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Atardecer en la cumbre de Telde/Antonio Rico. Atardecer en la cumbre de Telde/Antonio Rico.

Cabañuelas

direojed Miércoles, 27 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:

(Con agradecimiento a mi cuñado Domingo Pérez de Lara).

Los que de una manera u otra han seguido mi trayectoria vital de sobra saben que, en los últimos cuarenta y un años, ésta ha oscilado entre mi Telde natal, mi maternal Isla de El Hierro y Bujalaro (Guadalajara), tierra natal de mi suegro. En estos lugares he disfrutado de sus paisajes y como no de la hospitalidad de sus gentes.

 

Desde muy pequeño he tenido que oír a mis padres y a mis hermanos mayores decir, en repetidas ocasiones, como contestación a la pregunta ¿Dónde está Antonio? La consabida frase de seguramente hablando con un viejo. Y he aquí que debo confesarles mi predilección por conversar con personas mayores, antes que jugar con niños de mi edad. Desde mi más tierna infancia he sentido la imperiosa necesidad de responderme acertadamente a cientos de preguntas, que de forma más o menos caprichosa, se iban gestando en mi mente inquieta.

 

Hoy recuerdo que siendo muy pequeño asistía a clases en el Colegio María Auxiliadora, regentado por las Hermanas Salesianas en mi Barrio de Los Llanos de Telde. Lo de asistir es un decir, pues yo con apenas cinco o seis años iba a clases sólo por las mañanas, ya que las tardes me servían para acercarme a la finca de mi viejo amigo don Miguel Medina, que me acogía con todo el cariño del mundo.

 

Cuestión ésta que yo agradecía, pues tanto él como yo estábamos en el secreto de mi fuga diaria de la escuela. Allí, junto a él, escuchándolo atentamente, aprendí muchas cosas pertenecientes al mundo agropecuario, ya que mi maestro en estas lides era todo un experto tras más de ochenta años de vida. Mientras el boyero ordeñaba las vacas, él hacía lo mismo con las cabras y si terminaba antes con éstas, invertía el resto del tiempo en dar de comer a gallinas, conejos, curieles, perros y gatos. Todo ello sin dejar de hablarme, explicándome el por qué unos animales preferían la hierba y otros el grano. Y como los canes y los felinos debían ser alimentados con restos de comida humana o dándoles unas sopas de pan, gofio y leche. Tras todas esas explicaciones, venían otras tales como la vigilancia de acequias, estanques y aljibes. Pues si algo era realmente importante, nada lo era tanto como la guarda y custodia del agua, ese bien tan preciado para agricultura y ganadería. ¡Antoñito, el agüita es oro líquido! Y añadía ¡Sin agua no hay vida! Junto a él aprendí cientos, tal vez miles de cosas, que desde entonces me han servido de mucho.

 

No recuerdo cuando fue, pero sí donde sucedió. Un día que estábamos dando de beber a las vacas, me dijo ¡Mira Antoñito como revolotean bajo las golondrinas, parecen aeroplanos! Se vuelven locas en un ir y venir sin aparente control ¿Sabes por qué sucede ésto? Contestando a su pregunta sin esperar mi respuesta ¡Barruntan cambio de tiempo y mucho me equivoco si no es para traer una buena parvada de agua! Ahora, cuando recuerdo aquel momento, creo que fue mi primer contacto dialéctico con una cabañuela.

 

Llegados a este punto vamos a aclarar a qué se le llama cabañuela, ya que el urbanita no conocerá ese término o simplemente no lo debe usar con demasiada frecuencia.

 

Las cabañuelas son señales que ofrece la naturaleza en su conjunto, se muestren éstas en los cielos, en la tierra o por medio de plantas, animales y hasta por personas. Quién no ha oído decir, me duele el brazo o llevo cojeando unos días para a continuación afirmar, esto es señal de que va a llover. Pues bien, los pastores y agricultores del todo el mundo invierten tiempo y pericia en querer desentrañar los grandes secretos de la naturaleza. De abuelos a padres y de éstos a nietos e hijos, se han transmitido diariamente cientos de enseñanzas, que se van acumulando en un saber sin fronteras, permitiendo a la mujer y al hombre del agro, conocer mejor las mudanzas cotidianas y estacionales del tiempo.

 

Hay cabañuelas que surgen de forma imprevista y particular en un espacio más o menos reducido, tales como un valle, vega, rivera, montaña o cualquier otro lugar. Otras cabañuelas son más generales, pues amplían el territorio a regiones o países enteros.

 

Pero no crean ustedes que las cabañuelas solo son interpretadas por lo que se ha dado en llamar gente común. Desde la antigua Mesopotamia pasando por el Egipto faraónico y el mundo clásico grecolatino, astrólogos y sacerdotes eran doctos en la interpretación de cabañuela. De ahí el trabajo de pitonisas y augures.

