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Domingo, 14 de Diciembre de 2025

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Almudena de Arteaga/Hola. Almudena de Arteaga/Hola.

De nuevo, leyendo a Almudena de Arteaga y del Alcázar

direojed Jueves, 12 de Enero de 2023 Tiempo de lectura:

(Dedicado a Marina y Raquel Prieto García, compartiendo con ellas amor por las tierras guadalajareñas).

La XX Duquesa del Infantado y Grande de España (Además de poseedora de los títulos de XVIII Marquesa de Cea, XXI Marquesa de Távara, XXI Condesa del Real de Manzanares, XIV Condesa de Monclova, X Condesa de Corres, XXVII Condesa de Lazcano y XXIV Almirante de Aragón), nacida en la Villa y Corte de Madrid el 25 de junio de 1967, es reconocida por críticos y lectores como una de las más acreditadas escritoras españolas de novela histórica.

 

Esta aristócrata de la más pura cepa castellana es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense (Madrid) y también, Académica Correspondiente de la muy prestigiosa Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras. Diplomada en Genealogía Heráldica y Nobiliaria, tiene en su haber títulos tan elogiados como: La Princesa de Éboli; María de Molina; Capricho; La Beltraneja: pecado oculto; Cenizas de plata y sangre; Catalina de Aragón, reina de Inglaterra; Ángeles Custodios; Por amor al Emperador; Eugenia de Montijo; Beatriz Galindo: La Latina; La estela de un recuerdo; Bodas Imperiales; El desafío de las damas; La vida privada del Emperador; La esclava de Marfil; Leonor: ha nacido una Reina (Coautora junto a Nieves Herrero); Estúpida como la Luna y La Orden Real de España. Gran conocedora de nuestra Historia Nacional, su experto manejo del idioma le hace ser leída por multitud de personas que, al apreciar lo que cuenta, no dejan de aplaudir como lo hace.

 

El que esto escribe, aprendiz continuado de cronista, gusta de sus libros y no pierde ocasión de hacerse con ellos para, en las horas de solaz, tomarlos entre sus manos y deleitarse con el esmerado fruto de ese racimo de conocimientos bien exprimido del que resulta un caldo de exquisitez suprema.

 

Llevo unos días leyendo La Virreina Criolla, que lleva por subtítulo La Ilustrada Condesa de Gálvez, una mujer entre dos mundos. Obra de la que ha dicho la también galardonada escritora Carmen Posadas que Me ha descubierto una mujer tan apasionada como desconocida. Asimismo, la celebérrima periodista y escritora Isabel San Sebastián no duda en calificarla como La aventura fascinante de una mujer cuya vida superó la más atrevida ficción. El siempre docto Jesús Sánchez Adalid reseña: Sólo Almudena de Arteaga podría rescatar de la Historia con acierto a la apasionante Condesa de Gálvez. Este es el maravilloso relato de una vida en dos tiempos; una fascinadora aventura de ida y vuelta entre diversos mundos y luces.

 

Para una de las plumas más preclaras del periodismo y la Literatura en español: Antonio Pérez Henares, conocido entre familiares y amigos como “Chani”, la escritora madrileña es una dignísima sucesora del Marqués de Santillana y de Garcilaso de la Vega, ambos antepasados suyos. El autor alcarreño nos añade: fue el gran Garcilaso quien acuñó el celebérrimo lema Ora la pluma, ora la espada, que define de forma inequívoca la dualidad vivencial de los Mendoza que, si bien participaban activamente en guerras y política, nunca dejaron de lado la cultura, convirtiéndose así en una de las sagas de mayor prestigio de la Nación Española. Un repaso por las biografías mendocinas nos sacará de dudas, si alguno de nuestros lectores pudiera tenerlas.

 

No deja de maravillarnos la facilidad que tiene Almudena de Arteaga para crear escenarios históricos, en donde sus personajes se mueven con gran naturalidad. Sus gustos descriptivos son de tal calibre que, como si de un guion cinematográfico se tratara, la autora nos crea toda suerte de imágenes, a la vez que contribuye a nuestro aprendizaje con, los relatos históricos más objetivos. Éstos, preñados de sutiles mensajes calan en el lector de manera tal que siente las historias con gran cercanía anímica. Aquí debemos destacar y agradecer sobremanera la mención que hace de los colonizadores canarios de aquellas tierras, así como el mentar varias veces a la isla de Tenerife.

