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Jueves, 02 de Octubre de 2025

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Imagen de San Francisco de Asís venerada en la iglesia conventual de Telde/Antonio Alí. Imagen de San Francisco de Asís venerada en la iglesia conventual de Telde/Antonio Alí.

Il poverello di Assisi (el pobrecito de asís)

direojed Miércoles, 05 de Octubre de 2022 Tiempo de lectura:

(Con admiración a todos los que han sido y son Hermanos de la Orden Tercera Franciscana)

Que nuestra excelsa Reina doña Isabel I de Castilla sentía especial predilección por la Orden Franciscana, a estas alturas, es un secreto a voces. Así queda reflejado en innumerables documentos, conservados en los más diversos archivos de todas Las Españas, desde las áridas tierras de El Colorado a las frías latitudes rocosas de El Cabo de Hornos. O si lo prefieren, desde nuestras vilmente arrebatadas islas del Pacífico (Las Filipinas, Guam y un centenar más, que el soberbio gringo nos robó tras el desastre colonial de 1898) hasta las tierras de la Iberia inmortal, pasando antes por nuestra sufrida y casi olvidada Guinea Ecuatorial. Y como no, las tres perlas de la Corona: Las Islas Canarias, Ceuta y Melilla, además del ramillete de islas e islotes norteafricanos.

 

No en vano, fue el Cardenal, Cisneros Confesor y Consejero Real, franciscano. Lo que sin duda alguna repercutió en su nombramiento como Regente del Reino y materializador, entre otras tantas brillantes ideas, de la creación de la Universidad de Alcalá de Henares, lugar éste de renombradas cátedras defensoras del más preclaro Humanismo Renacentista.

 

Terminada la Conquista de La Gran Canaria y su incorporación a la Corona castellana el 29 de abril de 1483, la Reina antes mentada dispuso que fuese la Orden de los Hermanos Menores de San Francisco de Asís, convertidos en vanguardia de la Iglesia Insular, los mayores difusores del catolicismo en esta isla de realengo y en las cuatro de señorío (El Hierro, La Gomera, Fuerteventura y Lanzarote). ¿Fue conocedora su Majestad de que en tiempos pretéritos ya los franciscanos habían evangelizados por estos lares?

 

Pues, conociendo la personalidad de tan alta dama y sus bien atesorados conocimientos en cuantos temas eran de capital interés, no es de extrañar que estuviera al tanto de ello. En tiempos del Obispado de Telde (1351-1395), la catequesis corrió a cargo de carmelitas, dominicos y sobre todo de franciscanos. Durante el siglo XV, la leyenda o historia del martirio de estos últimos, en la más tarde archifamosa Sima de Jinámar, no hizo sino acrecentar la vinculación de los Frailes Menores con nuestra tierra. Unos pocos años después (1402), Jean de Bethencourt se hizo acompañar de Fray Pedro Bontier (franciscano) y del también clérigo Juan Le Berrier. La Villa de Betancuria (Fuerteventura) y El Rubicón (Lanzarote) fueron lugares de estancia de seguidores de San Francisco. El último Obispo del Rubicón y primero de Canarias, el venerado don Juan de Frías, se hizo acompañar en todo momento por sacerdotes y hermanos militantes en dicha disciplina.

 

Ninguna otra orden religiosa tuvo tanta presencia en las siete islas principales del Archipiélago Canario. Sus cenobios iban, desde el más humilde, situado en la Villa herreña de Valverde; hasta los más notables por arquitectura, de Garachico, Icod de los Vinos, Santa Cruz de La Palma y Las Palmas de Gran Canaria.

 

En Telde y su comarca (Valsequillo-Telde), la presencia franciscana, como ya hemos dicho con anterioridad, se hizo presente en la segunda mitad del siglo XIV, pero también en los primeros años de la post-conquista castellana, ya que el primer cura párroco o beneficiado de la Iglesia Matriz de San Juan Bautista (hoy, Basílica Menor de la Cristiandad y Santuario del Santo Cristo del Altar Mayor o de Telde) no fue otro que el franciscano Fray Juan, quien estuvo al frente de la misma, desde 1486 a 1509. Sospechando este Cronista que también lo había estado en los tres años anteriores al primero aquí consignado. A éste, hombre de reconocidas virtudes, le siguieron otros tantos hermanos en religión. Tal es el caso de Fray Rodrigo, que ejerció el curato de 1509 a 1510 y Fray Martín de Lora que lo hizo sólo unos meses de éste último año. Entre 1583 y 1584 Fray Juan de Zamora fue Servidor de esta primera parroquia teldense y entre 1647-1648 lo sería Fray Tomás de Higueras. Entre 1673 y 1674 sirvió en nuestra parroquia, a manera de comodín, entre un cese y posterior nombramiento, Fray Pablo Díaz. Siendo teniente parroquial Fray Pedro Gómez 1685 a 1691 e igual cargo lo ostentaría un poco después Fray Salvador Pérez Osa desde 1692 a 1694. Como habrán dilucidado nuestros ávidos lectores, las autoridades eclesiásticas diocesanas echaron mano de los frailes del cercano Convento de Santa María de La Antigua para socorrer a la parroquial de San Juan Bautista, cuando ésta quedaba vacante por traslado, enfermedad o muerte de sus beneficiados.