 

En Guadalajara, en el pueblo de Bujalaro, en pleno Valle del Henares bajo la atenta mirada de La Alcarria, vivió una población, que en sus mejores momentos, años cuarenta y cincuenta del pasado siglo XX, llegaron a ser algo más de trescientos cincuenta habitantes. Hoy no llegan al centenar, y ésto en pleno verano, porque en el invierno se reducen a la mitad.

 

Cuando llegué allí, hace ahora cuarenta y un años, pronto entablé amistad con los hermanos, cuñados y primos de mi suegro, Domingo Pérez Moreno, a saber: Víctor, Rosa, Teodora, Vicente, Victoriano, Pablo, Feliciano, Alejandro, José, Juanito, Juan, Paulino, Julia, Carmen… a todos ellos he tratado en diferentes momentos. Unos y otros con gran cordialidad se esmeraron en darme a conocer la intrahistoria de la familia y por ende del pueblo. Fue el primo Feliciano y también el tío Vicente con los que más me entretuve y hablé.

 

Ellos fueron como poco unos grandes maestros de la vida. En sus dilatadas conversaciones, la mayor parte de las veces extensos monólogos, destilaban gota a gota conocimientos y saberes de tiempos pasados, que yo iba acumulando con la avaricia de quien conoce el verdadero valor de esas cosas. Hombres curtidos en los campos castellanos sabían de sobra que su mejor compañera era la soledad y, que ésta marcaba el tiempo que debía transcurrir entre siembra y cosecha. ¡Mira cómo nubla por el Pico de Jadraque y cómo sopla el viento por Fuente Rey, eso quiere decir que tendremos agua en abundancia! ¡Uf, cómo resopla el viento de La Alcarria, ahora mismo bajarán las temperaturas! Y así un largo etcétera.

 

Pero fue mi suegro mi gran maestro en éstas y otras tantas cosas de la vida. Con voluntad de hierro, destreza y pericia me confeccionó unas cuartillas con cientos de datos sobre su tierra de origen, y así pude escribir mi tercera obra impresa que di en titular Bujalaro, entre el recuerdo y la añoranza.

 

Hace solo unos días hablando con mi cuñado Domingo, comentábamos todas estas cosas y algunas más. Él, ingeniero agrónomo, trabaja denodadamente en los campos de Gran Canaria, conociendo como pocos las singularidades de nuestra ínsula. Zonas llanas y montañosas, altas lomas y profundos barrancos han sido hollados por sus botas y como resultado de todo ello la experiencia, que como dice el refranero español, es la madre de toda ciencia.

 

Al decir de Domingo, las cabañuelas son lecciones prácticas en las que se transmiten conocimientos ciertos, surgidos de la observación de nuestras gentes del campo. Él y yo coincidimos en el interés por conocer más y mejor este intrincado mundo que como diría el viejo don Miguel Medina tiene su aquél. Las cabañuelas anuales suelen estudiarse detenidamente entre el uno y veinticuatro de agosto, aunque hay algunos interpretes que extienden el tiempo hasta el treinta del mismo mes. Tal como se comporta la atmósfera en esos días, divididos en dos bloques por igual, así serán los doce meses del año siguiente, adelantando y atrasando estaciones o muy al contrario afianzándolas en fechas inamovibles. Anunciando mayor o menor cantidad de lluvias o por el contrario días más o menos secos y calurosos. Veamos unos cuantos ejemplos:

A) Creen nuestras gentes que cuando comienza cada estación, debemos fijarnos en la noche del día veintiuno, entre las 23:45 y las 00:15. En este momento sería algo así como abrir una ventana al futuro de lo que va a ocurrir en los tres meses sucesivos.

B) Otros afirman que cuando hay relentada fuerte durante la noche, a los tres o cuatro días, llueve.

 

En Gran Canaria, hay un decir muy popular: Si se ve Fuerteventura lluvia segura o si ves Fuerteventura en tres días lluvias seguras. También se señala: Si viene frío de norte las ovejas se refugian en la ladera sur y viceversa, cuando viene de sur éstas se refugian en la ladera norte. Sobre esos mismos animales se dice: Si va a venir viento a las ovejas y cabras les dan pequeños espasmos en el lomo de manera rápida cuestión ésta que se repite en burros, mulos y en menos proporción en caballos.

 

C) Cuando la punta del pitón (flor de la pita) está creciendo y se desarrolla hacia el norte, ese invierno las lluvias vendrán de ahí y si apunta al sur, las aguas cambiarán hacia ese punto cardinal.

 

D) Si se ven hormigas grandes aladas volar, eso barrunta lluvia segura. Y si ves una fila continua de pequeñas hormigas, que trasladan su hormiguero desde el mismo suelo a un hueco alto en pared, eso señala que se darán lluvias abundantes en los meses siguientes.

