TELDEACTUALIDAD
Telde.- Desde que apenas levantaba un palmo del suelo le gustaba cuidar de las ovejas. Fue creciendo, estudió y le dio por el arte. Su especialidad era la escultura. Se sacó incluso el título de Técnico en Artes Aplicadas a la Escultura. Tenía buena mano. Pero no. Su vida era y son las ovejas y con 33 años Ruymán es el pastor más joven de Telde.
En realidad nunca dejó el ganado. Mientras estudió, Ruymán Mena siempre tuvo animales. Sacaba tiempo entre tallados y modelados para «sacarle unos chorros» a sus cabras (entonces tenía más cabras que ovejas), y así se fue pagando también los gastos de los estudios, primero en la Escuela de Arte, donde sacó adelante el Bachiller de Arte, y después en FP, donde se hizo con el Ciclo Superior de Técnico en Artes Aplicadas a la Escultura, según se detalla en reportaje de Gaumet Florido en Canarias7.
Pero a Ruymán lo que le quitaba el sueño era el olor a campo. Nieto de pastores, descendiente por parte de madre de la mítica saga de los Guedes, de Casa Pastores, y criado entre surcos, animales y tierra de pastos entre Calasio y Lomo Rosiana, pasada La Medianía, hacia Santidad, no tardó en sentir la llamada de los genes y de la naturaleza. «Yo no conocí a mi abuelo, Panchito María, lo menos murió 40 años antes de que yo naciera, pero escuchaba sus historias y me encantaba lo que oía».
Y no tardó en hacer sus pinitos en ese mundo de sus ancestros. Empezó con 12 años, cuando le regalaron unas pocas cabras. Iba por las mañanas a clase al colegio de Las Teresianas, y por la tarde cuidaba de ellas. Y conforme fue avanzando en los estudios, fue aumentando su ganado.
Pero cuando acabó de formarse, lo tuvo claro. Colgó los hábitos, algo más bohemios, del arte de las manos y se dedicó en cuerpo y alma a su verdadera pasión. «Lo vendí casi todo y empecé a formar mi propio ganado con 20 ovejas». Ahora tiene 300 y 40 cabras. Lo cuenta con orgullo porque se pasó 6 o 7 años criando. «No compré ovejas, yo dejaba que parieran hasta dos veces en el año». Usaba y usa los machos de su primo Juan Padrón y de Chano Zacarías, el pastor de la Caldera de los Marteles, que
para él es el mejor de Gran Canaria, y así juntó su interesante cabaña, a la que, por cierto, se incorporó recientemente Peppa Pig, una oveja regalo de uno de sus sobrinos.
Y a ellas dedica ahora sus días y sus noches. Ruymán, sentado sobre un pequeño majano entre cultivos, reflexiona, y no ve que resulte tan extraño su salto de la escultura al pastero. «La gente no lo sabe, pero cuidar del ganado es también un arte, esto no es un trabajo, es una vocación, con mis ovejas soy feliz, yo diría que demasiado feliz.
Lleva puesta la manta de pastor y el cachorro. Por las mañanas hace fresco. Desde las 7 anda por el campo. Saca a pastar a diario a sus ovejas. Y por las tardes las suelta otro rato. «De lunes a domingo, en Año Nuevo y en Reyes, aquí no hay descanso». Habla, y hasta wasapea con otros pastores en su móvil, pero no le quita ojo al ganado. «Hay que atajar lo ajeno». Si alguna se descarrila tiene a Lobito, su bonito ejemplar de lobo herreño que cuida de que sus ovejas respeten las lindes. Y eso que ya perdió a sus dos pastores vecinos, Antonio Navarro y Juan Cachimba, de los que aprendió el oficio.
«Me estoy quedando solo, cada vez somos menos, pero yo no me rindo». Vive «malamente» porque los piensos están muy caros y se trae casi todo de fuera. Por fortuna él se gana la vida con los 120 litros que ordeña a diario. Lo hace a mano, no le van las ordeñadoras. Al menos se pasa dos horas sacando leche. Ya le va tocando y se despide. Tiene curro en el corral.
Fuente: Texto de Gaumet Florido (C7).
























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