 

Hablando del convento, pieza clave de la evangelización de la comarca teldense (repetimos, actuales términos municipales de Valsequillo de Gran Canaria y el propio Telde). De él podríamos hablar largo y tendido. Remito a los amantes de nuestra Historia local a varios de mis artículos, la mayor parte de ellos contenidos en el libro De Telde para el recuerdo, editado hace un buen puñado de años por el Cabildo de Gran Canaria y también, como no, en los más el más de un centenar, que semana tras semana, han ido saliendo a la luz a través del periódico digital Teldeactualidad.

 

Refresquemos nuestra memoria y también la de ustedes. Durante la primera centuria de la postconquista castellana de la Isla (siglo XVI), fueron numerosas las ocasiones en que la Orden de Hermanos Menores de San Francisco (O.F.M.) pidieron a las autoridades eclesiásticas y civiles los permisos necesarios para afincarse con casa propia en la ciudad de Telde. Aunque los munícipes no tuvieron nada que objetar, desde el Obispado de Canarias se hizo caso omiso, cuando no, se les contestó con escritos cargados de destemplanzas. En esto último tuvo mucho que ver el conflicto de intereses meramente económicos, entre los curas beneficiados y sus futuros vecinos franciscanos. Los primeros estaban ojo avizor ante las posibles injerencias que los segundos podrían hacer si como había ocurrido en otros lugares, los frailes se hacían cargo de las ermitas de los diferentes pagos. Asimismo, un convento y más si en él había advocaciones tan arraigadas en la feligresía como las imágenes procesionales de Semana Santa, la Santísima Virgen, San Antonio de Padua, San Francisco de Asís, San Diego de Alcalá y Santa Rita de Casia; supondrían una continua afluencia a la Iglesia Conventual y por lo tanto, merma notoria en los cepillos de la Matriz de San Juan Bautista. A pesar de todas las oposiciones, los franciscanos supieron ganarse las simpatías de los teldenses y el 1 de mayo de 1610 (no en 1612 como llegó a afirmar el gran historiador de Canarias don José de Viera y Clavijo) los frailes pudieron celebrar la primera Eucaristía en la vetusta Ermita de Santa María de La Antigua, sita en El Altozano de su mismo nombre. Dando así carta de naturaleza a su presencia posterior de siglos en Telde. En cuestión de meses, tal vez de unos pocos años, ya estaba concluido el templo conventual, primero de una sola nave con capilla colateral izquierda en su cabecera y tiempo más tarde, acrecentándolo en una segunda nave. Acompañaba a esta construcción el cenobio o convento como tal: Conjunto formado por celdas individuales para padres y hermanos ya profesos y habitáculo colectivo para los novicios.

 

Asimismo, almacenes-despensas, bodega, refectorio o comedor, cocina, letrinas y establos. Todo ello en torno a un solo y amplio patio conectado con los bajos de la espadaña, ya que allí se abría la portería de dicho lugar de vida santificada.

 

Hace ya unos cuantos años, el reverendo Padre José García (O.F.M.), como fruto de años de investigación, no exento de mayores sacrificios físicos y psíquicos, buscó la documentación necesaria para rehacer, aunque fuera parcialmente, la vida cotidiana de los franciscanos teldenses. Por nuestra parte, también hicimos algo parecido, pero de mucha menor trascendencia. Gracias a la suma de intereses se logró hacer un completísimo listado de Guardianes, sustantivo que recibían y reciben los Superiores de las comunidades franciscanas, debido a que San Francisco predicaba con el ejemplo de que el que ostentaba la mayor autoridad, no debía considerarse superior a nada ni a nadie, sino mero instrumento de Dios para guardar y servir a los hermanos comunes y a sus escasas pertenencias.

 

Aquí dejamos el listado que en placas de metacrilato, esperando desde hace veinte años que se pasen a dura cantería de Arucas, aún hoy se conserva en la portería del convento teldense.

