante y la estufa detraÌs para que se nos secara el pelo. Un, dos, tres, responda otra vez. Gracias, Chicho. Fin de la cita.
¿Le suena de algo? Si pasa de los 40, seguro que siÌ. Salvo matices, como la presencia de la estufa, que aquiÌ en Canarias pasaba por ser un bicho raro (cumbres aparte), o la del papaÌ (¿viernes y en casa? entonces, cosas de la eÌpoca, era mamaÌ la que casi siempre estaba), esta escena se repetiÌa en millones de hogares de España en los años 80 del siglo XX.
Muchos nos podemos sentir identificados con el tuit con el que la periodista Luz SaÌnchez-Mellado quiso homenajear, en junio pasado, al director del Un, dos, tres. Los que lo vivimos manejamos un coÌdigo de vivencias maÌs o menos similar. Es un punto de anaÌlisis, si quiere, anecdoÌtico, pero que puede valer para comprobar hasta queÌ punto durante decenios los medios de comunicacioÌn y sus contenidos contribuyeron, de alguna manera, a crear comunidad, a que nos sintieÌramos parte de un corpus de referencias compartidas. Series de televisioÌn, documentales, concursos o dibujos animados. Todos veiÌamos maÌs o menos lo mismo.
TeniÌa sus desventajas. HabiÌa menos pluralidad y disfrutaÌbamos de menos instrumentos para protegernos de la manipulacioÌn informativa. Pero tambieÌn es verdad que al menos lo que se emitiÌa en la tele, a priori y a pesar de defectos y clicheÌs, pasaba ciertos filtros de calidad.
Y los padres y madres de entonces teniÌan maÌs faÌcil controlar a queÌ contenidos se exponiÌan los criÌos. Hoy niños y niñas se enfrentan a una realidad mediaÌtica tremendamente atomizada, con muÌltiples fuentes informativas, soportes y contenidos. En principio, nada malo. Pero dificulta, y mucho, la tarea a los padres y madres que queremos controlar aquello que consumen nuestros hijos.
Hoy basta un moÌvil, cutre, para ver una peliÌcula gore. O porno violento. O peor, imaÌgenes reales de asesinatos. Ha variado incluso la forma y el gusto de los criÌos a la hora de ver la tele. Cogen el mando y se diseñan su menuÌ a la carta. Ya no hay viernes del Un, dos, tres. Pero es que ahora, en lugar de ante un programa o una peli, se pasan horas embobados viendo coÌmo se divierte un tal Nico en su propio canal de Youtube.
No juegan ellos. Ven coÌmo juega otro. Y por la tele. O se entretienen con la retransmisioÌn en directo de una partida al Fortnite de sus amigos del cole. Los oyen hablar entre ellos, diciendo cosas a menudo sin sentido. Y les gusta. Es la cultura del visillo adaptada al siglo XXI.
En fin, que hemos pasado de Chicho, con todos sus defectos, a Nico o al amigo de clase. No seÌ si es bueno o malo, pero no me convence.
Gaumet Florido es periodista y redactor del diario Canarias7 en Telde.

























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