E) En la noche de San Juan, si hay luna completa y por la mañana aparece la marea llena, el próximo invierno será de agua y al contrario si hay luna nueva y la marea está vacía.

 

F) Es dicho popular en muchos lugares de España: Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo. Igualmente es común la creencia que afirma: Cuando hay una fuerte canícula el veinticinco de julio día de Santiago, repitiéndose el día de San Lorenzo, San Miguel y Todos los Santos, habrá lluvia a los seis meses exactos.

 

Como ven, la gran preocupación entre los agricultores y pastores es el agua, ese bien tan preciado que da y resta vida. Pero también existe preocupación por otros muchos fenómenos atmosféricos tales como el viento, el granizo, la nieve. Y de forma muy especial y temeraria por las tormentas que están por venir, y dentro de ellas las torrenciales o las que traen aparejadas grandes descargas eléctricas en forma de rayos. De éstas últimas el pastor aconseja: No te acerques a estanques, ríos o lagos, ni mucho menos te cobijes bajo campanarios o árboles. No montes sobre la grupa de ningún animal y ni muchos menos te acerques a ellos. En la creencia, demostrada de que todas estas circunstancias son atrayentes de descargas eléctricas. Por desgracia algunos de nosotros hemos oído contar como fulanito de tal estaba labrando la tierra con un sacho (azada) o guataca, cuando comenzó a llover de forma tormentosa. Empapado hasta los huesos recibió una descarga eléctrica que le entró por la cabeza y le salió por los pies, produciéndole la muerte de forma fulminante. Su cuerpo ennegrecido fue testigo de esa fuerza nefasta de la naturaleza.

 

Existen cabañuelas para advertirnos del siroco o viento del Sáhara y éstas vienen anunciadas por una sequedad extrema y un horizonte aparentemente borroso, que se manifiesta a través de una especie de neblina ligeramente canela (marrón).

 

Las cabañuelas no solo sirven para predecir los llamados tiempos malos, sino también los días buenos o soleados. En Canarias, según sople el viento nuestros múltiples microclimas varían. Es tan complicada la climatología en las Islas que según la situación en que está la boca del barranco junto al mar y, el desarrollo del mismo hacia el interior y cumbres, tendrán éstos sus peculiares cabañuelas.

 

En la Vega Mayor de Telde, el viento suele soplar de noreste, lo que permite mantener un clima primaveral todos los meses del año con temperaturas que oscilan entre los diecinueve y veintiséis grados. Cuando éste rola hacia norte y sopla desde la Montaña de La Atalaya de Santa Brígida, la llovizna está garantizada. Pero son los vientos de componente sur y suroeste los que realmente traen agua en abundancia. Los antiguos vecinos del Conjunto Histórico Artístico de San Francisco manifestaban, si quieren saber que tiempo habrá suban a la plaza de los Romeros, junto a la iglesia conventual, allí la naturaleza te dirá si el jaique (prenda de abrigo que va desde chaqueta de lana, pullover de lana a capa o manta de pastor) se deben poner o quitar.

 

Éstas y otras enseñanzas de alto valor cultural guardan nuestras gentes del mundo rural. Como tantas otras son dignas de conservarse por medio de estudios detallados que etnógrafos y antropólogos vienen realizando, desde hace un largo centenar de años. Don Julio Caro Baroja, sobrino del gran don Pío, estudió este campo del conocimiento popular y con él otros tantos. En Gran Canaria, tenemos la suerte de contar con Don Miguel Cruz Jiménez natural de Mogán, gran conocedor de las cabañuelas locales e insulares.

 

En una conversación mantenida con él, a través del teléfono, me recomendó la obra impresa Las cabañuelas de los marinos de Canarias, que escribiera don Horacio Dorta Espínola, un tinerfeño de Los Silos en Tenerife, verdadero doctor en la materia. Ahora recuerdo varios autores, que de forma parcial, han tocado también el tema, como es el caso de Julio César González Padrón en su obra Cuentos, refranes y poemas de la mar. Recogidos por él entre marinos de aquí y de allá son estos tres refranes sobre cabañuelas: Si empieza el pulpo a flotar amenaza temporal. Gaviotas en el huerto, tempestad en el puerto. No salgas de puerto, si las nubes no corren con el viento. No lo habíamos reseñado antes, pero si las mujeres y hombres de los campos atendían a las cabañuelas para predecir los tiempos que iban a haber en un futuro más o menos inmediato, no le fueron a la zaga las mujeres y hombres de la mar, tan necesitados de tiempos favorables para faenar en este Atlántico nuestro y en los otros mares que bordean el suelo patrio.

 

Desde estas líneas quiero agradecerles sus entregas al estudio de las mismas, pues son parte importante e ineludible de nuestro acervo cultural.

 

Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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