 

Guardianes del Covento de Santa María de La Antigua (1610-1836)

Fr. Bartolomé de Ávila (1611)

Fr. Rafael de Castro (1616)

Fr. Amador Coello (1624-1625)

Fr. Marcos Suárez (1625-1626)

Fr. Gaspar Barrios (1627)

Fr. Amador Coello (1628)

Fr. Salvador de la Cruz (1630-1632)

Fr. Tomás Toscano (1633- 1635)

Fr. Pedro Rodríguez (1635-1638)

Fr. Juan de Sosa (1641)

Fr. Gaspar de San Buenaventura (1644)

Fr. Pedro Rodríguez (1644-1647-1648-1650)

Fr. Diego García (1652)

Fr. Gaspar de San Buenaventura (1654)

Fr. Cristóbal Romero y Alvarado (1655- 1657)

Fr. Pedro Felipe (1657-1660)

Fr. Salvador de San Francisco (1660-1663)

Fr. Pedro Lorenzo (1664-1667)

Fr. Gregorio Enríquez (1667-1670)

Fr. Cristóbal Felipe (1671- 1673)

Fr. Esteban Espínola (1673-1677)

Fr. Domingo Sanabria (1677-1680)

Fr. Juan Cejas (1680- 1681)

Fr. Gaspar de San Francisco (1681)

Fr. Jerónimo de Armas (1684)

Fr. Antonio Gamarra (1686)

Fr. Alonso de Castro (1687)

Fr. Rodrigo Hernández (1696)

Fr. Antonio Luis Alvarado (1698)

Fr. José de Sosa (1703)

Fr. Miguel Mesa (1705-1708)

Fr. Antonio Correa (1711)

Fr. Salvador Manposo (1711- 1714- 1716)

Fr. Bernardo de la Cruz (1716- 1718)

Fr. Antonio García (1718- 1721)

Fr. Agustín Manuel (1721-1723)

Fr. Juan Mireles (1723- 1724)

Fr. Domingo Sosa (1724-1727)

Fr. Blas Antonio de Silva (1727- 1730)

Fr. José González Talavera (1730- 1733)

Fr. Ángel Navarro (1733- 1736)

Fr. Antonio Alvarado (1736- 1739)

Fr. Diego Báez (1739-1742)

Fr. Francisco Martínez de Escobar (1742-1745)

Fr. Francisco Román (1745- 1747)

Fr. Leandro Mederos (1747-1749)

Fr. Juan de la Coba (1749-1753)

Fr. Leandro Mederos (1753-1754)

Fr. Juan de la Coba (1754-1757-1759)

Fr. Miguel Jerónimo (1759-1761)

Fr. Pedro Benítez (1761-1763-1764)

Fr. José Rafael Trujillo (1764-1768)

Fr. Matías Sardo (1768-1771)

Fr. Ignacio Ruíz (1771-1774)

Fr. Antonio Quezada (1774-1777)

Fr. Antonio García (1780-1781)

Fr. Agustín de Torres (1781-1783)

Fr. Diego Brito (1784-1787)

Fr. Domingo Tomás de Cubas (1787-1789)

Fr. Domingo Millares (1789-1790)

Fr. Juan Tabares (1790-1793)

Fr. Juan Antonio Rodríguez (1793-1799)

Fr. Miguel de Acosta (1799-1802)

Fr. Miguel González (1802-1804)

Fr. Domingo Hernández Neda (1804-1808)

Fr. Gaspar Hernández Romano (1808-1810)

Fr. Miguel de Acosta (1810-1818)

Fr. José Estévez Talavera (1818-1820)

Fr. Juan Diego de la Vega (1821)

Fr. Juan Antonio Caño (1831-1835)

 

Nuestro convento tuvo varios nombres, en un primer momento se le conoció por de Santa María de La Antigua, trocándolo al poco tiempo por De La Caridad y finalizando por el más popular de San Francisco de Asís o de San Francisco, a secas. Sustantivo éste último que se extendió a todo el barrio limítrofe.

 

La vida conventual se desarrolló entre labores de agricultura y ganadería. El trabajo continuado en el celebérrimo Taller de Confección de Libros Miniados, la asistencia a los pobres de solemnidad, a través del reparto de la sopa boba. Así como la atención de una Escuela, en donde los más doctos franciscanos impartían clases de Latín, Griego, Filosofía, Aritmética, Matemáticas, Retórica, Oratoria, Gramática, así como Historia, Geografía y algunas que otras Ciencias Naturales.

 

Ni decir tiene que cuando la nefasta Ley de Desamortización del ministro liberal de Isabel II, don Juan Álvarez Mendizábal, hizo su efecto, nuestro convento se clausuró de forma definitiva, aconteciendo ésto en los últimos meses del año 1836. Como consecuencia de ello, sus tierras fueron sacadas a subasta pública, acción ésta que se vio agrandada con la venta del propio convento y de parte de su iglesia. Todos los ornamentos y utensilios, además de los muebles propios del convento e iglesia fueron llevados a la parroquial de San Juan Bautista. Al poco tiempo, éstos fueron repartidos, a partes desiguales entre las iglesias teldenses de San Juan Bautista y San Gregorio Taumaturgo.