 

En su obra La Virreina Criolla: La ilustrada Condesa de Gálvez, una mujer entre dos mundos reseña las aventuras y desventuras de los habitantes de la Luisiana española, aquella que tenía en la ciudad de Nueva Orleáns su centro neurálgico que gobierno y comercio. Con un importante despliegue de datos, tomados de documentación dieciochesca, debida en gran parte a la pluma del noble don Bernardo de Gálvez, primero gobernador de aquel territorio y más tarde Virrey de Nueva España, se nos introduce en los tiempos en que el Rey Carlos III se compromete con la independencia de las Trece Colonias que, en breve, formarían los Estados Unidos de América. Demostrándonos así la existencia de una deuda histórica jamás pagada por los estadounidenses.

 

Es más, a los conocedores de la Historia de nuestro país y de las tierras americanas, nos enerva el saber que los norteamericanos han hecho todo lo posible, y a veces lo siguen haciendo, para ningunear la presencia, desde siempre, de lo hispano por encima del Río Grande. España no solo ayudó económicamente a la joven nación americana, sino que empleó a sus hombres para librar a aquellos del yugo de la pérfida Albión. La catedral de Málaga con sus torres mochas y otras tantas localidades españolas son testigos pétreos de cómo se enviaron numerosos caudales a George Washington, a la vez que no fueron pocos los barcos que cargaron toda suerte de armas para fortalecer las líneas defensivas y ofensivas de la nación naciente. A cambio, los Estados Unidos de América, crearon una Leyenda Negra en torno a la colonización española, que aún persiste, derribando monumentos a la Reina Isabel La Católica, a Colón y a Fray Bartolomé de Las Casas. Haciéndola parte capital de un burdo adoctrinamiento escolar en los últimos años del siglo XIX, fomentando así el odio a España y a lo español, lanzando proclamas antihispanas, tanto en Cuba como en Puerto Rico.

 

Todo ello para inducir a las poblaciones caribeñas y a las suyas propias a llevar a cabo una guerra para, en palabras de sus dirigentes, librar a las Américas de esa raza degenerada que son los españoles. Para ello se sirvieron de todo tipo de estrategias. Recordaremos aquí la explosión del buque de guerra Maine, que su Servicio Secreto lanzó por los aires y que, con falsos testimonios, acusarían a nuestro país de tal horrendo crimen, casus belli de la contienda concluida en 1898 con la independencia de Cuba y la humillante entrega de la Isla de Puerto Rico y del Archipiélago de Filipinas como pago abusivo por los supuestos daños ocasionados al ejército estadounidense. Así pagó la Nación Norteamericana el esfuerzo de don Bernardo de Gálvez y de tantos miles de españoles muertos en pro de la libertad de las Trece Colonias, a finales del siglo XVIII.

 

En otro orden de cosas y volviendo a los inicios de nuestro alegato sobre la variopinta existencia de Felicitas de Saint-Maxent, criolla de la Luisiana y nieta de franceses allí asentados, tenemos que reseñar cómo, una vez más, una mujer puede ser decisiva para la Historia. En este caso, su rememorado ir y venir por la vida, nos hace partícipes de historias menudas de su vida cotidiana y familiar, pero también de aquellas otras protagonistas de grandes gestas que, sin duda alguna, tendrían reservadas las mejores páginas de la presencia española en tierras americanas. Si la Condesa de Gálvez nos deleita con su pericia en el buen consejo y apasionado amor por sus maridos, no menos lo hace en sus estancias palaciegas en la Villa y Corte. Cuando ya viuda se instala en la Península, rodeada en todo momento de la intelectualidad y aristocracia de la época.

 

Como otros tantos personajes de exquisita formación y gustos, fue acusada de afrancesada en los años convulsos de la Guerra de la Independencia Española, tras la ocupación gabacha de nuestro suelo patrio. Ello le obligó a exiliarse más allá de Los Pirineos… para no adelantar el final de tan magnífica novela, quedémonos aquí. No sin antes aconsejarles leer una y otra vez a la gran Almudena de Arteaga, nuestra particular aristócrata-escritora o, mejor dicho, nuestra escritora- aristócrata.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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