 

Si el impacto fue tan negativo a la hora de valorarlo, desde un punto de vista histórico artístico, no lo fue menos desde el social, ya que los más menesterosos se quedaron sin la ayuda que les permitía subsistir a diario. Y los jóvenes teldenses no tuvieron por un tiempo la oportunidad de comenzar o seguir sus estudios, que los franciscanos habían elevado a rango de excelente. Por poner un ejemplo, en sus aulas se educó, entre otros el doctor en medicina por la Universidad de Salamanca e historiador de Canarias don Tomás Marín y Cubas (1643-1704). Con la firma del Primer Concordato entre la Santa Sede y el Reino de España, ocurrida en 1851, la Diócesis recuperó la totalidad del templo franciscano, no así el resto de sus propiedades.

 

Durante buena parte del siglo XX, en él se celebraron misas, bautizos, bodas… Sintiendo sus paredes el cálido amor que los teldenses le profesaban. Fue a partir de los años setenta del pasado siglo XX, cuando se fueron mermando notablemente las ocasiones de culto. Lo que pronto se tradujo en su abandono progresivo.

 

Siendo alcaldes de la ciudad don Manuel Amador Rodríguez y don Agustín Florido Suárez, se acometieron labores de restauración por la Dirección General de Patrimonio Nacional. Y ya a mitad de esa década, don Teodoro Rodríguez y Rodríguez, a sazón párroco de la Matriz sanjuanera, se puso manos a la obra con la rehabilitación de la caída espadaña y la reposición e impermeabilización de todos los techos (artesonados de tea y cubiertas de tejas árabes). Muchos años después, y mientras trabajaba en la Casa Museo León y Castillo, el licenciado en Geografía e Historia Echedey Basso, realizó un estudio sobre el viejo convento franciscano, tomando como base algunos documentos que reproducían antiguas conversaciones entre varios testigos y este Cronista, sobre todo lo ocurrido a las destartaladas instalaciones, antes de ser demolidas para, en su lugar, plantar dos bancales de plataneras.

 

En las últimas tres décadas del siglo XX y estas dos primeras del siglo XXI, la iglesia ha cobijado a muchos feligreses, tanto en bautizos y bodas esporádicas como en reuniones de catequesis y retiros espirituales. Asimismo, el Área de Cultura del M.I. Ayuntamiento de la Ciudad, ha hecho de este espacio su primer auditorio de música clásica e interpretaciones líricas debido a sus altas cualidades acústicas, según pregonan los entendidos en el tema.

 

Ahora, alguna década después, la humedad vuelve a estar presente en nuestro templo franciscano y la falta de actividad en él lo hacen propicio para cualquier estado perentorio. Algún día, ojalá nunca suceda, oiremos decir aquello de: Entre todos lo matamos, pero él solito se murió. De poco o de nada le ha servido a nuestra querida iglesia franciscana estar incluida en catálogos de Bienes de Interés Histórico-artístico. Pues, los primeros que no están por sus salvaguardas son sus propietarios legítimos, a saber: por un lado las autoridades eclesiásticas y por otro la feligresía católica, ambas tan poco propicias a hacerse cargo de sus obligaciones patrimoniales.

 

Hoy en día como hace siglos, un numeroso grupo de fieles de varias parroquias teldenses se reúnen cada vez que pueden en torno a su altar principal para celebrar la Eucaristía y tener unos momentos de confraternización franciscana. Son hombres y mujeres que buscan a Cristo a través de su pertenencia a la Venerable Orden Tercera. Formada por seglares que buscan en la imitación a San Francisco, seguir a Jesucristo hasta el extremo. De ahí mi profunda admiración y respeto por todos ellos, encarnación viva y presencial del Espíritu Franciscano en nuestra ciudad. Ojalá aumenten en número y en caridad para que, juntos podamos fomentar las actividades religiosas y culturales en esta noble Iglesia Conventual de San Francisco de Asís, verdadero relicario de la espiritualidad teldense, en loables palabras del Obispo Monseñor don Antonio Pildain y Zapiain (Lezo, Guipúzcoa, 17 de enero de 1890 - Las Palmas de Gran Canaria, 7 de mayo de 1973), cuyos restos mortales se veneran en la santa Iglesia Basílica Catedral de Canarias (Popularmente conocida por Catedral de Santa Ana) en Las Palmas de Gran Canaria.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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